Casi tan limpia como los equipos de la línea que nunca han funcionado, la estera de la máquina de beneficio de frutas y vegetales de la minindustria La Época, en Pinar del Río, indica que algo no anda bien.
La falta de materia prima hace que permanezca inactiva, alimentando las dudas sobre una instalación que se concibió como una necesidad del municipio pinareño de Consolación del Sur.
Tras una reanimación capital que incluyó el montaje de una nueva tecnología, con una capacidad de procesamiento de una tonelada por turno de ocho horas, La Época volvió a ponerse en marcha hace alrededor de cuatro años, convertida en proyecto de desarrollo local.
Antes lo había hecho de manera muy rústica, con una cocina de leña, hasta que los huracanes Gustav y Ike la destruyeron en 2008.
Además de cerrar ciclo productivo y aportar alimentos, luego de su modernización, la minindustria de conservas debió servir de “polígono demostrativo” para otras localidades del municipio y la provincia.
Sin embargo, la realidad no puede ser más distinta y la pequeña fábrica pinareña hoy es, en todo caso, un ejemplo lamentable de lo que no debe pasar.
Raciel Piñera, el administrador, explica que de una plantilla de 27 trabajadores, solo cinco permanecen actualmente en La Época.
El resto ha sido reubicado en otras unidades, ante la falta de contenido para ellos.
“Esto es por el déficit de materia prima”, dice. Pero, ¿por qué dedicar miles de dólares a esta inversión sin tener garantía de suministros?
Aparte del puré, las mermeladas y los dulces de frutas que hoy se encuentran muy lejos de sus potencialidades, la minindustria también fue diseñada para elaborar mayonesa, otro renglón que ha habido que descartar porque depende del aceite, que es un recurso importado.
Fomentar una fábrica sin haber asegurado antes los insumos necesarios para trabajar con estabilidad, no es el único error en torno a La Época.
Mientras recorremos la instalación, Raciel Piñera muestra varios equipos que nunca se han utilizado.
Es el caso, por ejemplo, del fogón, que no se emplea por ser un alto consumidor de energía.
También el de las máquinas automáticas para embolsar la producción y para el embotellado, que los especialistas extranjeros encargados de la puesta en marcha no pudieron echar a andar y hoy son meros objetos decorativos.
Aun así, La Época no es el peor proyecto de desarrollo local que se haya diseñado e implementado en Pinar del Río. Por encima de ella hay otras iniciativas que también costaron miles de dólares y fracasaron totalmente.
Memorias del subdesarrollo
Desde que en 2010 una carpintería dotada con un moderno equipamiento para la producción de muebles en el municipio de La Palma se convirtiera en el primer proyecto de desarrollo local de Vueltabajo, el fantasma de la improvisación ha estado rondando este tipo de experiencias.
Un año y medio después, Granma alertaba sobre la falta de materias primas para poder cumplir los planes productivos en la nueva carpintería, porque la entidad que promovió el proyecto no tenía asignación de madera.
Además, advertía sobre la rotura de varios equipos prácticamente nuevos, al parecer, debido a que la tecnología importada no fue la más idónea, según afirmaban los propios obreros.
Lo que debió servir de aprendizaje para evitar más tropiezos, seguiría siendo, sin embargo, un problema recurrente en nuevos emprendimientos.
Jesús Alberto Gorgoy, director de Gestión del Desarrollo en el Gobierno provincial de Pinar del Río, reconoce que aquellos proyectos, que desde sus inicios dependieron de algún elemento importado, tuvieron que cerrar.
“En términos comerciales son proyectos que fracasaron, y todos estuvieron vinculados al tema de la industria local ligera y a la gastronomía”, dice.
Así sucedió con algunas iniciativas que ya no existen, como una fábrica de pinturas ubicada en la zona industrial de la capital pinareña, que llegó a lograr producciones de una alta calidad pero que a la larga resultaron insostenibles, y con otras que hoy sobreviven a duras penas, bajo distintos esquemas de gestión.
Detrás de cada uno de ellos hay miles de dólares malgastados, tiempo perdido y frustración.
“Aquí todo el que viene se asombra con la calidad de las máquinas que tenemos, y mírelas ahí, en un rincón”, lamenta Iris Dany Gato, la administradora de un taller de bisutería de Consolación del Sur, concebido hace alrededor de diez años como un proyecto de desarrollo local para elaborar cintos, carteras, billeteras y otros objetos de piel, que como era de esperar, quebró hace tiempo por falta de materia prima.
Dianelys Oliva, la administradora de la antigua fábrica de guayaberas del municipio de Los Palacios, tampoco disimula el desconcierto. De la época en que la instalación funcionó a plena capacidad, asumiendo importantes pedidos, como aquel de 14 000 prendas, entre pantalones y camisas, para los trabajadores de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, solo queda el recuerdo.
“Desde 2015 hasta 2017 estuvimos interruptos y de ahí para acá no hemos vuelto a tener estabilidad”, dice.
“Ahora mismo, solo llevamos trabajando poco más de un mes, después de haber estado parados desde agosto del año pasado”.
En casa de herrero, ¿cuchillo de palo?
Tantos desaciertos sorprenden en una provincia que, paradójicamente, acumula más de 20 años de experiencia en materia de estudios sobre desarrollo local y recuerdan el viejo refrán de que “en casa del herrero, cuchillo de palo”.
Precisamente, al mismo tiempo que acá se ha estado impulsando una serie de proyectos fallidos, los especialistas pinareños han viajado a otros territorios del país para realizar acciones de capacitación y han trabajado arduamente para completar las estrategias de desarrollo de los 11 municipios pinareños y la de la provincia en general.
“Esto es un elemento que favorece el escenario de manera sustancial, porque ahora los territorios tienen la herramienta que permite la planificación del desarrollo sobre la base de acciones previamente concebidas, hasta el año 2030”, considera Jesús Alberto Gorgoy.
De las estrategias elaboradas, el funcionario señala que se derivan 347 programas de desarrollo, y de estos se han identificado unas 250 ideas de proyectos que, a su vez, han dado pie a 78 proyectos de desarrollo local ya diseñados.
“Es decir, con los cálculos y toda la evaluación que se hace para conformar el expediente de estos proyectos”, detalla Gorgoy.
No obstante, en concreto, a 13 años del surgimiento de las primeras iniciativas de este tipo en medio del proceso de actualización del modelo económico cubano, Pinar del Río solo tiene 22 proyectos en implementación, entre los que se incluyen experiencias amargas como la de la minindustria La Época, otras con un marcado atraso en el cronograma, como las tres instalaciones para el turismo local (que debían estar funcionando desde el año pasado), y otras con un carácter puramente social (dos casas de cuidado diurno para adultos mayores en el municipio de Consolación del Sur).
Consciente de que existe un abismo entre las posibilidades identificadas desde la academia y la realidad, el director de Gestión del Desarrollo en el Gobierno provincial reconoce que es preciso avanzar a una mayor velocidad.
“Claro que no es suficiente la cifra de proyectos de la que hemos hablado, y que la provincia tiene potencialidades para implementar muchísimos más”, admite el funcionario.
Aunque la cuestión no solo está en multiplicar la cantidad de iniciativas en marcha, sino en asegurar que aquello en lo que se inviertan esfuerzos y recursos sea sostenible en el tiempo, para evitar nuevos fracasos y lograr que el desarrollo local deje de ser un concepto que no acaba de encontrar su camino en nuestra cotidianidad. En términos cinematográficos, lo que se llamaría un buen guion con una mala puesta en escena.