Esto siempre genera una discusión a modo de criterios encontrados, pues en casa, en cada ocasión que se trata o se necesita adquirir algún bien o servicio, siempre digo –eso es lo que vale–. A lo que mi padre responde, no, ese es el precio, el valor es otra cosa.
Y no es menos cierto, en estos tiempos convulsos, donde nos han atacado por todos los flancos: díganse pandemia, bloqueo y otros, los cubanos parecemos haber olvidado la diferencia entre estos dos conceptos básicos.
Por supuesto, tal controversia no es solo en nuestro patio, ha sido motivo de debate a lo largo de los siglos en la economía mundial; lo que tras la mal implementada ley de oferta y demanda y su correspondiente mercado negro, aprovechamos la ocasión para darle un toque distintivo. Sí, un toque a lo cubano.
Adam Smith, destacado y renombrado economista y filósofo escocés, ya en su tiempo indicaba que la persona como individuo era quien valoraba los objetos que adquiría de acuerdo con el nivel de interés o deseo en cada caso.
De ahí su famosa paradoja del valor del agua y el diamante. En ella explicaba y comparaba los valores de uso y cambios respectivos del agua y del diamante.
Nada es más útil o necesario que el agua, pero resulta difícil intercambiarla por otro bien. En cambio, un diamante no tiene valor de uso, pero es altamente intercambiable.
Por ende, existen productos con un gran valor de uso pero escaso valor de cambio (caso del agua). Y por otro lado, productos con un valor de cambio pero escaso uso (caso del diamante).
Aplíquese a conciencia a nuestro escenario de rutina y se verán de forma sencilla las disparidades que nos consumen diariamente.
Para que se entienda mejor, desde hace algún tiempo y de forma errónea y abusiva, debido a las carencias y desabastecimientos, los revendedores cubanos tienden a definir el precio como la cuantía económica que desean recibir por un producto; mientras que del otro lado el valor para quien consume, representa la cuantía que se está dispuesto a pagar por la utilidad final de dicho producto.
Mucho se ha hablado ya de coleros, revendedores, acaparamientos y especulaciones financieras a costa de la necesidad de compra–venta de diferentes productos de primera necesidad o no. No es el interés de estas líneas.
Pero sí advertir que con el alza ilegal del valor del dólar estadounidense, cada vez es más costoso adquirir un producto o bien limitado, pues al añadir dichos coleros y revendedores sus márgenes de ganancia, el costo de cualquier cosa suele ser elevadísimo.
Nada, que como dijera Juan Luis Guerra
“El costo de la vida sube otra vez,
El peso que baja, ya ni se ve,
Y las habichuelas no se pueden comer,
Ni una libra de arroz, ni una cuarta e café,
A nadie le importa qué piensa usted…”.
Bien pienso que es hora de un mayor accionar por parte de las administraciones de los diferentes establecimientos en consonancia con las autoridades de la ley y la justicia, rectorados bajo la sabia guía de nuestros dirigentes.
El combate contra la especulación y el acaparamiento, los cuales se unen en la consonancia de la tergiversación de los conceptos anteriores, debe comenzar desde el barrio, pues es allí donde residen tales individuos que “vacilan” nuestro dinero frente a nuestras propias puertas.
Es hora de revertir y de dar el valor real que merece cada cosa, y en consonancia, su precio.