Que en el 2023 no se lograron los propósitos económicos previstos, fue confirmado por Alejandro Gil Fernández, titular del ramo y viceprimer ministro de la República de Cuba en el trabajo en comisiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP).
El término estanflación salió a flote, está aprobado por la Real Academia de la Lengua Española que en su diccionario ofrece la siguiente definición: “Situación de estancamiento económico, con aumento del paro y de la inflación”.
Creo que, eso, ya lo sabíamos todos, aunque no conociéramos la existencia de la palabra. En los últimos 12 meses ha disminuido el poder adquisitivo de los salarios, con un incremento de las carencias en los hogares; tampoco es noticia, que aumentó el proceso inflacionario, cada día asistimos al alza de los precios que amenaza con ser imparable.
Más allá de los análisis macroeconómicos, que son necesarios y útiles, el problema del ciudadano común es cómo llegar a fin de mes, pagar facturas de servicios básicos: corriente, teléfono y asegurar cada día un plato en la mesa, además de vestir, calzarse; tener vivienda y hasta propiciarse momentos de esparcimiento, que mucha falta hacen.
La porción más amarga e insípida de ese pastel corresponde a los trabajadores del sector presupuestado, entre los que figuran quienes laboran en Salud y Educación, sin olvidar otros que son vitales como funcionarios públicos.
El pluriempleo es una de las alternativas para mitigar esta situación; no obstante, dos salarios resultan insuficientes para cubrir los gastos de un hogar, entonces el sector privado se vuelve la mejor opción al alcance de la mano, y volvemos al carácter primario de la materia: “El hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etcétera”.
Con este escenario, no puede asombrarnos que profesionales guarden sus títulos universitarios y olviden los grados científicos, que obtuvieron tras años de estudios, por empleos de meseros, cantineros, cocineros, porteros… mucho mejor remunerados y con los cuales pueden dar respuesta, con cierta holgura, a las necesidades propias y de la familia.
En el plano individual, ellos ganan con esa decisión, pierde el país; las medidas adoptadas no estimulan ni propician la total liberación de las fuerzas productivas; los emprendimientos personales apuntan más a prestación de servicios e importación de productos terminados que al empleo de los recursos y del talento endógeno para crearlos.
La devaluación del conocimiento y la experticia es, sin duda, uno de los problemas socioeconómicos que requiere con premura solución; difícil cuando escasea la generación de bienes, las ofertas siguen siendo insuficientes y crecen las demandas insatisfechas en el orden material y espiritual.
Por otra parte, la empresa estatal socialista con obsolescencia tecnológica, pérdida de especialistas, carencia de materias primas y problemas subjetivos como la falta de control, de iniciativa y hasta de disciplina, por solo citar algunos de los males arraigados de los que cuesta deshacerse, no se vislumbra como el sector redentor que guíe hacia soluciones definitivas.
Hay ejemplos positivos y excepciones, mucho se habla de su necesaria generalización, pero caen las palabras en saco roto y ya estamos creciditos para seguir presumiendo de que la “falta de fijador” es un elemento de cubanía.
Eliminar los intermediarios de cualquier naturaleza, estatales y privados, entre el productor o el vendedor y el consumidor, es, a primera vista, la medida que con mayor rapidez pudiera impactar sobre los altos precios de bienes indispensables para la subsistencia.
Que los “encadenamientos” no sean compras al por mayor, enriquecidas con un margen comercial y mayor desgarro en la billetera de quien tenga que pagar por ello.
Las proyecciones y los esfuerzos no han sido suficientes, el 2023 no fue, en términos económicos, como se pensó que podría ser, y seguimos acumulando meses sobre meses de irnos mal, estamos a ocho puntos porcentuales del producto interno bruto (PIB) de 2019, es bastante a descontar y es un referente que está lejos de ser el punto ideal.
Recuperar la economía del país es una apremiante necesidad, pero en tanto los indicadores macroeconómicos pierden el color rojo y la marca negativa, desde las estructuras locales hay mucho por hacer para que esos números repercutan con menos fuerza en el bolsillo ciudadano, y el buen obrar desde la base es un elemento definitorio para romper esa secuencia de años malos.
Muy pesimista