La vacunación de nuestros niños y adolescentes era una noticia muy esperada, pero para más de una familia la alegría de protegerlos se vio empañada por la falta de organización con que inició el proceso.
Si ya había montado un sistema que funcionó para los adultos ¿por qué modificarlo? Al reducirse el número de sitios habilitados se propicia la aglomeración de personas, en este caso por cada menor había también un padre o tutor.
No se estableció un sistema que facilitara la concurrencia paulatina, ya fuera por grados, escuelas o lugar de residencia. Al convocar por orden de llegada se prolongó el tiempo de espera y el innecesario contacto, más teniendo en cuenta que mucho de esos niños y adolescentes llevaban meses en sus casas y es difícil contener la efusividad del encuentro al ver a sus coetáneos.
Como ya es costumbre, las redes sociales fueron una plataforma en la que los padres expresaron su inconformidad, testimonios que refirieron estancia desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde, hubo quienes no sabían dónde les correspondía asistir, colas desde la madrugada, violación de la misma por personal implicado que entraban a familiares y conocidos usurpando el derecho de otros infantes, fatigas por la exposición al sol y las horas sin comer entre otros incidentes, casi todos narrados junto a la preocupación de que la situación se tradujera en un incremento de casos en esas edades.
Después de haberles pedido por meses que se quedarán en casa; de apartarlos del juego, los amigos y la familia, es injusto que por incapacidad organizativa estuviesen expuestos al contagio con la COVID-19, justo en el momento en que más debían protegerse para que la vacunación sea un proceso exitoso.
Reza un viejo refrán que aguas pasadas no mueven molinos, pero sería útil que esta vez lo hagan y para la segunda dosis se tomen otras decisiones que posibiliten a las familias saber en qué horario deben presentarse, disminuir las aglomeraciones, la espera y los riesgos.
Es un gran triunfo que Cuba sea el primer país del mundo que esté vacunado a la población infantil, por ello no dejemos que se ensombrezca esta victoria por errores achacables a la poca previsibilidad humana. ¿Qué esperaban los organizadores al no establecer un orden de convocatoria escalonado?
Los mismos grupos que se utilizan para socializar indicaciones docentes pueden emplearlos para encauzar este proceso crucial, que en cada escuela estén disponibles listados y los profesores que realizan la guardia ofrezcan la información por teléfono, que se publiquen en los perfiles institucionales y otros canales de comunicación que han probado ser efectivos en estos tiempos de pandemia.
Alternativas hay tantas como capacidad creativa tengan los organizadores, y para los que están en edades escolares, en los centros se recopila toda la información de contacto de los padres y tutores, es ahora un momento indicado para usarla.
Mucho se ha explicado sobre la seguridad de estas vacunas para los niños, no pretenderé emular con los detalles ofrecidos por los especialistas; la masividad prueba la confianza mayoritaria en ellos, pero la forma en que se implementó en Pinar del Río deja mucho que desear y le añade un elemento de riesgo innecesario.
Vivimos tiempos muy complejos, diariamente sabemos de personas que enfermaron, de fallecidos, de fallas en la atención primaria que generan descontento, carencias de medicamentos, insuficientes capacidades hospitalarias y en centros de aislamiento, y todo ello, en medio de un crisis económica que dificulta obtener los productos básicos para la subsistencia, tanto por su poca disponibilidad como por los precios excesivos. Entonces es inadmisible que errores humanos ensombrezcan esta luz esperanzadora que es la vacunación de los niños y adolescentes.
Esperemos que la segunda etapa venga acompañada de la subsanación de los dislates cometidos en la primera.