Cada 14 de junio la historia nos convoca para evocar la memoria y el ejemplo de estos dos GIGANTES. La casualidad quiso que esta fecha, la cual marca ambos nacimientos, los dejara unidos para siempre. Como afirmara Fidel, en su discurso del 15 de junio de 2002, son muchas
las razones que nos persuaden de que se justifica cabalmente, incluso hermanarlos en una misma jornada de tributo, porque -cada uno en su respectivo contexto- son símbolos de valor e intransigencia revolucionaria. Los dos fueron invasores de Oriente a Occidente y ambos
murieron en combate. Pero en estas líneas seguiré la imborrable huella que han dejado en la literatura, lo que nos confirma la idea de que el arte se convierte, muchas veces, en vehículo idóneo para encauzar y exaltar a aquellos GRANDES que lo han sacrificado todo por el bien común.
En el caso del Titán de Bronce, debemos detenernos en la emotiva carta que le escribiera José Martí el 20 de julio de 1882, en la que se constata claramente la admiración y el respeto inmenso que le profesaba. Cito algunos breves fragmentos que lo evidencian:
“No conozco yo, General, soldado más bravo, ni cubano más tenaz que Usted”.
“Y yo le digo que se la escribe un hombre que sabe cuánto usted vale, y lo tiene en tanto.
“Estimo sus extraordinarias condiciones, y adivino en usted un hombre capaz de conquistar
una gloria verdaderamente duradera, grandiosa y sólida”.
También merece sobradamente un espacio en estas reflexiones el artículo martiano publicado en Patria, el seis de octubre de 1893. Desborda en este un aliento tremendo de simpatía y consideración:
“…Pero Maceo fue feliz porque vino de león y de leona”.
“Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo”.
“Ni hincha la palabra nunca, ni la deja de la rienda”.
No queda lugar para dudas: lo valora altamente, no solo por su fortaleza física impresionante, sino por su audacia e inteligencia. Tanto la carta como el artículo periodístico sobresalen por el lenguaje exquisito y la elegancia formal.
En cuanto al Guerrillero Heroico, hemos seleccionado una trilogía de poemas que nuestro Poeta Nacional Nicolás Guillén compone para resaltar su dimensión humana y su liderazgo. El denominador común de los tres es la abierta denuncia a su asesinato, pero difieren en el tono poético conseguido. Veamos:
Che Comandante, Amigo, se caracteriza por esa tonalidad elevada y grandiosa que lo ha convertido prácticamente en un himno. El verso mencionado al presentarse como estribillo provoca una sensación rítmica muy exaltada, pero que a la vez connota la doble condición del
jefe y del hombre sencillo y cordial.
Esta estrofa ilustra muy bien lo expresado:
“Estás en todas partes. En el indio hecho de sueño y cobre. Y en el negro
revuelto en espumosa muchedumbre,
y en el ser petrolero y salitrero,
y en el terrible desamparo
de la banana, y en la gran pampa de las pieles,
Y en el azúcar y en la sal y en los cafetos,
tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron,
vivo, como no te querían,
Che Comandante,
Amigo”.
Es que el líder se multiplica y se mezcla con todo y todos. Además, refleja excelentemente la talla internacional y su trascendencia incuestionable. Guitarra en duelo mayor nos muestra con una progresión temática lo sorprendente del crimen, en un tono que a veces se siente ingenuo, pero que hace meditar a cualquier lector:
“¿No sabes quién es el muerto, soldadito boliviano? El muerto es el Che Guevara, y era argentino y cubano, soldadito de Bolivia, y era argentino y cubano”.
Lectura de domingo, con un tono más recogido e íntimo, capta fielmente el instante en que el poeta escucha por la radio, esa mañana dominical, la noticia luctuosa. Es una atmósfera mucho más personal que comunica la inmediatez del impacto ante el lamentable y repudiable suceso:
“Siento las últimas palabras subir desde un gran hoyo negro. (…) “Después silencio. No hay más páginas. Esto se pone serio”.
Lo hemos apreciado, prosa y verso, en función de lo imperecedero. Las nuevas generaciones podrán beber en estas fuentes y fertilizará el ejemplo.