A unos días de que concluya este 2021 deberíamos pensar en cómo transcurrió este año para usted, para mí, para todos.
Por supuesto, hablar o pensar en fechas festivas siempre nos alienta, cubanos al fin, a pensar en regocijos pasados, en las alegrías tan efímeras de este periodo azotado por múltiples calamidades y en el ahora posible rencuentro con nuestros seres más queridos.
Ciertamente, siembre habrá una pequeña cabida para las nostalgias, las tristezas, los sentimientos encontrados y otras tantas mezclas emocionales indecibles.
Despedir un año, pese a las costumbres y tradiciones festivas, siempre deja un sabor agridulce. Atrás quedan las metas, lo sueños, los logros, las promesas, las alegrías y los tropiezos. Muchos de ellos subsistirán hasta quizás mediados de 2022, como constancia o recordatorio de que 365 días no fueron suficientes para abrazar lo que queríamos.
No nos resulta nada sencillo dejar atrás todos los problemas, pues quemarlos en los ya habituales muñecones o lanzarlos en un cubo de agua hacia la calle no basta.
Y sí, es cierto que en la vida real nos reímos de las dificultades, nos encanta el peligro y siempre estamos inventando o “arañando”; pero tantos meses desfavorables sumados al odio de muchos y a los traspiés cotidianos que intentan ponernos nos han dejado mellas innegables.
Ya sea en los últimos días de un diciembre que se apaga o en los primeros de otro enero victorioso, nuestra psiquis tiende a jugar la broma pesada de balancear si ha sido un buen año o no.
Es cierto que, como su predecesor, el 2021 no fue por regla general un periodo de júbilo. Hay quienes aseguran que ha sido la peor etapa de sus vidas y también sería cierto, pues a las ya acostumbradas y constantes agresiones y artimañas del imperialismo se sumó una larga lista de padres, madres, hermanos, amigos y conocidos a los que la COVID-19 les arrebató la vida.
De hecho, analistas de renombre aseguran que en este país nunca se vivieron momentos tan tensos, económicamente hablando, desde el “desmerengamiento” de la antigua Unión Soviética.
También tuvimos motivos para celebrar. Pensemos, entre otros y de forma rápida, en nuestros cinco candidatos vacunales, las novedosas terapias y tratamientos contra el VIH/sida y el Alzheimer y las vacunas contra el cáncer de mama y de pulmón; los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, y el tan deseado Decreto de Protección Animal.
Claro está, siempre existirán los eternos inconformes con la gestión nacional, con esto o lo otro, los que se quejan porque sí, y aquellos ciegos por decisión propia que odian por mandato de terceros. Para ellos no hubo, hay ni habrá momentos buenos. Pero usted y yo sabemos que se equivocan y que su aparente insensibilidad y desgano responden a monedas extranjeras.
Cubanos al fin, en malos tiempos acudimos a recuerdos más siniestros, por eso es que durante este año también fuimos inmunes a los apagones, a la falta de agua, al confinamiento y ahora al precio de la carne de puerco.
Pero a pesar de todas las inconstancias, las irregularidades y las carencias, este 2022, como sus predecesores, significa para el cubano promedio una nueva oportunidad para empezar de cero, “para salir del bache”, y en eso precisamente es en lo que debemos enfocarnos.
Lo más importante es, ahora que podemos, disfrutar y celebrar que estamos vivos; pensar que las “sorpresas” que estén por venir y que la vida nos depare sean para bien.
Pero sobre todas las cosas, nunca dejar de sonreír. A fin de cuentas y sin importar si el saldo que dejamos atrás fue positivo o negativo, sonreír es una de las cosas que nos caracterizan y que mejor sabemos hacer.
A exactamente a una semana para que despidamos el año, pensemos en ser más emprendedores y soñadores. Seamos optimistas. Seamos de los que como dijera el Apóstol “aman y fundan”.