Cuando la campana anunciaba el fin de la pelea en el Kokugikan Arena, Roniel Iglesias marcaba con sus puños los aros olímpicos estampados en la lona del ring. La primera medalla de oro del buque insignia cubano estaba en el pecho de un pinareño.
Fue de los últimos atletas en llegar a Japón, la Covid-19 le había jugado una mala pasada, y no figuraba entre los pronósticos de muchos especialistas para ganar el título. Sin embargo, la historia fue otra. El único boxeador cubano que participa en cuatro citas estivales ya es leyenda junto a gigantes como Savón y Stevenson al sumar tres medallas olímpicas, dos de ellas áureas.
En Beijing 2008 inauguraba Roniel su palmarés olímpico con un metal bronceado en la división de 64 kg, cuatro años más tarde subía la parada con el primero oro de la delegación cubana en Londres, y aunque en Río de Janeiro el podio se le hizo esquivo, parecía guardarlo todo para Japón, ya con 32 años y en otro peso.
La pizarra marcaba el 5-0 de los árbitros ante Pat McCormack, la joven promesa británica, que muchos daban como favorito.
“Llegué con todo a los Juegos Olímpicos, me sentía en muy buenas condiciones. Me recuperé favorablemente y di lo mejor en la final. Es un resultado fruto de mucho sacrificio, y del apoyo de muchas personas”, dijo a la prensa durante un recibimiento en su casa del reparto Lázaro Acosta.
Tras la euforia de la victoria y la satisfacción de haber demostrado que sí podía cuando muchos no creyeron, se plantea continuar en competencia hasta tal vez llegar a París 2024:
“Pienso seguir compitiendo, vienen cosas muy favorables para el boxeo, competencias de nivel en las que quiero representar a Cuba y obtener buenos resultados. Mis entrenadores son los mejores en el mundo, ellos sabrán cómo dosificar las cargas de entrenamiento para lograr llegar a la próxima olimpiada.
“Debo esforzarme mucho para eso, pero vamos paso a paso. Tenemos un campeonato mundial en los meses que se avecinan, así que ahora la meta es obtener el segundo título mundial”.
Con la sencillez que lo caracteriza habla orgulloso de sus compañeros cuando alguien le dice que es el mejor del mundo por su dominio de la técnica y la forma en que pelea las tres distancias.
“Tengo compañeros con muy buenas condiciones, no creo que yo sea el mejor, lo que pasa es que nadie esperaba ese resultado porque muchos no confiaron en mí”.
Reitera que ha sido vital el apoyo de su familia y que además tiene ahora un motor impulsor que lo mantiene dándolo todo en cada combate:
“Lucas es mi motivación. Aún es pequeño pero trato de inculcarle cosas positivas desde ahora, quiero que cuando crezca y vea los videos se sienta orgulloso de que su padre haya sido un campeón”.
A sus 33 abriles y después de nueve años, Roniel parece resurgir como el ave fénix. En medio de la alegría y los constantes saludos de gente que lo admira, bromea con la prensa y reafirma su voluntad de cosechar más triunfos:
“Parece que ustedes van a tener que seguir hablando de mí, porque yo quiero seguir dándole más victorias a este barrio que me vio crecer, a esta patria”.