El 16 de enero de 1956 se estremeció el centro de la ciudad de Pinar del Río. Más de dos mil personas, la mayoría estudiantes, se concentraron frente al Vivac Municipal (1) para exigir la libertad inmediata del grupo de moncadistas (2) artemiseños presos. La movilización nacional y popular había obligado a la dictadura de Batista a aprobar el 6 de agosto de 1955, una amnistía de todos los presos políticos, incluidos los asaltantes al cuartel Moncada
Los detenidos procedían de Artemisa, donde habían sido apresados el mes anterior y recluidos en el vivac de la localidad, mientras el régimen fabricaba una causa judicial para volver a condenarlos injustamente a prisión. La movilización del estudiantado artemiseño obligó a que las autoridades los trasladaran para Pinar del Río, paso intermedio para internarlos en la cárcel provincial hasta que se efectuara el juicio (3).
ATENCIÓN Y APOYO
La dirección municipal del Movimiento 26 de Julio, puso en marcha un plan de atención a los detenidos y al mismo tiempo de acción, agitación y movilización para exigir su inmediata libertad (4).
Se cumplieron numerosas actividades solidarias para resolver las pésimas condiciones del Vivac y la alimentación que allí se daba. Además de la comida diaria, se les proporcionó colchones, almohadas y frazadas (5).
MASIVA MANIFESTACIÓN
En opinión de Pancho González (6) lo más importante era lograr la libertad de los detenidos. Con ese objetivo, a los 3 ó 4 días de la llegada a Pinar del Río, el frente estudiantil del Movimiento organizó una manifestación del estudiantado, que se convocó para las 10 de la mañana frente al Vivac aunque desde dos horas antes empezó a arribar público, llegando a sumar a más de dos mil personas.
Se improvisó una tribuna encima de un viejo vehículo que se estacionó en el lugar por Matías Cáceres Valladares (7). El primer orador fue el líder estudiantil Pancho González. Mientras pronunciaba una encendida y valiente arenga reclamando la libertad de los detenidos y denunciando las injusticias de la tiranía, grupos de estudiantes cerraron el tránsito de vehículos en las cercanas calles Martí y Vélez Caviedez.
Las fuerzas armadas reaccionaron brutalmente para tratar de sofocar la respuesta popular. Un camión del Ejército irrumpió por Vélez Caviedez y se situó a una cuadra del Vivac. La multitud le impidió el paso. Venía a reforzar a la policía, que no se atrevía a dispersar la concentración. Los soldados de la tiranía se tiraron con los machetes desenvainados y empezaron a golpear a mansalva. La policía se les unió, para también apalear a los pacíficos manifestantes.
Aquella lucha desigual entre la masa estudiantil y el pueblo contra las fuerzas represivas del gobierno, arrojó un saldo de numerosos jóvenes atropellados. Los esbirros se ensañaron con el estudiante Daniel Valdés Sierra (Titico).
Notas:
1.Vivac cárcel de pequeño tamaño donde se tenía a los detenidos por 72 horas para después ser liberados o enviados a la cárcel provincial.
2.Las fuentes consultadas dan distintas cantidades de moncadistas presos: 11 o 9 y hasta 3.
3.En aquella época, los municipios de San Cristóbal, Artemisa, Guanajay, Mariel y Cabañas pertenecían a la provincia de Pinar del Río.
4.Testimonio de Francisco González Álvarez (Pancho) en el archivo del autor.
5.Estos enseres fueron facilitados por la clínica «La Caridad», propiedad del Dr. Jorge Callejas Rivera, situada en la calle Luz Zaldívar esquina a Garmendía. El Dr. Callejas, después del triunfo de la Revolución, dirigió durante muchos años el hospital pediátrico del municipio Cerro, en La Habana.
6.Francisco González Álvarez (Pancho) era en aquellos momentos responsable municipal estudiantil del Movimiento 26 de Julio. Posteriormente desempeñó los cargos más importantes de la Dirección Provincial del Movimiento: coordinador provincial, jefe provincial de acción y sabotaje y jefe de la expedición del yate El Corojo.
7.Matías Cáceres Valladares, alumno de la Escuela Normal para maestros. Miembro del Movimiento 26 de Julio.
8.El único semáforo existente en la ciudad estaba en la esquina de las calles Martí y Velez Caviedez. Se operaba manualmente por un vigilante de la Policía.
Por: Pedro Abreu Mujica