¡Que encuentren ilusiones a pesar de las nubes grises y no pierdan las esperanzas! ¡Que el panorama desolador no les imponga lágrimas en sus inocentes rostros!, y por sobre todo, con el pretexto de robarles una sonrisa a niños pinareños de familias con quienes se “ensañó” Ian, fueron parte de los propósitos de la comitiva de libros, discos, afiches, cuentos y gente buena que llegó hasta San Diego de los Baños, en Los Palacios.
Cuando parecía una mañana tranquila para el colectivo de trabajadores de una de las 31 escuelas, de 36 devastadas por el evento meteorológico, y para los casi 200 pioneros de la primaria Ciro Redondo García, pues además, ni siquiera la electricidad aún les acompañaba, la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem), representados por la Casa de la Música de Artemisa, llegaron para tatuar rostros con alegría de la diversión.
Nadie sabe, a ciencia cierta, qué pasa por la mente de un niño cuando vientos huracanados lo dejan sin sus juguetes preferidos; cuando ven a sus padres llorar de angustia por lo perdido; porque algunas paredes y un pedazo de techo se rajaron, y la lluvia llegó hasta su closet para convertir en más desespero hasta el pulovito más querido.
Despejar ese panorama, para que sean los adultos quienes piensen en la recuperación, fue de las primeras tareas, pues ellos se dejaron llevar por las conducciones improvisadas de quienes nunca abandonan al niño que tienen dentro, mientras Daniel Calero Mesa, el presidente del Consejo de Defensa, se aislaba de la actividad cultural para disponer cemento, fibras, alimentos para sus propios padres, vecinos, amigos.
Hasta la institución escolar, a 75 metros por encima del nivel del mar, después de cruzar la carretera aún poseída por la presa La Libertad, que casi incomunica a ese consejo popular, llegó Olga Montes Barrios, narradora y guionista, miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, egresada del centro de formación literaria Onelio Jorge Cardoso.
Una mujer sencilla y sensible que adora a los niños, y también es egresada del taller La construcción del guion en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, una escritora artemiseña que crea brujas y escribe teleplays para la televisión.
Respondió con beneplácito al llamado de la Casa de la Música para ir a un sitio de Pinar donde el lunes se hizo martes con Ian, más de seis horas azotando a humildes viviendas y preciosos parques.
Ellos —los de la Egrem— ya habían dado igual respuesta a “el artemiseño”, que unía a su quehacer de publicar más allá de las fronteras establecidas, donativos para dar más que las manos.
OTRO TELEPLAY NACÍA: SONRISAS
Así de rápido cargamos discos, afiches, banderas, libros, ropa, libretas, aseo, mucho donado entre algunos, y sobre todo voluntad desinteresada para llevar esperanzas.
¿Qué les gusta más, bailar o leer?, preguntamos. Leer, fue la respuesta a coro, pues entonces regresaran a las aulas, pues les trajimos una escritora, les dijimos. “No, leer”, casi gritaron a coro ellos, pues esa sabía de los pequeños de decir lo que toca, nos convida siempre.
Y hubo quienes participaron, cantaron, leyeron, mientras todos crecimos.
Hasta el chofer del taxi, Yoel y el nuestro, Juventino, fueron promotores culturales por un día, dando lo que tenían a su alcance: fuerza interior.
Por coincidencia llegamos a una escuela, la Ciro Redondo García, de San Diego, y les hablamos de ese artemiseño, que es nuestro patriota insigne, entonces hubo historias del Moncada, de la Sierra, del Granma, pues conocieron de quién murió en Mar Verde en 1957, y el Che le escribió un epitafio que en una cruz es guardado celosamente en el Mausoleo a los Mártires de Artemisa.
Poco más allá, se nos hablaba de uno de los músicos de la agrupación artemiseña Son de Solar, residente en Los Palacios, y tal vez el más longevo, Cristóbal, rememora el checo de Los Palacios a Artemisa, y otras idiosincrasias que nos unen, también como parte de la cultura.
¡Fuimos a dar y recibimos más! Las enseñanzas de gente que a días del huracán revivían esperanzas, aún sin agua, sin casas muchos, sin corriente y sin linieros cerca, pues trabajaban en el centro del municipio, con su propia brigada en espera de refuerzos.
Un balneario que en vez de curar, esperaba cura, el parque La Güira desbastado que demorará en ser frondoso, al igual que los milenarios árboles de los tres parques de San Diego, la mayoría exhibían sus raíces…
Compartimos —siempre sin electricidad— con tabaqueros que secan una a una las hojas de tabaco; empresarios que levantan su ranchón mientras hacen comida para otros; quienes preparan un cumpleaños, pues la dicha de 12 meses más no puede ser borrada por ningún huracán; un hotel de Comercio que recibe, y les cocina con carbón, a las cuatro familias de San Diego que quedaron sin hogar, y más…
¡Hay vida!, y la capacidad de levantarse y de sonreír se renuevan, y Pinar, Los Palacios, San Diego y Artemisa son del mismo caimán. Allí va nuestra gente a rehabilitarse de invalidez y parálisis, otros a tirar su mejor foto de 15 primaveras, y algunos, como nosotros, a recibir lecciones de resistencia y amor en los más difíciles tiempos.
Mientras el taxista nos dice, “para obras así cuenten siempre conmigo”, y nosotras empezamos a discernir entre tantas notas acopiadas en la agenda e imágenes del lente de Otoniel, cuáles son las mejores para describirle a Pinar cómo está Los Palacios; Olga regresa con un nuevo guion, otro teleplay nombrado esta vez, Sonrisas, “pues rescatarlas, fue nuestro único pretexto: esas sí no se las puede llevar ningún huracán”, asiente.
Por Yudaisis Moreno Benítez / Periódico El Artemiseño