Este año se ha ido volando… sí, pese a todo lo que hemos pasado a lo largo de este año que ya casi termina, pasado mañana el 2022 solo será un flash, un recordatorio de todo lo que aconteció y dejó marcas tanto físicas como emocionales.
Y es que para lo que vivimos los pinareños en este periodo, el año transcurrió prácticamente en un abrir y cerrar de ojos.
No obstante, ya “lo pasado pasado”, como dijera esa canción de antaño, porque aunque muchas cosas aún duelan y persistan en la memoria, estos son momentos de regocijo, de alegría, de rencuentros con familiares y amigos. Son días de festejar por todo lo alto, pues a pesar de las trampas y vericuetos que nos impuso el 2022 seguimos vivos, seguimos aquí.
Despedir un año, pese a las costumbres y tradiciones festivas, siempre deja un sabor agridulce, pues atrás quedan las metas, lo sueños, los logros, las promesas, las alegrías y los tropiezos.
Muchos de esos empeños anteriores subsistirán hasta el 2023 o quién sabe si más allá, todos como constancia o recordatorios que 365 no fueron suficientes para alcanzar lo que queríamos.
Sin embargo, a pesar de las inconstancias, las irregularidades y las carencias, este 2023, al menos para este escriba, y por ende para el cubano promedio, significa una oportunidad de empezar de cero para rehacernos, para cambiar, para renacer.
Por supuesto, a este punto cercano al 31, nos resulta inevitable repensar y balancear nuestro estatus actual, y compararnos con iguales fechas de años anteriores. ¿Lo pasamos más mal? ¿Lo pasamos mejor? ¡Bah!
Ya veremos cómo le entramos al 2023.
Pero verdaderamente, si vamos a pensar en ello, no ha sido un año placentero. Covid-19, dengue, emigración, apagones, precios inflados, la tormenta Eta y el huracán Ian, entre otros, ha sido el saldo que hemos pagado de a poco.
Pero también tenemos motivos para celebrar. Pensemos en la vacunación masiva contra la pandemia que representa más del 91 por ciento a nivel de país, en que a pesar de todo se reinició el curso escolar, que el PIB creció en alrededor de 10,9 aunque aún no se refleje en nuestras mesas, en otros tres años libres de las locuras de Trump y que Argentina ganó el mundial de fútbol.
Lo último es de forma jocosa.
Es cierto que cada quien piensa como vive y que cada cual saca sus cuentas y tiene su filosofía, pero ante las adversidades pasadas o por venir, la resignación, el odio o el pesimismo no pueden ser el camino.
Todos anhelamos un 2023 mucho mejor económicamente hablando, y con ello también la mejora de ciertos indicadores de la vida cotidiana. Aspiramos a que surjan nuevas alternativas para sortear obstáculos y lograr mejores realidades, y a que cada uno encuentre la vía para materializar su proyecto de vida.
Recordemos que la felicidad depende de nosotros mismos, de nuestras proyecciones astrales para los que creen en la teoría del todo, y recordemos que lo material es efímero y no debe alejarnos de lo que realmente importa: la familia, la salud y esas pequeñas cosas que hacen la vida llevadera.
Por tanto, hagamos viral la alegría de estar vivos, de seguir aquí.
Seamos parte del gran ajiaco musical callejero de mañana, quememos nuestras insatisfacciones en los muñecones, tiremos el cubo de agua hacia afuera, besemos a nuestros seres queridos a las 12 de la noche del día primero… brindemos con agua, con cerveza, brindemos con nuestro vino por amargo que sea.
Martí decía que inevitablemente “todo tiempo futuro tiene que ser mejor”. Hacia esa máxima debemos encaminarnos, resguardarnos, comprometernos, emanciparnos.
Pero lo más importante debe ser estar listos para enfrentar con mente fría lo que pueda ocurrir o lo que nos depare la vida. Analizar las opciones y tomar decisiones serias para salir airosos de cualquier encontronazo con este 2023; pero sobre todo, sonreírle a la vida que es lo mejor que los cubanos sabemos hacer. Trabajar duro por nuestro porvenir y el de la Patria toda deberá ser la meta y el rumbo a fijar.
Así que… a echar pa’ lante. ¡Felicidades vecino!