El estadio Antonio Maceo de esta ciudad hervía desde una hora antes del partido final del Torneo Apertura de la 106 Liga Nacional de Fútbol. El ajiaco de conga y cántico importado cuajaba ya sin servir todavía el plato fuerte.
Cuando llegaron los jugadores al césped sintético ya resonaba en las gargantas un sonido grave de vena hinchada en cuello a punto de colapsar. Los que fueron allí presagiaban de alguna forma lo que sucedió después.
Apenas sonó el silbato del principal podía adivinarse el desenlace por acritud más que por fútbol. Muchos golpes contundentes fueron yugo para el conjunto de Artemisa, que apareció sobre el césped verde reluciente más como presa sometida que como guerrero impío asaltando la plaza del adversario.
Un desliz reprochable costó efectivos al escuadrón de occidente, que apareció sin varios de sus regulares por sanciones y un banco sin pertrechos ante la contingencia.
Santiago de #Cuba y #Artemisa a una final de buen #futbol La final del Torneo Apertura se disputará en el estadio Antonio Maceo, de la Ciudad Héroe, este domingo a las 4:00 p. m. https://t.co/2Qr48Y7dro pic.twitter.com/lI3v9ZeJFE
— JIT Deporte Cubano (@jit_digital) May 14, 2022
Luego, el duro golpe asestado por Villa Clara, justo antes de llegar aquí, les dejó muy mal heridos: con el invicto perdido en la última fecha ante el Expreso del Centro se perdió también la fe y eso lo pagó muy caro el visitante.
El fútbol se juega también con determinación y no trajo a este partido la suficiente el equipo rojiblanco, ataviado esta vez de verde. Eso se notó apenas al minuto nueve, luego del primer gol de Rolando Abreu. Las caras artemiseñas delataron que no habría espacios para que la táctica contuviera la hemorragia de esa primera herida.
De ahí en más fue una fiera sangrando, tan maltrecho que no mostraron signos de vida ni siquiera por orgullo. Mucho mérito tuvo Isaac Querol, el mánager local, quien entendió que frenando al artillero Yasnay Rivero poco podía hacer el moribundo en defensa propia.
“Sabíamos que parando a Yasnay y Allán Pérez sería más fácil el trabajo y logramos aislarlos del resto del equipo, lo que nos permitió sufrir muy poco en defensa y colocar más hombres en el ataque”, confesó a JIT luego del partido “El Coqui” Querol.
Con la mitad de la tarea hecha, el matador Jorge Villalón puso el segundo, otra vez de cabeza, y enfrió las almas del rival que ya andaba más por instinto que por convicción.
Al regreso del descanso la misma fórmula: centro desde la banda y gol por aire, de nuevo el internacional Abreu la mandaba al fondo de las redes con un testarazo.
Entonces podía verse en los líderes del oeste un equipo moribundo que deambulaba por el campo. A esas alturas no había un plan de emergencia, no apareció la pierna fuerte ni el empuje que da el pundonor. El partido dejó de jugarse en el plano táctico y comenzó una guerra de desgaste en lo sicológico y lo físico.
El césped artificial era el mayor aliado de los Diablos Rojos, que olieron sangre y fueron a devorar la presa impedida de reaccionar. Uno tras otro llegó cada gol hasta completar siete, cada uno destrozando, sin la más mínima muestra de compasión, el orgullo del rival tendido a merced de quienes se sabían campeones aun con mucho tiempo por jugar.
Meter a dos jóvenes como Brian Savigne y Luis Enrique Ciudad fue un acto de alevosía supremo del técnico indómito. El rigor físico de la cancha y el hundimiento anímico de Artemisa favorecieron que ambos marcaran su gol.
Christian Flores no estaba allí para reducir su participación a la anécdota, su nombre debería aparecer en lista de los protagonistas, así como cada fin de semana que pasó antes de llegar a esta final. En tres regates entró al arco de Yoan Cantero sin siquiera rematar, como si la pelota entendiera el propósito de tanta gambeta a la defensa descolocada de los occidentales.
Y el colofón llegó con el tercero de Rolando Abreu… En el día de su cumpleaños le regaló un título a su Santiago, besó el escudo de la camiseta y se llevó luego el premio unánime del más valioso, aunque para él ver a su compañero y capitán Erick Rizo levantar la copa ya era suficiente.
“Es una alegría doble, estoy muy contento con celebrar este día de mi cumpleaños marcando tres goles y ayudando a mi equipo en la victoria que es lo más importante”, reconoció en medio de la algarabía de la celebración.
Reducir el desempeño del campeón del Apertura y tres veces consecutivas campeón nacional a sus goleadores sería injusto, pero explicar que cada santiaguero fue superior a su rival sería redundante.
De la misma forma sería injusto pensar que la imagen brindada por el perdedor describe su calidad. Las horas bajas son apenas un motivo más para pensar en resarcirse de la debacle en su primera final de un torneo doméstico.
El Clausura será pedestal para enmendar la derrota. Al mismo tiempo, el supercampeón anuncia su candidatura a la cuarta corona consecutiva. El de hoy fue el primer paso.