Al fin llegó la noticia y como en los viejos tiempos será para el año que viene, pero esta vez, está pegadita ahí.
En el lenguaje oficial se le llama Ordenamiento, pero para la gente de la calle es la bendición del cielo. En Cuba el cielo está en La Habana y precisamente en la Plaza de la Revolución.
No creo que alguien anoche estuvo ajeno del televisor; los más videntes esperaban el notición, otros pensaban algo sobre derechos humanos, alguna declaración del Minrex e incluso muchos se conformaban con una felicitación por el fin de año.
En la mañana del 11 de diciembre quedaron relegadas las conversaciones por la temperatura de las últimas horas, la llegada de algo a las bodegas y los kioscos o la información sobre nuevos casos de COVID-19, las palabras del presidente Díaz-Canel los dejaron turulatos.
Hay alegría, búsqueda de información, y hasta la vecina más cercana que no sabe de informática anda ávida buscando el PDF de la Gaceta Oficial.
Hay que leerla, interpretarla y cotejarla con los datos de la Agencia Cubana de Noticias, que publica la segunda parte del vestuario de fin de año: los precios. Con salarios y con precios es suficiente para armar el ropaje de la festividad, aunque no alcancen ni una pata de puerco asada.
En esencia es un premio, un elevado premio del Estado. Era la noticia de una crónica anunciada, aunque pocos sacan cuentas de la gran erogación, máxime en una difícil situación financiera internacional, con muchos déficits en lo nacional y un bloque galopante que este año se ha desbocado mayor.
Es la crónica del periodista, sobre como muchos piensan. Pero vendrán los comentarios, la versión analítica, profunda, seria y evaluadora de expertos más capaces. Aunque no hay que ser muy economista para entender el gran reto nacional.
El Estado y el Gobierno, como ya dijo el Presidente, asume la situación más compleja de muchos años, porque en medio de una inflación económica comprensible, pero no aceptaba por una minoría de la población, nos enfrentamos a gigantes retos.
Todo tenemos la posibilidad de aportar, porque si trabajamos y ahorramos más, la riqueza avanzará. Pero entiendan bien, los grandes gastos del país que se generan de un segundo en una firma se demorarán años para recomponer lo gastado y si no hay un esfuerzo productivo el tiempo será mayor.
En la medida que los trabajadores produzcan más se podrá exportar mejor; en la medida que ahorremos, se importará menos y hay que estar claros, que esos ahorros que les menciono están en el combustible con que todos nos alumbramos cada noche y cocinamos cada día.
Para pedir y alegrarnos somos muchos, pero a la hora de pegar el lomo, somos menos. Qué felicidad cuando un día desaparezcan las mesas de dominó bajo la sombra en pleno mediodía y los jóvenes mozalbetes dejen de hacer solo cuentos en los parques.
Qué felicidad que nosotros, cada uno en lo que hacemos, participemos alegres a la hora de producir.
En los países más ricos es donde más se trabaja, pero tengan la certeza que allí no tienen grandes gratuidades como recibimos aquí.
Ya escucharán a la prensa, no a la nuestra sino a la del otro lado, cuando empiecen a decir que se acabaron las gratuidades en Cuba, ¡ay! esos pobres viejitos. Pero no se acordarán de aclarar que los médicos no les cobran ni la consulta ni la operación y el precio de los medicamentos es casi nulo comparado con el de ellos. ¿Y de la educación qué? ¿De la asistencia social…? Mejor dejarlo así y disfruten las lecturas de estos días.