Enésimas veces ha surcado el éter esta frase en su voz. O en Rebelde o en Guamá –o ahora en Hit si se trata de periodismo impreso–, la rúbrica de Antonio Miranda Fábregas nos remite de inmediato al seductor y omnipresente mundo de los deportes. Tal parece que el apelativo de “Profe”, ese con el cual acostumbro a llamarlo, le viniera más por su veteranía en el ramo que por sus muchos años de trabajo en el sector educacional.
Generaciones de aficionados hemos crecido bajo el influjo de este porfiado soñador; de este inveterado cronista cuyo único interés ha estado siempre en hacer partícipes a todos los cubanos de cuanto acontece en el terreno deportivo en La Palma. Y tan pródiga como su vida es la historia de entrega al oficio de corresponsal voluntario por casi 50 años. Y loable, además; como ya se verá en el texto.
MARINERO QUISO SER…; PERO NO LO FUE
Tan movidas como la década de los ‘60 resultaron la niñez, adolescencia y temprana juventud. Cual trotamundos llevado por las veleidades de los tiempos, muchacho aún probó fuerza y fortuna en una incipiente escuela para marinos mercantes y de pesca que se abriera inicialmente en el hotel Kawama, en Varadero: la Andrés González Lines, en la que llegarían a graduarse varios coterráneos suyos abriles después. Él no.
“Aquella era una época loca. Un buen día la familia me sacó de allí. Imagínate que en vez de regresar al pueblo me dejaron viviendo y trabajando por Bahía Honda, en casa de mis parientes; lo mismo en Orozco que en Quiñones, donde estuve meses recogiendo café. Luego me fui a Sandino a un internado agrodeportivo, hasta que al final me enrumbé por lo que llegaría a ser mi futuro: estudié en el ‘Piti Fajardo’; y me gradué con nivel técnico en baloncesto”. La suerte estaba echada.
Transcurría 1969, y, a meses de haberse inaugurado el Capitán San Luis, un mozalbete de 20 se presentaba oficioso en las oficinas del Inder, en busca de ubicación laboral. “Me mandaron a dar clases en Sanguily, pero no me sentía nada a gusto; y al poco tiempo me volví a ir para Bahía, que era el centro de nuestra región, como entrenador de básquet. La mejor época allí transcurrió en Orozco, en donde desde aquel entonces ya se notaba un tremendo desarrollo en este campo. Fíjate que llegué a darle clases hasta a Casanova, antes de que él se metiera de lleno en la pelota. En mi deporte era bueno también”.
Desde aquellos instantes, la existencia de Tony empezó y sigue girando en torno a la práctica deportiva, primero -y todo el tiempo- como profesor de Educación Física, y muy pronto como propagador de cuanto acontecía en este ámbito. Y es sin duda la faceta que ha hecho de él un personaje conocido y reconocido allende las fronteras de La Palma, y de Pinar.
EL BICHITO DE SER CORRESPONSAL
De vuelta al pueblo a mediados de los ‘70, siendo plantilla del Inder, además de entrenador, le dieron la responsabilidad de ser corresponsal voluntario, movimiento que ya comenzaba a cobrar auge en Cuba y que se consolidó a partir de la realización del primer pleno nacional en 1975, en áreas de Guardalavaca, balneario de Holguín. “Siendo franco, el interés en mí por esta actividad lo despertó Juan Vélez Esquivel, Minguino, en esos momentos jefe de relaciones y propaganda… Fueron años de duro bregar, de trabajo en colectivo, y me fui destacando, junto a otros colegas como Moisés Pozo, de Consolación, al punto que en 1979 me hicieron miembro de la UPEC. Un orgullo que en verdad ni te puedo describir”.
Durante este largo periodo como corresponsal, el nombre de Tony Miranda ha aparecido en varios medios de prensa nacionales de forma asidua, órganos que lo han distinguido por la entrega y la eficacia de su labor. Así lo hizo, a modo de ejemplo, el periódico Trabajadores. A nivel provincial, propicio destacar que el espacio dedicado a deportes en este semanario registra su firma en numerosos ejemplares, en particular en la etapa en que la columna era llevada por el colaborador Javier Herrera Calzada.
Ahora que se le hacen más visibles los años a cuesta, al encontrármelo diariamente al doblar de una esquina cualquiera, o en el parque viendo a la gente pasar; al tanto yo de sus avatares y de sus andares por la vida, consciente de que ha gastado él sus bríos en el ejercicio sin fines de lucro del periodismo deportivo, me da por remover aquel viejo y paradigmático adagio de que nadie es profeta en su tierra. Y usé el único recurso que tengo a mano para abrir una grieta en la pertinaz niebla que ensombrece y anula la grandeza de un hombre de bien. Ojalá y hayan servido estas breves líneas para que “el Profe”, en el otoño de los afortunados, se sienta reconocido como siempre debió ser.
Excelente el artículo. Y qué interesantes los avatares de Tony en el oficio. Profe siempre, también lo distinguen la sencillez y la nobleza esa con que saluda a todos al pasar. Felicidades Juan! Felicidades Tony!