Resulta más exacto escribir que él me conoce desde niño y oportuno mencionar que vendríamos a ser como ramas que se desgajan de tronco común. Presumo que, por este motivo, y por haber confluido largo tiempo en el mismo escenario político, él se alegró de compartir un café esa tarde primaveral, al módico precio de revelarme, mientras bebíamos, interioridades sobre su proceder como presidente por ocho años de la CPA República de Chile, en Viñales provincia de Pinar del Río.
Fue intensa la charla, franca, pletórica en anécdotas propicias no ya para ser recreadas en un concertado reportaje periodístico, sino incluso para empeños escriturarios de mayor alcance en extensión.
Hoy 31 de mayo, la comunidad celebra el cumpleaños 45 y a su fundación acudió Fidel, de verde olivo, presto a festejar la consumación de la renovadora idea junto a aquellas audaces familias que, en fecha anterior, el seis de octubre de 1973, destrozaran tabúes ancestrales y se aprestaran a conformar la primera Cooperativa de Producción Agropecuaria que se erigía en el país. Dicho esto, y en el afán de no arar en campo trillado, creo conveniente dar mayor realce a ciertos eventos ocurridos entre 1983 y 1991, periodo sobre el que el invitado de marras tiene mucho que referir.
Nadie cae del cielo y va a dar a un lugar así.
Está claro que antes se impone ofrecer al lector elementos biográficos mínimos sobre Remberto López Pérez, uno de esos muchachos campesinos que enfrentaban el día a día siempre al cantío de los gallos, por generaciones atados a las raíces del terruño el día en que triunfó la Revolución.
Natural de La Palma, muy pronto se apropia del proceso de cambios sociales. Es así que se enrola en la Asociación de Jóvenes Rebeldes y en el Partido Comunista desde 1967.
En lo adelante se abren otros caminos. En 1975 integra la dirección de la ANAP en el municipio, la cual llega a presidir. Transcurridos cuatro años, lo envían a la Escuela Nacional; al egresar, en el ‘80, se incorpora a igual estructura en Viñales y ya como vicepresidente se le encarga atender la cooperativa a la que posteriormente sería enviado en funciones de presidente, esto, luego de su tránsito de siete meses por un centro de superación en la extinta República Democrática Alemana (RDA) especializado en cooperativismo.
“Por ese entonces, la ‘Chile’ no andaba bien.
“En agosto del ‘83 me mandaron para allí; me dijeron que era solo por un año y estuve hasta el ‘91. Cuando llego, la cosa estaba fea. Las finanzas andaban en quiebra; la deuda con el banco, para qué te cuento. Es la pura verdad. Y figúrate, teníamos que salvarla a como diera lugar. Eso acordamos entre todos del inicio. Era la pionera. Ocurrió que, tal vez con los mejores propósitos del mundo, se hizo una cantidad de inversiones… Te diría que inversiones locas. Para poner un ejemplo, se llegaron a construir 83 casas de curar tabaco y cada una de ellas costó miles de pesos”.
El cambio fue radical. En la etapa antedicha, la CPA debió de vivir sus mejores tiempos. Llegaría a disponer de una fuerza de trabajo de casi 500 cooperativistas, entre ellos ocho técnicos, un ingeniero agrónomo, y una licenciada en Contabilidad. Los resultados económicos no se hicieron esperar. Dedicada al tabaco, a los cultivos varios y al café, el área dedicada a este último rubro se duplicó, y los rendimientos fueron reconocidos como los mejores de la provincia dentro del movimiento cooperativo.
“Nosotros llegamos, incluso, a distribuir utilidades durante tres años consecutivos; y poco a poco fuimos rebajando la deuda de que te hablé. El ánimo de la gente estaba por arriba, y la tropa se entregó como nunca; guiados por aquellos fundadores que, sin importarle la edad, constituían ejemplos para los que en el transcurso del tiempo se habían ido sumando”.
EL ALEGRÓN QUE NOS DIO FIDEL
No era la primera vez que el líder cubano se interesaba por la zona. Estuvo en el ‘69, y luego a fines del ‘72, cuando con su verbo de futuro convenció a campesinos de Laguna de Piedra sobre la pertinencia de transformar el campo al asumir distintas maneras de organización productiva. Regresó en el ‘77, a inaugurar las 70 confortables viviendas prometidas y erigidas para los fundadores. Retornó en el ‘80. Y de nuevo volvería a predios de la cooperativa, aunque en esta oportunidad viniera en funciones de verificar la preparación de los ahora devenidos milicianos, en medio de aquel sonado Bastión 86.
“En ese momento, aparte de presidente de la CPA, yo estaba al frente de la Zona de Defensa 03, de Viñales. Y resultó esta la escogida. Eso fue el 11 de diciembre. Recuerdo que cuando él llegó estábamos los cinco miembros del consejo esperando. Nos dio la mano, y, en el momento en que íbamos a entrar al círculo social, me tiró el brazo por encima y me dijo: ‘Oye, me hace falta que sean rápidos, porque tengo que estar en La Habana a las seis y media. Va a haber un acto frente a la Oficina de Intereses y tengo que estar allí’. Mira, esta me la mandaron sus ayudantes después”, y me muestra Remberto la foto que recoge la visita del Comandante en Jefe.
Prosigue el entrevistado poniéndonos al tanto de lo que ocurrió durante el rato que estuvo allí: “Lo más gracioso fue que teníamos un mapa en la pared, frente a él, y antes de que pudiéramos empezar a exponer sobre la defensa, se nos quedó señalando con el dedo un punto. ‘¿Y eso es una presa?’. Al contestarle que sí, quiso saber hasta dónde el huevo puso el jején, como dicen por ahí. Acabando la exposición salimos frente a la herrería y de pronto clavó la vista en la colina de enfrente, Dios, qué memoria. ‘En el ‘80, a esa loma se la comía la erosión. ¿Qué pasó?’. Y tuve el chance de explicarle que habíamos sembrado guayaba, naranja y limón, y que entre ellas había 500 carneros. Se viró para Lugo (Orlando), que estaba en el Partido en la provincia, y nos puso en el cielo. Esa tarde me sonrojé”.
Antes de partir, apremiado por la celebración del acto en la capital, Fidel, como era su costumbre, siguió indagando sobre la vida en la CPA; haciendo hincapié en la manera en que él podría ayudarlos. Remberto, sintiéndose incapaz de caer en esas frecuentes reclamaciones que se le hacían por doquier al Comandante, atinó finalmente a transmitirle un reclamo que, en no pocas ocasiones, le habían hecho llegar los ocupantes de las primeras 70 casas.
“Nada más que lo puse al tanto de la preocupación de campesinos fundadores sobre el pago de las casas y el mobiliario (se les había dicho en principio que no), me apretó el hombro, antes de preguntarme: ‘¿Y las están pagando?’. Al responderle que sí, me dijo, bajito: ‘Ya no las pagan más’. Y así fue”.
No sería esta la primera ni la última vez que hablara él con Fidel. Pero el espacio no da para más. O sí, acaso para robarme unas líneas en interés de que se sepa su respuesta a mi pregunta de cierre: “Te dije, antes, que me fui de Chile en el ’91 y con total franqueza que lo había hecho para ponerme cómodo. Demasiados años viajando de aquí para allá, lejos de la familia. Ahora, si quieres que te diga la verdad sobre qué me provoca el recuerdo de esa etapa, voy a hacerlo de manera bien corta: hasta ahora en que hablamos, me arrepiento de haberme ido de allí. Creo que aún tengo fuerza para luchar”.