Cada año, en el ocaso de octubre, renace la figura del Comandante Camilo Cienfuegos en un punto al norte espirituano donde hoy como en toda Cuba se evoca más su presencia que la desaparición física.
El pueblo lo inmortalizó como el Héroe de Yaguajay -localidad perteneciente a la provincia de Sancti Spíritus- por la bravura con la que combatió en esa zona del país al ejército del dictador Fulgencio Batista.
Fue jovial, sincero, humilde, jaranero y con una sonrisa siempre a flor de labios, pero firme en sus ideales de justicia, decoro y libertad aprendidos desde la cuna.
Cuentan que a su perro le puso por nombre Fulgencio, aunque con la misma que usaba una broma también sabía imponer respeto a sus subordinados de la Columna Dos Antonio Maceo del Ejército Rebelde.
Otro de los epítetos, muy bien ganado por Camilo, fue el de Señor de la Vanguardia, mientras su figura delgada, su perfecta nariz y su sonrisa casi infantil, le identificaron en sus escasos 27 años de vida, cuando la muerte le sorprendió el 28 de octubre de 1959.
Bajo las aguas del mar quedó su cuerpo, pero jamás su ejemplo, porque como dijera el líder de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz (1926-2016) ‘hombres como Camilo Cienfuegos surgieron del pueblo y vivieron para el pueblo (…) Camilo vive y vivirá en el pueblo’.
Como todo joven amó y fue muy amado, pero su destino era abrazar la causa de la Revolución hasta sus últimas consecuencias, aunque ello le costara la vida, en aras de dignificar a la Patria, a los más humildes, a los humillados y sojuzgados por un régimen ignominioso.
En tanto, el guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara expresaría: ‘Camilo fue el compañero de cien batallas, el hombre de confianza de Fidel en los momentos difíciles de la guerra (…) Camilo era Camilo, señor de la vanguardia (…)’
Todos los años una oleada de pueblo lanza al mar, a los ríos o lagunas cientos de coloridas flores en honor al insigne revolucionario cuyo ejemplo se multiplica en cada joven cubano presto a defender su Patria ante el enemigo más sutil que intente mancillarla.
La Covid-19 ha impedido las concentraciones, la presencia de los pioneros con sus pañoletas azules o rojas llevando entre sus manos una flor para el joven del sombrero alón, aunque de algún modo llegará hasta este héroe bravío e inmortal el merecido homenaje.
Parafraseando un breve apotegma, las personas solo mueren cuando se les deja de recordar.