Ella y él, tomados de la mano como hace más de 50 años atrás, comenzaron la semana como de costumbre. Una pequeña caminata matutina, seguida de algunos ejercicios de calistenia para estirar los huesos. A esta edad es saludable mantenerse activo y con buenas energías.
Tras concluir las instrucciones del profesor del “club de los 120”, cada uno se dispuso a lo suyo. Ella a asegurar, preparar y acometer las labores del hogar como la limpieza y los arreglos del almuerzo; él, rumbo a la calle “en busca” de los mandados del mes y alguna que otra cosilla de los agros o carretillas, cuidando siempre no excederse del poder adquisitivo conjunto.
Paula y Félix, por azares de la vida, no pudieron tener hijos, pues la biología y el genotipo de ella se encargaron de que no fuera fértil. Aun así, Félix se mantuvo fiel a su lado todos estos años, alegando que como su compañera jamás existirá alguna ni remotamente parecida.
Él, trabajador modelo, destacado y condecorado, tanto en su taller de maquinaria como en las zafras y misiones internacionalistas en las que participó activamente. Ella, de las primeras graduaciones de la Escuela de Corte y Costura, y posteriormente trabajadora de un atelier.
Sitúo este contexto, pues para las líneas posteriores de este comentario es sumamente importante.
Aclarado lo anterior, es de saberse que ambos viven solos en una casita humilde, donde lloran a veces angustiados por la soledad que los embarga, pero también ríen con sus vecinos y las ocurrencias de un pequeño del barrio que los quiere como si fueran sus abuelos de sangre.
No son un matrimonio perfecto, –¿cuál lo es?– pero entre sus paredes de maderas roídas por el paso de los años se respira serenidad. El amor, ciertamente no falta en ese hogar… y sí, conforman una unión muy feliz.
Pero Paula y Félix hoy tienen un problema mucho más grave que la soledad, su linaje entrecortado, o la situación estructural de su pequeña casa… el asunto es que no les alcanzan sus respectivas chequeras para llegar a fin de mes.
Félix ya ha quedado para material de consulta sobre motores de combustión y electricidad automotriz, pues sus manos y fuerzas casi no le responden. Paula cose lo que puede para la calle, pero tantos años de fijar la vista le han pasado una factura demasiado cara.
Lo cierto es que planificar los menús culinarios, al menos de una forma decorosa, para ellos se ha convertido en una tarea casi imposible. Hablemos de la malanga (a más de 100 pesos la libra), un galón de leche para desayunar (300), frijoles (240) y ajo (300 por ristra). Eso para no mencionar el aceite (800 pesos el litro) o la carne: digamos 10 libras de pollo a 3 500 pesos; o cerdo… ahí lo dejo. Pensemos que no se enferman para tampoco hablar de medicamentos.
No es menos cierto que nuestro país se toma muy en serio la atención a este sector, sobre todo en la difícil situación económica, pero, con el permiso de los “cuadrados”, para el escriba no es suficiente.
Esto no es el agua tibia. Es un secreto a alta voz. La realidad es que a ancianos como Paula y Félix se les escurre el dinero entre las manos. Y sí, existen hogares para ellos, pero no siempre hay matrículas… y de escoger, ellos prefieren seguir “malabareando” sus chequeras que pagar las altas cuotas –a su modo de ver– que se piden en estas instituciones.
Recordemos que gran parte de este grupo etario –del que mañana formaremos parte, quizás con las mismas peculiaridades que la pareja de estas líneas – son mujeres y hombres que dedicaron toda su vida, salud, energías y sus mejores años al trabajo de hacer grande a este país.
Un sector que, a pesar de sus imposibilidades, se mantiene resistiendo los embates de un bloqueo y de las carencias nacionales como campeones… y que a pesar de todo están dispuestos a hacer por Cuba lo que haga falta.
Por ende, desde cada administración debería analizarse –de acuerdo con las facultades conferidas– cómo aumentar la capacidad de compra de estos ancianos. Poner más empeño en hacerles la vida más llevadera a los de la tercera edad con paquetes económicos solo para ellos debe ser una meta a cumplir.
Trazar alternativas o aplicar medidas que ayuden al día a día de los más longevos con menor poder adquisitivo, debido a nuestro envejecimiento poblacional, es ya un asunto de urgencia.
Ideas pudieran surgir muchísimas, como también censos y planes emergentes para una población, que, como Paula y Félix, lo necesitan para ayer.