Justo en el extremo más occidental de Cuba, en la península de Guanahacabibes, se erige el radar meteorológico de La Bajada, un guardián considerado entre los más estratégicos, por encontrarse en la zona de intercambio de fenómenos de latitud media con el trópico.
Desde que el 16 de agosto de 1973 emitiera la primera señal, ha detectado frentes fríos, huracanes, depresiones tropicales, tormentas tropicales, pues tiene un alcance que va de los 400 a 500 kilómetros, y de forma efectiva, de 350 kilómetros.
Para Raúl Vargas Muñoz, meteorólogo de Pinar del Río, la “sensibilidad” con la que trabaja distingue al radar, uno de los parámetros esenciales para el monitoreo de un sistema nuboso y emitir las alertas oportunas.
Recuerdo cuando la famosa tormenta del siglo (marzo de 1993) que fue el primero en verla, y a partir de ahí pudimos hacer una evaluación correcta de la situación y se puso en aviso al resto del país, sobre todo al occidente, explicó.
Por su posición geográfica, Pinar del Río siempre es la primera provincia afectada por los sistemas invernales, y el radar los detecta, apuntó; pero no solo se puede utilizar para la nubosidad, también ante el vertimiento de contaminantes, derrames de petróleo, las migraciones de aves, para seguir las posibles inundaciones, porque identifica el oleaje.
A pesar del desarrollo de otras tecnologías, ese tipo de artefactos constituye una herramienta insustituible pues, fundamentó, posibilita verificar aspectos que el satélite no da, e interactuar en tiempo real de cara a la evolución de los fenómenos y las posibles zonas de afectación.
Cuando hay un evento meteorológico de gran magnitud se emplean todas las herramientas, pero en condiciones de tiempo normal, principalmente en el verano, se pueden formar áreas de nublados responsables de tormentas a escala local y con daños comparables a los de un huracán, y con un satélite es casi imposible de detectarlas, agregó.
El ingeniero Gonzalo Linares, especialista principal, hace 33 años labora en el radar y ya perdió la cuenta de la cantidad de fenómenos que ha visto; no obstante, en su memoria permanecerán los ciclones tropicales Gilbert (1988) Isidore y Lili (2002), Gustav e Ike (2008) e Ian (2022).
Este radar forma parte de la red existente en Cuba y durante la temporada ciclónica —del 1 de junio al 30 de noviembre— la mayor parte de los eventos que se forman en el Caribe occidental afectan a Vueltabajo, de ahí la pertinencia del equipo y su aporte a la vigilancia meteorológica en el área, aseveró.
En el año 2005 fue sometido a un proceso de automatización que tributó a la mejor recepción de la imagen y a obtener mayor cantidad de información a partir de ella, precisó.
Cada 10 minutos el radar realiza una observación, que se archiva en una base de datos y facilita el análisis de las estadísticas y ver las variaciones en los patrones de comportamiento de los sistemas meteorológicos, argumentó uno de los hombres que ante ciclones tropicales permanece todo el tiempo allí.
Cual guardián del occidente cubano, el radar desafía el tiempo y sigue siendo una edificación imprescindible para la vigilancia en la mayor de las Antillas y el Caribe.
Durante más de medio siglo ha sido una herramienta confiable y sinónimo de calidad, por eso el Centro Nacional de Huracanes de Miami envió un reconocimiento por el trabajo durante el paso del huracán Idalia, en 2023.