“Fueron a verse en lo oscuro/ y siniestro de un encuentro; de un lado, la acción, lo puro/ de otro la traición, lo incierto/ de un lugar tan inseguro (…)”, Elegía de una paloma en rojo y negro, de Leopoldo González Cires, Tirincho
Tenía 24 años y una mirada que cautivaba, así lo reflejan los retratos de la época, con la misma hermosura de sus ojos debió mirar a la Patria; era muy joven, común en muchos otros inocentes que pagaron con su vida el amor a su tierra. Pareciera que el agosto de aquel año estaba escrito para la tiranía, que fuera un mes de sangre, de tragedia, de abusos, como ensañados en arrebatarles los sueños a quienes tenían tantos aún por cumplir.
Rafael Ferro Macías, uno de los hombres más bravos que tuvo la lucha revolucionaria en Pinar del Río, como lo considerara el comandante del Ejército Rebelde Manuel Nogueira Ramos, su íntimo amigo y compañero de la lucha clandestina y de la guerra insurreccional.
Tuvieron que tenderle una trampa, hacer que cayera en una emboscada, no era muy dado él a entregarse en los combates ni de rendirse tan fácilmente. En las cercanías del kilómetro dos y medio de la carretera a La Coloma, mientras trataba de conseguir armas para el Movimiento 26 de Julio, en el bar Izquierdo, allí, por esa zona, una acusación inoportuna trajo consigo que las fuerzas de la dictadura lo asesinaran, su cuerpo, ya moribundo, fue ofendido de la peor manera por aquellos uniformados.
Dijo el comandante Nogueira en entrevista concedida a Juventud Rebelde en el año 2008, que Ferrito, como le decían todos, desde antes de tener bigote odiaba el abuso y la opresión de la dictadura batistiana, y murió como solo mueren los que desafían la persecución enemiga, pero nunca alzó los brazos para rendirse, ni delante de un sanguinario coronel que pretendió ofenderlo.
Se dice que no era muy alto, poco más que mediano quizás, pero sí muy apuesto. Evocó el comandante Noguiera que Ferrito tenía unos brazos y unas manazas respetables.
“Como las mangas de las camisas no le servían, las usaba con un corte en forma de V. Un trompón suyo bien dado era como el golpe de una mandarria de veinte libras”, así debió sentirlo el coronel Evelio Miranda, un connotado esbirro de la tiranía, quien, por los días del alzamiento del 30 de noviembre, quiso humillar a todos los del grupo que lideraba Ferrito y pretendió que le abrocharan y desabrocharan sus botas, luego, les daba un cobarde trompón a cada uno.
Al llegarle el turno a él, cuentan que salió de la fila y le dijo al coronel: “A mí nadie me puede dar con las manos sueltas”, y sin pensarlo le fue arriba y le dio un piñazo en pleno rostro que lo largó en el piso, sin conocimiento. Fue entonces cuando todos aquellos esbirros les cayeron a palos y fueron a parar a la cárcel.
Según se cuenta, tenía la fuerza de un mulo. Era noble, cariñoso y bueno con el pueblo, pero muy violento contra los esbirros y torturadores
“Nunca olvidaremos sus compañeros ni una sola de sus calladas valentías”, apuntó el mencionado comandante, y quienes lo conocimos por referencias de los que vivieron aquellos años, creo que tampoco.
Aquella tarde de agosto, el comandante Noguiera le dijo que no fuera tras el supuesto jeep de armas, aquello le olía a trampa y como tal fue. “Se fajó a tiros y cayó en combate. Su pistola ya no tenía ni una sola bala cuando lo matan traidoramente en aquel tramo de la carretera al puerto”. Era poco más de las tres de la tarde de aquel 18 de agosto de 1958.
Las biografías sobre Ferrito describen que fue el que más tiempo mantuvo la idea de luchar con las armas en la mano, y que por su valor, su historia personal y su ejemplo, sus compañeros de lucha lo consideran el “Frank País de Pinar del Río”.
Información tomada de la entrevista concebida por el comandante del Ejército Rebelde Manuel Nogueira Ramos al periódico Juventud Rebelde en el año 2008