Pinar del Río es el nuevo subcampeón de la pelota cubana. Dicho así, sin más adjetivos ni rimbombancia, lo hace cómo son ellos: humildes y batalladores ante las adversidades de un torneo maltrecho.
No hay lugar entonces, en momentos como estos, para la tristeza o el desánimo. Más bien, es tiempo del recuento positivo y de lo que les falta para materializar, en la próxima campaña, el sueño de lo posible.
En el deporte colectivo no se gana por merecimientos, sino por el que más puntos haga o más carreras anote. Siempre ha sido esta la fórmula que hace rica a la pelota cubana.
Se bateó mucho en la etapa regular. Luego, a la hora de la verdad, fueron escasos los momentos de gloria madero en ristre, o lo peor, con poca oportunidad. Pero nada de esto opaca la actuación de Branlis Rodríguez, Raudel Lazo, Jenier Álvarez, Mario Valle o Jan Carlos García, por solo mencionar algunos nombres, porque caben más.
Fue un peleado campeonato, ante un rival que llegó en plenitud de forma física y con un pitcheo joven, pero que supo hacer la tarea, respaldado por una ofensiva justa.
Mi equipo, el equipo de todos los pinareños, anhelaba el ansiado trofeo, pero no se pudo, es un hecho. Otras fueron las certezas también, nos dieron mucha felicidad y alegría durante más de cuatro meses.
Hicieron soñar con su entrega, jamás se rindieron, y convirtieron a toda una provincia en una gigantesca plaza de emociones y utopías.
Fueron capaces de lograr que se llenara el Capitán San Luis todo el torneo. Gritaron con el jonrón 100 de Alexei Ramírez. Ovacionaron a Baños en su victoria 150. Gozaron de lo lindo con el récord de subseries, cuadrangulares y éxitos para 75 partidos.
Con su comportamiento hicieron que los pinareños nos olvidáramos de los problemas por los que atravesamos y volcáramos las fuerzas en apoyar a esos muchachos, en las buenas y en las malas.
Siempre se compite por el primer lugar, máxime cuando se fue el mejor equipo del campeonato de principio a fin. Pero la pelota no es una ciencia exacta, va más allá de números fríos o estadísticas.
Sin embargo, un segundo lugar no lo pueden conseguir muchos, por lo tanto, merecen con creces el recibimiento ofrecido en cada poblado. Incluso, esos que ya no pertenecen administrativamente a Vueltabajo, pero sí siguen en el corazón del tsunami pinareño.
Un segundo lugar honra y distingue la proeza de Saavedra y su cuadrangular 28 en play off. Es así el mejor en menos postemporadas jugadas.
Hay que seguir perfeccionando el trabajo, pues no hay dudas del enorme paso de avance alcanzado de un año a otro. Del lugar 14 del año anterior, a un segundo en este.
Todos son merecedores del aplauso de la gente. En Taco Taco, por ejemplo, Robe recibió el regalo mayor de su sobrino el Pirineo de Cuba. Un trofeo bello, con el nombre de segundo lugar estampado en letras doradas.
Su sobrino cumplió, con el solo hecho de saltar presiones, volar por encima de carencias no vividas por él, y regalarle en principio a su familiar el sueño de verlo vestir el traje de sus amores.
Ha sido un año formidable. Queda aún en el horizonte la Liga Elite y otros espacios beisboleros en los que seguiremos viendo a los nuestros jugar un rol fundamental. Ahí estaremos, con el placer de palpitar por un equipo Vegueros, al que se le ha denominado el elenco de las grandes multitudes.
Hay razones muchas para festejar. Para sentirse satisfechos y, desde ya, preparar la ruta de la próxima contienda, en la que el aroma del tabaco será uno de los olores imprescindibles para la justa que despierta del delirio en un pueblo conocedor de la pelota.Razones para festejar un segundo puesto