La finca La vigía pertenece a la Empresa de Acopio y Beneficio de Tabaco (ABT) Mantua; la zona de desarrollo agrícola cuenta con 128 hectáreas que fueron arrebatadas al marabú, que crecía frondosamente allí, “ni siquiera se veía el mar, porque el monte tapaba la línea del horizonte”, comenta un colega que fue testigo de la limpia.
Por las escasas precipitaciones de los últimos meses ha disminuido notablemente el nivel de la laguna que utilizan como fuente de abasto para el riego, por lo que modificaron el esquema de cultivo previsto inicialmente para la campaña de frío e incrementarán las áreas a plantar de yuca, menos demandante de agua para su crecimiento.
Leonel Martínez Sánchez, jefe de finca, comenta que en la actual campaña solo han sembrado 53 hectáreas, aunque avanzaron en la preparación de tierras; asimismo, cercan áreas para el pastoreo de la masa ovino caprina.
También tienen crías de conejos y gallinas rústicas, de la primera estaba detenida la reproducción por la muerte del macho.
La entidad cuenta con 30 trabajadores que devengan bajos salarios, pues en La Vigía no hay estabilidad en sus aportes productivos, ni utilizan todas las potencialidades. Yodolki Tamayo Frías es un joven de 22 años que atiende las posturas dentro de las casas de cultivo rústicas, comenta que gana entre 1 200, 1 300 pesos quincenal, y aunque no está casado ni tiene familia a su cargo, es insuficiente para cubrir sus necesidades.
Sobre este tema, Yamichel Hernández Miranda, otro trabajador de la finca, señala que con ese dinero no se vive, y al preguntarle por otros beneficios como la venta de productos agropecuarios, asegura que son escasos y añade: “Como usted puede ver, ahora aquí la producción es muy poca”.
Entre los problemas que enfrentan está que cuando no hay petróleo para el tractor en que viajan no pueden ir, porque es un sitio muy alejado para los que residen en Arroyo de Mantua, que es su caso.
En intercambio con el colectivo, Eumelín González Sánchez, gobernador de Pinar del Río, instó a implementar sistemas de pago que incentiven la productividad y disponibilidad de alimentos para la población.
MALES COMUNES
La falta de iniciativa es un mal que también impera en la unidad básica de producción cooperativa Emiliano Zapata, ubicada en Las Clavellinas, allí los salarios son más altos, 5 000 como promedio, pero es gracias a las capturas que hacen del ganado sin control y los beneficios que representa esa venta.
Esta entidad que un tiempo descolló por sus resultados en la ganadería, actualmente con 18 vacas en ordeño, apenas logran 1,3 litros por cada una de ellas, no tienen sembradas plantas proteicas ni otros cultivos con el propósito de alimentar la masa.
Tampoco andan bien en reproducción, pues aunque disponen de ocho toros, tienen 52 vacas sin fecundar. Iraín Herrera Torres, presidente de la UBPC, explicó que el patrimonio de tierra que poseían abarcaba más de 5 000 hectáreas, en explotación tienen 2 200, el resto las entregaron en usufructo.
Incrementar las áreas de cultivos varios es uno de los propósitos y esperan rendimientos cercanos a las cuatro toneladas por hectáreas, de las 100 que tienen sembradas en la actual cosecha de arroz.
Cuentan con el equipamiento para una minindustria que les permitiría elaborar quesos y yogurt, todavía no han hecho el montaje de la misma, aunque está allí hace más de dos años. El incumplimiento de lo pactado con la entidad constructora que contrataron para ello, mantiene esa tecnología ociosa, aunque con sus actuales niveles productivos, no marcaría ninguna diferencia.
“LA PISTA”
De veterinario a emprendedor transitó Yasmani Armas Valdés, gestor del Proyecto de Desarrollo Local (PDL) La pista, en alusión a que el enclave antiguamente se empleaba para la aviación, hoy allí se empeñan porque levante vuelo un módulo pecuario.
Explica que el financiamiento es compartido, entre su aporte personal y el uno por ciento de la contribución territorial del municipio.
A la cría de equinos, importante fuente de ingresos, se suman conejos, carneros, aves, chivos y cerdos de capa oscura.
En la medida en que recuperan tierras cubiertas de marabú, elaboran carbón para la exportación, una de las limitaciones es que no pueden venderlo directamente, lo cual reduce las ventajas económicas de esta actividad.
Menos los cerdos, que aún amplían el banco reproductor, ya están en condiciones de comercializar el resto de las especies, aunque en pequeñas cantidades. Donaron un conejo macho para la finca La vigía.
Los salarios están en dependencia de la actividad que cada trabajador desempeña, pues pagan por resultados; no obstante, como mínimo es 7 500 pesos, “pero aquí hay gente cobra 15 000”, acota.
La extensión de tierra de que disponen es de cinco caballerías, actualmente tienen siembras de cultivos varios para el autoconsumo de los trabajadores: boniato, frijoles, no solo con el propósito de venderles, sino de elaborar el almuerzo en la unidad y asegurar una adecuada alimentación en consonancia con el rigor de la actividad que realizan.
Queda mucho por camino por andar, pero al menos se constata motivación y ánimo.
LAS CONSECUENCIAS
En el Sistema de Atención a la Familia (SAF) del consejo popular de Arroyo de Mantua carecían de vianda para ofertar en el almuerzo. El punto de venta de productos agropecuarios mostraba los cajones para mercancías vacíos; escondido en el almacén, un saco de yuca que “ya estaba vendido”, según declaró el dependiente.
Situación similar se presentó en el Mercado Agropecuario Estatal del poblado, en ambos casos, el Gobernador hizo hincapié en que ante tan poca oferta, todo lo que se reciba ha de estar en venta y hay que regular las cantidades para que un mayor número de pobladores se beneficien de los productos; además, recordó que es prioridad abastecer a los centros del llamado consumo social, entre los que figura el SAF.
“Atender a las personas incluidas en ese programa no es un favor, es una política del Estado, hay que respetarla y cumplirla”, enfatizó.
La estabilidad es uno de los retos de la agricultura y estructuras dotadas de la posibilidad de mitigar el impacto del cambio climático como la finca La vigía, con casas de cultivo rústicas, las cuales están llamadas a ser protagonistas para ello.
No basta con trabajar, hay que hacerlo de acuerdo con las necesidades, con prácticas harto conocidas como las siembras escalonadas, diversificación de cultivos, óptimo aprovechamiento de la tierra y un poco más, ese extra que requiere el sentirse responsable de lo que se hace y tomar la iniciativa para que se logre.