Un rey con las curvas
René Zas Rego fue un destacado lanzador, derecho. Conocido por Curveador del Morrillo. Nació el 20 de mayo de 1934 en Playa Real, zona de La Mulata, La Palma y falleció el 15 de febrero de 2013 en la ciudad de Pinar del Río.
En 1953 comenzó su andar por el béisbol con los Cubanitos y entrenó junto al Cubaneleco y el Teléfonos de la Liga Nacional Amateur. Asimismo, muy joven, practicó con los Cuban Sugar Kings, donde coincidió con Sandalio Consuegra, Conrado Marrero, Limonar Martínez, Napoleón Reyes, Jiquí Moreno y otros tantos.
Había comenzado con el San Antonio, de Bahía Honda, a los diecisiete años de edad. Por entonces, se enfrentó a lanzadores como el extraordinario Pedro Ramos, a quien le ganó en dos ocasiones, aunque perdió otras tantas.
En los terrenos del colegio La Salle lanzó contra Rogelio (Borrego) Álvarez y recordaba un tremendo batazo en Santa Lucía. A finales de los años cincuenta del siglo XX, estuvo a punto de firmar como profesional en los Estados Unidos, pero se arrepintió, por no separarse de la familia y de su pueblo.
En Pinar del Río se enfrentó a equipos como el Casa Martha, donde alguna vez jugó Tony Oliva y logró dominarlo con aquellas curvas increíbles. Después, ya veterano, integró los equipos de las primeras zonales regionales occidentales, hasta que hizo el grado cuatro veces en Series Nacionales, dos con Pinar del Río y dos con Vegueros.
Alcanzó 287,2 entradas lanzadas y en 80 juegos, 48 iniciados, 9 de ellos completos, tuvo balance de 8-22 (.267), con dos lechadas, participando en otras tres. Solo le batearon para .254, ponchó 158 bateadores, regaló 128 bases por bolas y terminó con efectividad de 3,69.
Eran los años finales de la década del sesenta, muy difíciles para los equipos vueltabajeros que con el tiempo estuvieron campeones. René Zas se caracterizó por el control, dominio de la zona de strike y, esencialmente, por lanzar curvas difíciles, que algunos llegaron a comparar con las de Camilo Pascual. De ahí el apodo beisbolero.
Reconoció haber aprendido mucho sobre el arte de lanzar con Pedro (Natilla) Jiménez, cuando estuvo como entrenador de los primeros equipos pinareños.
En sus últimos años, se radicó en la ciudad de Pinar del Río, junto a su familia, ya con una grave enfermedad, pero el amor por la pelota solo le permitió pocas veces de asistir a la Peña Deporte y Cultura del “Centro Hermanos Loynaz”.
Hombre serio, honesto, sencillo, amigo de los amigos y preocupado siempre por las razones de su vida: la pelota, los amigos y la familia. Siempre lo recordaremos, con aquella seriedad y respeto. Los hombres así nunca mueren.
Por sus méritos, aparece en el Tomo III de la Enciclopedia Biográfica del Béisbol Cubano y otros textos.