Hace poco más de una semana se dio a conocer que el Consejo de Ministros aprobó “directivas generales para el enfrentamiento al delito, la corrupción, las ilegalidades y las indisciplinas en todos los ámbitos”.
Sin duda, algo muy necesario en estos tiempos, que da respuesta al reclamo de poner coto a quienes lucran con las carencias que tenemos la mayoría, y que en estos momentos deberán enfrentarse a males que ya están enraizados, porque no se obró de manera enérgica cuando afloraron ni luego cuando ya empezaron a ser práctica generalizada.
La reventa de productos y el acaparamiento de artículos de alta demanda en la red comercial estatal es uno de los elementos que genera mayor insatisfacción entre la ciudadanía. Prácticas ilegales, tolerancia, descontrol e impunidad agravan la situación económica de familias cuyo sustento depende solo del salario; actuar sin demora y con eficacia es forzoso para una Cuba que responda a la voluntad martiana: “…por el bien de todos”.
Un breve recorrido por grupos de ventas de las redes sociales, en sus distintas plataformas, basta para comprobar que muchas de las ofertas son sacadas de las tiendas, y no solo de las de moneda libremente convertible (MLC). Lo más preocupante es que son productos adquiridos por el Estado, que, debido a negligencia o corrupción, terminan en el mercado negro, aunque con la impunidad y transparencia que operan, tal vez requiera de un cambio cromático esa definición.
Es una vidriera iluminada donde junto a las mercancías se expone: inaccesibilidad, devaluación del CUP, depreciación del trabajo, inflación, robo, especulación, pérdida de la calidad de vida, y junto a ella fenecen anhelos y confianza.
Cada vez que un obrero o trabajador de cualquier sector se enfrenta a la imposibilidad de satisfacer con el fruto de su esfuerzo una necesidad apremiante para sí o su familia, se rompe una fibra de la nación; porque hoy no estamos hablando de lujos o sofisticación -a los que también es lícito acceder- se trata de necesidades básicas como alimentación, productos de higiene personal y para el hogar, equipos electrodomésticos e incluso medicamentos.
La inutilidad del salario debilita las motivaciones a las que solemos apelar para la búsqueda de iniciativas, consagración y profesionalismo; es casi que una incitación a transitar por los caminos de la ilegalidad, más lucrativos y demandantes de menor esfuerzo.
Aferrarnos a la espiritualidad como fórmula mágica desde la cual enfrentar carencias, es irracional; mucho menos apostar a construir un sistema de pensamiento ajeno al entorno.
No nos sorprendamos ante la apatía, rostros de ceño fruncido y ausencia de atrevimiento para intentar revertir el estado de las cosas; en muchos ya germinó la desesperanza e incredulidad; las nuevas medidas que se anuncian para erradicar las ilegalidades que tributan al alza de los precios y deterioro de la calidad de vida deberán ser radicales y sistemáticas para que arrojen resultados.
Llegan tarde, porque hay males que ya crecieron en demasía, cortar de raíz las prácticas del acaparamiento y robo lleva un escrutinio desde la base hasta la cima de todo el entramado productivo y de comercialización, con énfasis en el sector estatal; eliminar la impunidad exige deshacerse de esa falta de “fijador” que de forma tácita se ha aceptado como una expresión de “cubaneo”; se agota el tiempo para una cantidad, nada despreciable, de cubanos a los que la situación económica les transformó su visión de futuro, el cual solo conciben fuera de fronteras.
Junto con la batalla campal por la transparencia es imprescindible la total liberación de las fuerzas productivas, que no haya una sola iniciativa que pueda tributar a nuestro bienestar y prosperidad que se quede enjaulada entre trabas burocráticas.
He escuchado a no pocos hablar de esta voluntad política con escepticismo, como algo transitorio y que no arrojará soluciones; asimismo, algunos juicios apuntan a otras consecuencias: un alza de los precios y mayor escasez.
En lo personal deseo que no se acompañen de más mecanismos y estructuras improductivas, y que haya en ellas alguna fórmula que nos acerque a una ecuación en la que las variables trabajo y salario ofrezcan como saldo solvencia.
El endurecimiento del dolar en aumento esta devaluando todas las monedas, el precio del gas incrementandose esta poniendo los precios de los alimentos en espiral, la unica manera de hacer que el peso cubano pueda sobrevivir nadando el mar tempestuoso de la coyuntura es autoabastecerse en alimentos y exportar, implantar la economia ciclica en los municipios con el uso de biogas basado en el uso sotenible de una logistica de transportacion electrica, manual o animal, uso de energia fotovoltaica a traves de empresas privadas locales que no generen gastos al estado sino ganancias. Aqui les muestro lo que viene>Una pequena malanga rala, una sola, vale ya aqui en Sarasota, Florida dos dolares noventa y seis centavos y hace menos de un ano la libra costaba noventa y nueve centavos. Precios de Wall Street que repercuten a nivel global. Calculen lo que viene. No son proporcionales al salario como se piensa erroneamente en Cuba. Ya aqui en Sarasota (mucho mas en Miami), solamente la renta, es mas que el salario minimo de un mes y esto obliga a esos trabajadores solteros cooperarios a coger dos trabajos para acumular entre 60 y 80 horas semanales y mudarse a una hora en carro del trabajo o mas a una renta mas barata. Si son casados y tienen hijos la presion es mayor cuando son trabajadores de salario minimo sin perfil.(15 dolares la hora que erroeamente piensan en Cuba es una fortuna )
La imparable emigracion al exterior que ya golpea la mortalidad en municipios por fuga de medicos y especialistas no es el unico problema, sino que en el fondo, el gobiernoaun no tiene un plan definido en los territorios productivos agropecuarios conforme a la coyuntura y los muy complejos escenarios que se avecinan a nivel mundial. Y los planes del gobierno que se ponen en practica son lentos, engorrosos y llenos de tramites y disposiciones que equivalen al pago de puentes que disparo la Revolucion Francesa.