En su último libro, Historias en blanco y negro, quizá sin querer, Ronal resumió la propia historia profesional de una época que le perteneció de una manera muy activa y que dibuja, sin hipérboles, el tránsito de aquel medio de prensa que comenzó como El Socialista y se mantiene hoy como Guerrillero.
En eso meditaba mientras esperaba sentado dentro del público que asistió a la gala de premiación de la entrega del Escudo Pinareño a personalidades de los más diversos ámbitos de la sociedad, la economía y la política en Vueltabajo.
Allí, su familia, juntada en tres generaciones hasta su nieto, pasando por su hijo que lo sucede como periodista y su esposa que en su momento también fue colaboradora de Guerrillero, aguardaba el que fue director del periódico por más de 20 años, de Telepinar, y terminó su vida profesional activa, escribiendo guiones informativos en ese mismo medio.
Ahora lo podemos encontrar caminando como un niño a pesar de sus décadas y los avatares que siempre nos reserva la salud cuando los años pasan, y que Ronal; sin embargo, sortea aún con destreza.
Pero después de haber llegado hace 39 años a la redacción de Guerrillero, donde él era entonces el director, no quisiera que en su periódico de papel no quedara impreso para la historia de la prensa en Pinar del Río este suceso, porque además, se convierte así en el primer profesional de los medios de la provincia en ser distinguido con tan alto reconocimiento.
Ya no es noticia, periodísticamente hablando, pero es información; orgullo y honra para los profesionales y trabajadores de la prensa, que en Ronal Suárez Ramos tengamos un ejemplo de consagración a la labor que amó desde que casi un niño, con olor a hojas de tabaco y verde todavía en su pensamiento político, decidió contra viento y marea, defender desde aquella trinchera de los periódicos la obra que lo sacó, junto a su familia, de la más rancia pobreza.
Quién podría decir que Ronal fue y es un hombre perfecto. Nadie. Porque la perfección es ignota. Creo que su búsqueda insistente, más que justicia, deja a veces sinsabores. Ronal Suárez fue y es un hombre de su tiempo. Aquel que todavía en las madrugadas de un periódico diario entonces, alentaba a los tipógrafos, correctores y hasta a los propios periodistas para adelantar el trabajo y que no nos sorprendieran los albores del amanecer en aquella humeante y tóxica rotativa.
Todavía recuerdo que al mes y medio de llegar a Guerrillero fui una temporada completa movilizado en el tabaco, cuando quizás debía estar ejerciendo y puliendo las herramientas que teóricamente aprendí de Periodismo en la Universidad.
Sin embargo, al paso del tiempo entendí que no estaba mal. Los jóvenes deben conocer bien temprano de dónde sale la riqueza de su pueblo y cuánto sudor cuesta en el nuestro, cercado por el imperio más grande que haya existido.
Pero fue también el delegado de su circunscripción durante varios años, difícil tarea que alternó con su responsabilidad de director. Fue el periodista que no dejó de estampar su firma en editoriales y artículos escritos con singular coherencia. El jefe que compartió el surco en movilizaciones y tareas agrícolas con sus subordinados, algo que para él no era desconocido por su ascendencia campesina.
Pudiera decir más, pero esta edición impresa necesita espacio también para las demás personalidades agasajadas esta vez con el Escudo Pinareño.
Pero a Ronal no podíamos dejarlo fuera de estas páginas de Guerrillero, porque el hombre que fue durante todos estos años en los medios de prensa y en su barrio, no puede pasar inadvertido mañana en estas historias que algún día leerá su nieto que, quién sabe, quizás identifique en su abuelo al Quijote o al espartano de carne y hueso que por estos días debemos exaltar, con el escudo o sobre él, para hacernos mejores como personas y como sociedad.