Salvador Cisneros Betancourt, conocido como el Marqués de Santa Lucía, nació el 10 de febrero de 1828 en Puerto Príncipe, actual Camagüey, Cuba. Proveniente de una familia noble y acaudalada, heredó el título de II Marqués de Santa Lucía en 1846, un reconocimiento otorgado por el rey de España a su padre por la donación de tierras donde se fundó la localidad de Nuevitas. A pesar de su linaje aristocrático se destacó por su ferviente apoyo a la independencia cubana, dedicando su vida y fortuna a la causa libertadora.
Desde joven mostró interés por la ingeniería civil, formación que recibió en Filadelfia, Estados Unidos. Esta estancia en el extranjero no solo le proporcionó conocimientos técnicos, sino que también lo expuso a ideales democráticos y libertarios que influirían en su pensamiento político. A su regreso a Cuba, se unió a la Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe, una organización comprometida con la preparación de la insurrección contra el dominio colonial español.
El 4 de noviembre de 1868, en el contexto de la Guerra de los Diez Años, lideró el alzamiento de Las Clavellinas en Camagüey, sumándose al movimiento independentista iniciado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de ese mismo año. Demostrando su compromiso con la causa, liberó a sus esclavos y destinó sus recursos económicos al esfuerzo bélico. Su liderazgo y determinación lo llevaron a participar en la Asamblea de Guáimaro en 1869, donde se estableció la primera constitución de la República en Armas, asumiendo la presidencia de este gobierno provisional entre 1873 y 1875.
Tras el Pacto del Zanjón en 1878, que puso fin a la Guerra de los Diez Años sin lograr la independencia, Cisneros Betancourt se exilió en los Estados Unidos. Durante su estancia en Nueva York, vivió en condiciones modestas, pero continuó apoyando activamente los esfuerzos independentistas. Regresó a Cuba en 1885 y, en un gesto de solidaridad, ofreció sus tierras a los veteranos de guerra que carecían de recursos.
Con el estallido de la Guerra de Independencia en 1895 retomó su papel protagónico en la lucha, siendo nuevamente designado presidente de la República en Armas hasta 1897. Participó en la redacción de la Constitución de Jimaguayú, que buscaba organizar políticamente al movimiento insurgente. Tras la intervención estadounidense y la eventual independencia de Cuba en 1902, fue elegido senador de la República. Desde esta posición, se opuso firmemente a la Enmienda Platt, que otorgaba a Estados Unidos el derecho de intervenir en los asuntos internos de Cuba.
A pesar de haber sido uno de los hombres más ricos de su provincia natal, falleció en una modesta vivienda en La Habana el 28 de febrero de 1914, pocos días después de cumplir 86 años. Su vida ejemplifica la transformación de un aristócrata privilegiado en un ferviente patriota que sacrificó su fortuna y posición social en pos de la libertad y soberanía de su patria.