No nos sorprende la agilidad con que nuestros hijos pequeños aprenden a dominar un celular, un tablet o una computadora. Nadie los enseña, pero al ser “nativos digitales”, pareciera que solo esa condición los predispone para, en cuestión de nada, saber desenvolverse en el mundo virtual como expertos.
¿Cuánto de beneficioso o perjudicial puede tener el consumo de internet para los niños y adolescentes? Sobre este particular mucho se ha escrito y debatido y los especialistas de distintas ramas como la Psicología y la Pedagogía apuntan a que hoy se puede hablar de una adicción a los medios y plataformas digitales en estas edades.
En su mayoría, el fenómeno es propiciado por los padres que facilitan los medios a los pequeños desde bien temprano, incluso, sin haber cumplido el primer año de vida y hasta tienen dos o tres, para que vean muñes y canciones infantiles.
Las alertas desde el sistema de Salud no han faltado, pero, así y todo, muchos adultos no son capaces de percibir el riesgo y terminan provocando en los hijos serias dificultades relacionadas con las limitaciones para el intercambio social y la relación con otras personas.
Si bien los especialistas señalan que los medios audiovisuales se usan para estimular el lenguaje, por ejemplo, por constituir un canal de aprendizaje muy gustado por los niños, deben respetarse los límites, pues la relación con otros de su edad no puede ser suplantada por la tecnología.
El tiempo de confinamiento en el hogar por la COVID-19 agudizó las problemáticas asociadas al consumo desmedido del entorno virtual, ya que fue la vía que gran cantidad de padres encontraron para “controlar” a los muchachos en los hogares.
Mas el problema no se ciñe únicamente al acceso de los más pequeños a las nuevas tecnologías. Los adolescentes prefieren los videojuegos y las redes sociales, siguen youtubers, canales de Instagram y chatean con media humanidad.
A un acceso equilibrado de los dispositivos y que ello sea una prioridad para los responsables parentales ha abogado también el Código de las Familias, a partir del riesgo que supone para nuestros infantes su consumo sin límites.
El descuido que muchas veces se tiene en el día a día con nuestros hijos se extrapola también al espacio virtual, y hay que saber qué hacen con un móvil, con quién hablan, qué tipo de materiales y productos consumen, con qué o quién interactúan o simplemente darse cuenta a tiempo de que no es recomendable que el pequeño pase horas y horas delante de un televisor viendo muñequitos sin ningún tipo de interacción humana. En todos los casos, es una negligencia.
Ocurre que en demasiadas ocasiones tampoco los padres tienen una cultura hacia estos temas y advierten que es normal y hasta beneficioso el consumo de lo “digital” a cualquier edad, porque se usa, porque está de moda o porque eso demuestra “mis esfuerzos para que el niño tenga un dispositivo de última generación”, aunque en realidad le falten otras muchas cosas como atención y tiempo en el plano familiar.
Algunas preguntas sencillas pueden hacerte saber si estás al tanto del uso que tu hijo hace del entorno digital, audiovisual y de internet, y, además, podrían servir de alerta. Si es pequeño, ¿juega con otros niños? ¿Pasa horas con un tablet en la mano y prefiere esto antes que jugar contigo? ¿Habla como Dora y Diego? ¿Hace entonaciones como si fuera de otro país y dice banana por plátano, chupete por tete, paleta por chupachupa?
Si es mayorcito, ¿sabes a qué grupos de WhatSapp pertenece? ¿Qué tipo de información comparten en él? ¿Conoces con quién chatea? ¿A quiénes sigue en las redes?
Estar al tanto de ello sería muy importante, y buscar ayuda especializada en caso de ser necesario también. Nunca es tarde para mantenernos pendientes de los pequeños de casa. Esa es nuestra mayor responsabilidad.