Si al llegar a un lugar para obtener un servicio, el cual vas a pagar, saludas como norma de educación y recibes una mirada fría y ves los labios sellados de quien debe corresponder, y vuelves a saludar y percibes que te miran y te tratan con una ignorancia supina, entonces te das cuenta que es mejor poner punto final y no suspensivos para que no se convierta el venenoso orgullo de quienes deben servirte en una intoxicada indisposición.
Después uno reflexiona sobre el sentido de servir y la educación que es esencia del desarrollo del ser humano en todas sus facetas al abarcar la plena evolución de la persona, tanto física, intelectual y conductual, pues ella orienta desde la raíz hacia la perfección personal, hacia la mejora social.
Con esta concepción hay que reconocer que la humildad es un valor que engrandece a los individuos y esta se adquiere en el hogar y en la escuela con la socialización, asimilación y la práctica de las normas de cortesía, delicadeza y civismo, porque la educación enseña para vivir en interrelación conductual y cultural con los demás. El trato correcto y adecuado influye hasta en las cualidades morales de todo ser y en la integración mutua.