“El futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia”
Fidel Castro Ruz
Podría decirse que Adriel y Frank están siempre en el “invento”. Y no me refiero al dicho popular atribuido a quienes viven del trabajo fácil e ilegal a costa de los demás. Ellos son, literalmente, el ejemplo concreto de lo que encierra la frase.
Su pasión es crear, hacer ciencia desde dos especialidades que se complementan y que no tienen más objetivo que ser útiles y aportar al desarrollo tecnológico del país.
Con resultados relevantes el pasado año en el campo de la ciencia y la innovación, estos dos jóvenes de la Universidad Hermanos Saíz Montes de Oca de Pinar del Río, aseguran que no tienen límites cuando de inventar se trata.
AGRICULTURA CON CIENCIA
Adriel Rodríguez Rodríguez cursa el segundo año de Telecomunicaciones. Desde que estudiaba en el Ipvce Federico Engels se vinculó a la UPR y al proyecto Ciudad Inteligente. Así obtuvo la carrera sin hacer pruebas de ingreso, y ya desde primer año había creado su primer prototipo.
Su amor por la ciencia surgió desde pequeño cuando su hermano, profesor de “Tele” en la Universidad, le daba pequeñas piezas para que se entretuviera, y así fue aprendiendo. Pero sin dudas reconoce que el “culpable” de todo ha sido el profesor José Raúl Vento.
“Él es el alma de la carrera y del proyecto Ciudad Inteligente. Realmente es un caudal de ideas”, dice Adriel, quien obtuvo premio en el Parque Científico Tecnológico de La Habana, con uno de sus dispositivos.
“Este prototipo es básicamente lo que hoy conocemos como el internet de las cosas, o sea, todo conectado, y aunque fue diseñado para las casas de curar tabaco, está pensado para cualquier escenario: una casa de cultivo, un almacén…”.
En sus manos sostiene al Raspberry pi, una unidad central de procesamiento a la que se le conectan varios dispositivos que funcionan como censores y que, en vez de captar señales, las emiten.
“Así se compone el sistema, el Raspberry es una computadora, aunque sea de este tamaño (señala el espacio de la palma de su mano), todos estos periféricos se conectan a ella. El prototipo es un sistema eficiente para medir la temperatura y humedad en las casas de cura.
“Existe un problema real, y es que los productores de tabaco usan termómetros analógicos, que de hecho escasean, para controlar estas variables. Cuando se monta el sistema y se distribuyen los sensores por toda la casa de tabaco, el campesino, desde su celular, puede conocer en tiempo real cómo se comporta la temperatura y la humedad, y a partir de ahí tomar decisiones para regularlas”, explica.
Además de ser un sistema estable, que no requiere de energía eléctrica, otra de las ideas del proyecto es que funcione desde que se recolecta el tabaco hasta que se lleva al beneficio, porque permite llevar un historial de todo el proceso, e incluso, dar respuestas en caso de que fluctúe la calidad en la hoja. Tiene la ventaja de llevar un registro detallado durante toda una cosecha, para luego aprender de errores cometidos y comparar una campaña con otra.
Sin embargo, el prototipo de Adriel solo se ha implementado de manera experimental. El principal obstáculo ha sido el rechazo de los campesinos a la tecnología y el poco interés de empresas y entidades que se beneficiarían con el dispositivo.
“Aunque el Raspberry y los censores se adquirieron a través del proyecto, importar la tecnología no es costoso para una entidad. Además, las partes también pueden ser recicladas”.
UN PLUS AL TURISMO
Frank Alejandro González Machín es profesor del departamento de Informática en la UPR. Cuando se graduó hace un curso, decidió quedarse como profesor, pues no se veía detrás de una computadora en una empresa todo el día, además, quería seguir vinculado a los proyectos de la Universidad.
Al igual que Adriel, sus creaciones le hicieron merecer premios en concursos y eventos. Junto a un equipo presentaron Atractur, una aplicación para gestionar todo un destino turístico en varios centros, producto con el que ganaron el conocido Hackaton, un maratón de ciencia en innovación, a nivel nacional.
“El internet de las cosas se aplica a todo. En este caso nos enfocamos en el turismo, y consiste en colocar sensores a lo largo de un sendero con la idea de, a través de una aplicación, obtener datos de diferentes variables y ofrecer la información al turista con recomendaciones de lo que es mejor hacer en el sendero, de acuerdo con el comportamiento de esas variables.
“Por ejemplo, en zonas donde hay ríos, se podría saber si el río está crecido sin llegar al lugar. Esa parte la veníamos trabajando en el equipo del proyecto que presentamos en el Hackaton, y aunque no lo logramos poner en ningún centro de la provincia aún, sí desarrollamos los prototipos, que son atractivos y dan valor incorporado a las instalaciones o al turismo de naturaleza, sobre todo”, argumenta Frank.
INVENTAR DE VERDAD
Adriel y Frank se conocieron hace alrededor de un año durante Tecno Pinar 2023. Desde ese entonces, se dieron cuenta de que lo que ambos trabajaban tenía mucho que ver y comenzaron a “inventar” juntos.
La programación y la electrónica se complementan ahora en sus creaciones, y ya han desarrollado varios prototipos de conjunto que se pueden aplicar en muchos sectores de la sociedad y la economía.
De una pequeña bolsa Adriel extrae, de a poco, los pequeños dispositivos que, de implementarse, aportarían mucho al desarrollo del país.
“No es crear por crear, siempre nos basamos en problemas reales y en soluciones que la tecnología puede dar sin que haya que destinar grandes presupuestos. Además, aunque puedan parecer novedosos, son bastante básicos y se utilizan en el mundo entero”, afirma.
“Nos retroalimentamos mucho de la internet, de proyectos ya consolidados y hacemos nuestra propia investigación. Estos no son grandes inventos de la NASA ni mucho menos, tampoco utopías que no puedan ser aplicadas”, refiere Frank.
De manera empírica, solo por el simple hecho de que les apasiona crear, este equipo ha diseñado prototipos para detectar escapes de gas, ideales para depósitos, almacenes, gasolineras y hasta para los hogares, y que funcionaría hasta como sistemas de alerta temprana.
Pero sus motivaciones van desde censores para controlar el ganado, hasta para realizar pagos electrónicos en el transporte público. Aunque pueda parecer costoso, la mayoría de ellos lo hacen con componentes reciclados.
“No es para nada costoso, solo con las partes que recicla Copextel, por ejemplo, haríamos muchísimas cosas”, advierte Frank.
QUE SEA MÁS QUE UN DISCURSO VACÍO
Para estos dos jóvenes lo más difícil es generalizar sus proyectos y que puedan ser aplicados por empresas, instituciones, e incluso, por personas naturales.
“Pero todo queda engavetado. Quisiéramos hacer tantas cosas, y al final nos quedamos en prototipos. Más que financiamiento, necesitamos interés, acercamiento, que conozcan las ventajas y las bondades de lo que hacemos.
“El mayor apoyo que requerimos es difundirlo y tratar de llegar a las empresas, que al menos nos den la oportunidad de explicar. Podemos sentarnos con cualquier entidad sin ningún prototipo diseñado y basados en los problemas que tengan, crear el que precisen.
“Nadie mejor que un ingeniero agrónomo o un campesino para que nos diga lo que les hace falta. Lo esencial es trabajar en conjunto sobre las necesidades reales”, acota Frank.
Jóvenes como Adriel y Frank tenemos muchos en cada universidad del país. Son ellos el vivo ejemplo de que sí se puede hacer ciencia en pos del desarrollo, y no quedarse en discursos y consignas que se repiten en cada escenario sin resultado alguno.
Lamentablemente, y en contraste con lo que se trata de incentivar, muchos de estos proyectos quedan guardados en bolsas como las de Adriel, llenas de sueños, de ideas y soluciones.
“Por nuestra parte, no tenemos límites”, dice Frank.