Sin duda alguna el mes venidero será momento de alegría y simbolismos, pues además de la tradicional conmemoración del aniversario 60 de la primera gran derrota que sufriera el imperialismo en América Latina, tendremos también la celebración del Octavo Congreso de nuestro Partido Comunista.
Y es a este último aspecto al que quisiera dedicar algunas líneas.
Casi a las puertas de la cita, se hace preciso recordar que, a pesar de todas las vicisitudes vividas de los últimos años – con especial énfasis en el recién culminado 2020 – el Partido ha continuado consolidando las transformaciones económicas y colectivas pautadas en los Lineamientos aprobados y de igual manera seguirá incentivando la participación creciente de los ciudadanos en asuntos determinantes del presente y del futuro del país, premisa esta indispensable para la preservación y fortalecimiento de nuestra unidad.
Dicho esto, y previsto del 16 al 19 de abril venidero, el Congreso analizará asuntos medulares para la vida política, económica y social del país; será un momento para concienciar que para lograr los cambios requeridos por todos frente a las amenazas extranjeras, se requiere la dinamización mayoritaria de los procesos de actualización del modelo económico y social, así como la contribución de la ciencia, la tecnología y la innovación a cada esfera de la vida cotidiana, asunto que inequívocamente dependerá del concurso de todos y cada uno de nosotros.
No olvidemos que lo logrado hasta la fecha ha sido gracias al enfrentamiento partidista contra los prejuicios y discriminaciones por el color de la piel, género, orientación sexual y creencias religiosas.
Así, a través de la organización, en todos estos años hemos rectificado errores y sometido varios procesos a la discusión y debate popular, razón por la que también hemos cosechado los frutos de disímiles batallas contra la corrupción, el delito, las indisciplinas sociales y otras ilegalidades. Batalla que por cierto continúa hoy con más rigor y sistematicidad que nunca.
Recordar también que, sumado a la pandemia de la COVID-19 que combatimos desde hace ya un año, se añaden los llamados golpes blandos de la guerra no convencional a la que seguimos sometidos, especialmente en el campo de la internet y las redes sociales donde el imperio se ensaña en tergiversar informaciones y confundir conceptos en las mentes más jóvenes.
Y usted se preguntará el porqué de la exposición de todo lo anterior, pues porque muy a tono con las “protestas” y pseudo-movimientos recientes, a algunos les ha dado por exigir el pluripartidismo… Y seguro yo, como usted, me pregunto: ¿Y qué con él?
Pensemos por un momento si verdaderamente pudiera ser viable un modelo pluripartidista en Cuba, que no sucumbiera ante la voluntad hegemonista de los enemigos de la Revolución.
Y es ahí cuando no debemos dejar pasar por alto que otra de las claves para entender el legado histórico de la Revolución y la significación de esta magna cita partidista es nunca relegar el pasado. Que toda dispersión de las fuerzas políticas de izquierda, por muy buenas intenciones que estas tengan, solo sirve para pavimentar el camino hacia el ejercicio del poder político público por parte de coaliciones de derecha como dijera nuestro Comandante en jefe Fidel Castro Ruz.
Siguiendo su concepto diríamos que: “(…) el pluripartidismo es el gran instrumento del imperialismo para mantener a las sociedades fragmentadas, divididas en mil pedazos; convierte a las sociedades en sociedades impotentes para resolver los problemas y defender sus intereses.
“Un país fragmentado en diez pedazos es el país perfecto para dominarlo, para sojuzgarlo, porque no hay una voluntad única de nación, el esfuerzo se divide, las inteligencias todas se dividen.
“(…) De modo que la existencia de un partido es y debe ser, en muy largo periodo histórico que nadie puede predecir hasta cuándo, la forma de organización política de nuestra sociedad. (…)”.
Por último, mencionar también las palabras del General de Ejército Raúl Castro Ruz, primer secretario del Comité Central del Partido, cuando expresó el 19 de abril de 2016 durante la clausura del Séptimo Congreso, que “proseguiremos a paso firme, sin prisas, pero sin pausas, teniendo muy presente que el ritmo dependerá del consenso que seamos capaces de forjar al interior de nuestra sociedad y de la capacidad organizativa que alcancemos para introducir los cambios necesarios, sin precipitaciones ni mucho menos improvisaciones que solo nos conducirían al fracaso”.
Este Octavo Congreso abordará los desafíos actuales con sentido del momento histórico, y devendrá ocasión especial para ratificar que la condición de nuestra fuerza dirigente del Partido descansa en su autoridad moral, y en la confianza que en la organización depositamos. Será un espacio para el debate de ideas socialistas y para continuar construyendo una Patria independiente que perdure en el futuro.