Una vida lleva dedicada al deporte este hombre entrado en años, de andar pausado, mirada sobrecogedora, pero que posee una memoria proverbial. Desde San Luis se ha convertido en un león en defensa de lo bello y lo útil para el movimiento deportivo pinareño. La casa de Ramón Delgado Mesa, o mejor el Vivo, es un sitio predilecto por aquellos que se inician en estas andanzas del maravilloso mundo del músculo y la acción.
Vivo, como se le conoce, tiene más de 70 años, más de 60 han estado relacionados al resguardo de la historia. Nadie como este añoso profesional de la Educación, para saber la importancia de una estadística, un dato, un apunte histórico en la preservación de la memoria histórica de una nación.
Para este activista, corresponsal voluntario e historiador del deporte, jamás han existido los imposibles. Hace muchos años, apenas era un niño, cuando por cuestiones del azar (más por pasión familiar que por pedido) comenzó a coleccionar recortes de periódicos, crónicas de la época, entre otros materiales.
Vivo fue convirtiéndose en un archivero sin saberlo. De ahí le vino luego ese amor por la enseñanza, al punto que decidió formarse como maestro. A la par, sus archivos iban agrandando las bellas proezas de los nuestros. Ramón las empezaba a guardar, y de a poco, la pasión por comenzar a escribir le atrapó, a tal punto, que no quiso desprenderse de ella.
Fue entonces que desde los años ‘70 optó por colaborar con los medios de prensa pinareños y cubano. Las cabinas de Radio Guamá, habitualmente, tenían el sello de su pluma. En algunas ocasiones, el nombre se escuchaba en su voz propia, inconfundible, con esa tesitura aguda, ya en otras eran sus discípulos los que reportaban la nota del maestro.
En la radio siempre encontró un espacio para poner en contexto, reflexionar, hablar de lo cotidiano y hasta sobrenatural que hacían nuestros deportistas en cada evento. Fue en la radio también donde formó a muchas generaciones de corresponsales desde el macizo tabacalero.
Nunca ha estado alejado de los medios. Las páginas de este semanario han tenido el sello de sus aportes. La delicadeza de sus notas, la crítica ante una mala acción, o simplemente, el privilegio de su lectura.
Desde hace años, Ramón, el sanluiseño aplatanado, el maestro capaz, ostenta varios reconocimientos vinculados a la actividad física y la educación. Hay un espacio en su casa para guardar los muchos cuadros, diplomas, sellos y regalos que engrosan la lista de sus éxitos. Aparatado de todos, en modo sitial de honor, está una cerámica redonda, ya gastada tras el paso del tiempo.
En su interior se puede ver un 85 grande, rotulado como aquel que dejó estampada la obra de la vida. Se muestra cerca del número en letras de rotulado, la frase sello de la radio pinareña. Justo debajo de la obra de arte, un papel, ya amarillo por el paso del tiempo, guarda el nombre de Ramón, y a modo de eslogan una frase que ha marcado la vida: “Por su servicio distinguido a la radiodifusión pinareña”.
Pocos han podido llegar hasta aquí, obtener tal premio que se entregó por única vez a propósito de la celebración por los 85 años de la radio pinareña.
Solo los iluminados como él, Fidel Córdova Clemente, Antonio Miranda Fábregas, entre otros, cuentan en su casa con ese gallardete. Muchos dirán es poco para la obra que desde el tiempo han cimentado, y no dejan de tener razón. Pero humilde como es el historiador del deporte sanluiseño y cubano no pide, poco exige alguien responsable en la formación de más de un centenar de profesionales vinculados a la actividad fisca.
Se levanta de la silla con más trabajo que destreza, camina, más que eso arrastra como puede sus piernas en dirección a la cocina del apartamento, y casi sin poder, pide que bebamos un sorbo de café, y ofrece a golpe de recto al mentón otra lección de vida. “Uno sigue siendo útil aún después de muerto”.
Ya Ramón no es el mismo, no lo puede ser, pero sigue vivo y eso importa. Por eso recibió de manos de la máxima dirección del Inder el reconocimiento a la obra de muchos años este 16 de octubre.
Casi con andador llegó a la fiesta, pero no podía perderse la oportunidad, que una vez más el pueblo que tanto se ha servido de él, se pusiera de pie y ovacionara a un imprescindible que lleva en su haber la obra de preservar la historia.