Tenemos un segundo cerebro, y no precisamente localizado bajo la ropa interior, aunque pueda resultar más atractivo.
Es en el intestino donde poseemos una función neuronal muy parecida a la actividad cerebral de la cabeza. El sistema digestivo produce una extensa red de neuronas que se localizan en las dos capas musculares de sus paredes. Su estructura es totalmente igual a las neuronas cerebrales y liberan las mismas hormonas, moléculas químicas y neurotransmisores.
Entonces, nuestro segundo cerebro está en el sistema nervioso entérico, y es un término que ya desde algunos años es aceptado por la sociedad médica, debido a la importancia que tiene para el funcionamiento de nuestro organismo.
El profesor Michael Gershon, de la universidad de Columbia en New York, quien ha dedicado 30 años de su carrera al estudio del sistema digestivo, asegura que el 90 por ciento de la serotonina (la hormona de la felicidad) se produce y almacena en el intestino.
La doctora Irina Matveikova, en su libro Inteligencia digestiva, una visión holística de tu segundo cerebro, hace un interesante acercamiento al sistema digestivo y aborda la importancia que desde tiempos remotos tiene para el ser humano.
“La actividad mental de nuestros ancestros era básica y se guiaba por los instintos. Nuestros parientes lejanos escuchaban bastante a sus tripas y actuaban según las señales que sus cerebros intestinales les enviaban.
Todavía hoy a pesar de la evolución, “de vez en cuando experimentamos ese sentir con las tripas. Se presenta con todo un abanico de sensaciones: desde el cosquilleo placentero hasta un nudo, un vacío o un dolor. Así habla el cerebro intestinal. El pobre, para atraer nuestra atención y generar alguna acción tiene que gritar muy fuerte con su ‘lenguaje’ a través de episodios de diarrea, espasmos o náuseas”.
El sistema nervioso entérico está en constante comunicación con el central. Los dos cerebros se relacionan constantemente, mucho más de lo que imaginamos. La doctora Irina pone algunos ejemplos en su libro que vale la pena tener en cuenta en nuestra vida diaria:
“Una diarrea con cólicos y espasmos nos nubla la mente, enciende al máximo el volumen de la irritabilidad y la sensibilidad y nos vemos invadidos por el cansancio y el agotamiento. Nos pone de mal humor y baja la productividad intelectual”.
Por otra parte, un estreñimiento acompañado de su hinchazón característica, “te hace sentir que tu vida es pesada y problemática. Te quita las ganas de realizar actividades sociales y físicas. Te convierte en un pesimista sarcástico, baja la libido y limita la vida sexual”.
“Algunas personas presentan un cuadro de supresión emocional, no saben expresar el afecto y por eso a menudo presentan una revolución interna: episodios de diarreas profusas, colon irritable y un sistema digestivo demasiado sensibilizado”.
Estos son solo algunos ejemplos. Si no lo habías notado, es vital que ahora prestes más atención a tu segundo cerebro, pues su papel en el bienestar físico, social y emocional de tu vida es imprescindible.
Curiosidad: Estudios revelan que un trasplante fecal puede salvar la vida. Por desagradable que parezca, según los promotores de esta técnica tiene un 90 por ciento de éxito. El objetivo del procedimiento es introducir microbios beneficiosos en el sistema digestivo del paciente.
Existe una bacteria llamada Clostridium difficile que después de un ciclo de antibióticos puede dominar el territorio intestinal, causando ataques múltiples de una fuerte diarrea en ocasiones con sangre e ir acompañada de fuertes dolores y fiebre. En casos severos puede ser fatal.
Con un trasplante de heces se puede repoblar el intestino con los microbios de una persona sana. Casi siempre es de algún familiar y esencialmente hay dos rutas: por la boca o el recto. Claro que los procedimientos varían, pero se han experimentado con enemas, colonoscopia, por vía oral en una cápsula o mediante un tubo nasogástrico o nasoduodenal.