En los inicios de la pandemia el mundo entero sabía que los niños se contagiaban menos, pero la realidad se ha ido transformando. Hoy todos somos conscientes de que también ellos pueden contraer el virus, llegar a las formas graves de la enfermedad e incluso morir.
Como nunca la salud de nuestros hijos está en las manos de cada padre. ¿Cómo es posible que un lactante tenga más de 10 contactos? ¿Acaso son tiempos en los que el barrio entero desfile por el hogar a conocer al recién nacido? Pautas en las que cuales detenernos y repensar.
Es notable por estos días el incremento de los casos positivos a la COVID-19 en edades pediátricas, sobre todo si se analizan las cifras de la pandemia.
En el primer brote los contagiados de este grupo etario fueron 200, en la segunda ola más de 600, y hasta el pasado 22 de mayo ya se confirmaban más de 17 300 pacientes, para un 13 por ciento del total de las personas que han enfermado en Cuba, según confirmó en días recientes la doctora Lissette López González, jefa del Grupo Nacional de Pediatría del Minsap, durante una reunión del Grupo de científicos y expertos en el enfrentamiento a la COVID-19, liderada por el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Dicho así, de manera tan rápida puede no doler tanto, pero pensemos entonces en los 70 niños menores de un año que la última semana hasta el 28 de mayo se contagiaron.
Importante resulta, además, que el 70 por ciento de los que enferman en este momento son sintomáticos y los estudios arrojan que los casos de neumonías, otros tipos de lesiones radiológicas y diversas manifestaciones clínicas han ido en aumento en los meses recientes.
En Cuba la tendencia es que los pequeños que han enfermado han sido contactos de casos positivos, mayormente de los padres y otros familiares cercanos.
Entonces, el Quédate en casa no era solo para los adultos y mucho se ha advertido de la necesidad de mantener a los niños en el hogar y también a los adolescentes, aunque en este grupo se apela a la responsabilidad de cada uno.
En los últimos 10 días de mayo hasta el parte de cierre del domingo 30, la COVID-19 había atrapado a 2 128 menores de 20 años de edad, números alarmantes para un país que no cesa en desvelos y está en medio de una intervención sanitaria camino a la inmunización de su población.
Es cierto que se ven menos niños en las calles y parques jugando, y que este encierro ha traído no pocos problemas para las familias que, en el afán de mantenerlos a salvo, ya no saben a cuál juego casero acudir.
Tampoco vamos a dar consejos de cómo entretener a nuestros hijos, nadie mejor que las propias familias para saber qué es lo más sano y divertido para el menor de casa.
El llamado es a concienciar que los niños también enferman de COVID-19, incluso con secuelas posteriores, y en lo que la vacuna para ellos llega, es preciso protegerlos a cada instante.
La nueva normalidad, el reinicio del curso escolar, la llegada a los círculos infantiles de aquellos que hace meses permanecen con sus madres llevará nuevas medidas que garanticen la seguridad de los infantes.
Podemos empezar por casa, explicándoles a los que ya nos entienden las medidas básicas, exigiéndoles a los que alcanzan la adolescencia comportamientos responsables, y a aquellos que aún no conocen de este mundo más que nuestro rostro y nuestra voz, forjémosle un escudo de protección, en el que la higiene y la sensatez lleven la primera palabra.