¿Quién no ha procrastinado alguna vez?

Quizás también te ha ocurrido a ti que requieres redactar un texto, pero decides limpiar la casa, o tienes que estudiar para un examen y terminas compartiendo con un amigo, o precisas hacer ejercicios, mas te dispones a consultar la Internet.

 A ese estado del ser humano la Piscología da el nombre de procrastinación. Marta Guerri en el portal web Psicoactiva explica:

“Esta palabra proviene del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro, postergación o posposición. Por tanto, la procrastinación es la acción o el hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.

“El término se aplica en Psicología para definir la sensación de ansiedad generada ante una tarea pendiente de concluir. Es un trastorno del comportamiento que a todos nos afecta en mayor o menor medida en alguna ocasión, y que en términos más populares le solemos llamar «pereza» o dejar para mañana lo que deberíamos hacer hoy”.

Existen varios tipos de procrastinación. Cristian Mantilla Simón, especialista del sitio digital Psicología y Mente argumenta que la clasificación depende del factor que mayor peso tenga en cada persona. “Principalmente: expectativa (baja confianza en uno mismo), valor (dependencia de la recompensa y propensión al aburrimiento) e impulsividad (no puede esperar).

Acerca del factor expectativa, Mantilla Simón refiere que el exceso de optimismo nos lleva a la inacción, esperando sentados que ocurra un milagro y que ese optimismo, entendido como la dificultad atribuida a la tarea, se hace especialmente patente a la hora de estimar el tiempo que nos llevará cumplir nuestro objetivo (falacia de la planificación) y que finalmente suele resultar ser mayor que en nuestras estimaciones.

En el caso del elemento valor, el especialista argumenta que este desencadena el referido trastorno porque precisamente las tareas que odiamos están entre las que más tendemos a posponer, especialmente aquellas tareas repetitivas, monótonas y que son muy sencillas.

Pero considera este conocedor del tema que lo que realmente nos sabotea es nuestra impulsividad, la potencia de ese cerebro instintivo, que es más rápido e indómito que nuestro cerebro racional, razón por la cual cuando pensamos “no debería haberme comido ese pastel” ya es tarde, porque el cerebro emocional es como un caballo encabritado que tiene mucha fuerza.

Coinciden los expertos en Psicología en que la procrastinación provoca una sensación de caos, de no poder llegar a todo y de frustración, debido a la acumulación de tareas pendientes. Concuerdan en que produce sentimientos de insatisfacción, inseguridad, inferioridad, estancamiento. Y que como consecuencia, además, se termina perdiendo la confianza y el respeto de los demás.

Desde su experiencia, la psicóloga Tania Sanz de la plataforma hipermedial Habitualmente reflexiona:

“No es una tendencia de moda, realmente puede afectar tu productividad, autoestima y satisfacción personal. La procastinación disminuye la confianza en ti porque maximiza tus errores y minimiza tus avances. Te hace sentir frustración y culpa por no lograr terminar lo que empiezas. Te hacer creer que tú eres una persona que no cumple lo que se propone. Esta identidad se convierte en una pesada mochila que llevas a todas partes y que empieza a afectar otras áreas de tu rutina”.

Sanz asegura que cuando procrastinamos una tarea importante con otra actividad no es por pereza, sino por la emoción que nos provoca esa tarea importante.

“Tú no estás evitando una tarea o actividad, sino la emoción incómoda o negativa que te hace sentir. Por ejemplo, procrastinas ordenar el armario porque es una actividad que te aburre demasiado. Procrastinas terminar tu tesis porque te ocasiona estrés y ansiedad ver todo lo que te falta. Procrastinas llamarle a tu familia porque te genera culpa no haberlo hecho antes. Procrastinas retomar tu proyecto porque te hace sentir miedo de un posible fracaso”.

Sanz hace énfasis en que esas emociones incómodas no se van a evaporar, sin embargo, asegura que hay algo que podemos hacer al respecto.

“Si aprendemos a manejar mejor nuestras emociones, también aprenderemos a controlar nuestras acciones. Y, ¿cómo podemos aprender eso? Dos palabras: solo empieza”.

De forma general, la comunidad de psicólogos ofrece nueve estrategias prácticas para dejar de procrastinar. Ellas son:

  1. Estrategia de la frontera: marca una fecha concreta en la cual debe estar hecho.
  2. Estrategia del topping: compagina con una actividad que disfrutes.
  3. Estrategia del pixel: tu vida es una pantalla, si un día procrastinas el pixel se verá negro.
  4. Estrategia origami: divide esa actividad que pospones en algo muy fácil.
  5. Estrategia de la rana: No lo pienses. ¡a primera hora cómete esa rana!
  6. Estrategia del diálogo: replantea tu diálogo interno, diciendo “yo decido hacer”
  7. Estrategia de la claridad mental: escribe lo que tienes que hacer de forma específica.
  8. Estrategia de la planeación realista: planea tus tareas y actividades de forma realista.
  9. Estrategia del spray anti-perfección: aprende a ser realista con tus expectativas y estándares.

CURIOSO: Leonardo Da Vinci demoró 16 años en pintar la Mona Lisa.  Según Tania Sanz, psicóloga de Habitualmente, Tania la demora no necesariamente se debió a que la obra fuera particularmente difícil. “Lo que realmente ocurrió es que Da Vinci tenía el hábito de procrastinar”.

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