Ya comenzó de nuevo la carrera contra las inclemencias del tiempo. Es normal en cada año. Recordemos que somos un país en el que, de una forma u otra, cada una de estas temporadas nos deja algún saldo negativo y siempre algo que lamentar y aprender.
A partir de este primero de junio nos adentramos en un periodo bastante peligroso para Cuba. Apenas comenzó el mes y ya sentimos los estragos de esta venidera etapa ciclónica.
Sí, las intensas lluvias no se hicieron esperar en el presente mes y creo, como a modo de preámbulo, nos dejan entrever lo que nos depara el resto de estos meses hasta el venidero noviembre.
No es menos cierto que tras varias ediciones del ejercicio popular Meteoro, ya no son tantos los incidentes trágicos que debemos lamentar y la pérdida de vidas humanas es casi nula.
Sin embargo, todavía debemos intencionar acciones campo adentro, y no cesar en el empeño educativo hacia nuestra población sobre los posibles riesgos ante los desastres naturales que nos golpean.
Recordemos que por ley geográfica tenemos un imán innegable para los ciclones y las lluvias intensas; y sí, si somos lo suficientemente críticos podríamos hacer incluso alusión al refranero popular de que solo “nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena”.
Luego, tras cada incidente, o durante el mismo, se aceleran las pulsaciones de dirigentes, campesinos y personas en sentido general, pues no actuamos, enfrentamos o corregimos a tiempo tal o más cual fenómeno.
Es entonces cuando vienen las cifras negativas, los palos al mulo, las amonestaciones, responsabilidades en tierras de nadie y tantas otras cosas que no deberían pasar. Pero pasan.
Lo cierto es que con la llegada de estas fechas, las precipitaciones se hacen más fuertes y constantes cada vez –ya recién tuvimos una probadita de lo que nos puede volver a ocurrir–, y con las precipitaciones, el acompañamiento de los harto famosos problemas de tragantes tupidos y desagües en mal estado.
Y que nadie se ponga bravo, pero los puntos sobre las íes… las recientes inundaciones en toda la provincia demostraron lo mucho que todavía se debe trabajar para evitar que a cientos de ciudadanos no se les perjudiquen sus bienes materiales.
No digo que no estemos preparados para afrontar tales inclemencias meteorológicas, no. Más bien que, casualmente todos los años, para seguir con los refranes, nos muerde el mismo perro en los mismos lugares, perdón, en los mismos repartos y las mismas calles de la capital vueltabajera. ¿Ya deberíamos haber aprendido algo no?
Alguien me comentaba recientemente que un gran número de los tragantes y el sistema de drenaje de la capital pinareña estaba en malas condiciones y abarrotado de vaya usted a saber cuántas cosas.
Y no es de dudar, a ciencia cierta no podría decirse, pero bien valdría la pena para aquellos escépticos echar una mirada rápida a cualquier alcantarillado de la ciudad; una mirada bastaría para ver desde papeles, pomos, latas y vasitos hasta montones de tierra subyacentes, “gracias” a algunos de nuestros barrenderos y otros irresponsables.
Esto último no es ni por asomo el todo del asunto, pues a ello se deben sumar la limpieza periódica –ojo– de arroyos y ríos, así como la creación de sistemas de desagües y drenajes en las comunidades vecinales.
Por supuesto, tampoco escapa de este mal la protección temprana de cultivos, pues es más fácil decir que se perdió o sencillamente echarles la culpa a las tierras bajas.
Si algo de bueno tiene la premura en estos casos, es que, a tiempo, todo tiene solución. A tantos años y eventos meteorológicos de diversas índoles, creo que es momento de un cambio de estrategias; iniciativas que aporten no solo desde el Gobierno, sino desde cada barrio o comunidad. Recordemos que las preocupaciones y ocupaciones de hoy serán sin duda las tranquilidades y sosiegos del mañana.