Cuando tenía cinco años sus padres le regalaron un camión de bomberos. Dentro de su casa simulaba algunas acciones al ver a su mamá encender el fogón de keroseno cada día. Eso y “muchos otros poquitos” que vinieron después, lo llevaron a descubrir su verdadera vocación.
“Un día, en la escuela primaria donde estudiaba, ocurrió un principio de incendio y acudieron los bomberos, era el año ‘80, tanto me impactó ver aquello que enseguida supe lo que quería ser de grande”.
Hoy el capitán Jorge Luis Torres Martínez es inspector de la Unidad Técnica de Prevención de Incendios, lleva 33 años de servicio y más de 25 en el Cuerpo de Bomberos. En su trayectoria ostenta cuatro medallas de Servicio Distinguido y las de los aniversarios 60 de las FAR y el Minint, entre muchas otras condecoraciones.
“Mi madre siempre quiso tener un hijo que perteneciera a las Fuerzas Armadas y otro al Minint, yo soy el varón más chiquito de 12 hermanos y creo que logré cumplir su sueño”.
En su época de estudiante aún no existían círculos de interés y como al terminar el preuniversitario no llegaron carreras afines a lo que le gustaba pasó directo al Servicio Militar, pues quería usarlo de trampolín para hacerse bombero después.
“Uno de mis hermanos que integraba las filas de las FAR me dijo que en aquel momento lo que había era para ir a cumplir misión en Angola y acepté. Era el año ’88, nos reunieron alrededor de 10 y nos mandaron para La Habana. Resulta que íbamos para la escuela nacional del Cuerpo de Bomberos. El único contento era yo. Fue una emoción tremenda entrar y ver la torre, los carros”.
Jorge Luis rememora sus días de soldado y de cuando lo mandaron para el Comando 16 en la refinería Ñico López: “Nadie quería ir para allí por lo peligroso de las acciones y porque el entrenamiento era muy fuerte. Comenzamos en la parte de extinción, pero yo sentía motivación por la prevención. Llegué a conocerme todo aquello: el proceso tecnológico, las 14 fórmulas; la verdad estudiaba mucho”.
En La Habana lo apodaban El Cartucho, en alusión al reparto donde residía en Pinar del Río, actual 30 de Noviembre. Durante aquella etapa en la refinería tuvo que cumplir difíciles misiones que según recuerda lo convirtieron realmente en un bombero.
“En el ‘89 pasó un ciclón por La Habana y hubo una inundación tremenda en Quinta Avenida donde se ahogó una persona que se fue por un sifón. El desagüe, que salía al mar, tenía una rejilla y había que sacar el cuerpo pero nadie cabía por el hueco, y debía ser un bombero. “Alguien dijo ‘ese puede ser El Cartucho, un soldado de la refinería’. Se apareció un carro a buscarme con una psicóloga. Me decían que iba a cumplir una misión de vida o muerte, imagínate, tenía solo 18 años.
“Hice algunas pruebas antes de meterme. El mar estaba revuelto, buceé unos minutos y me preparé psicológicamente. Me engancharon el trípode y cuando me acerque a la entrada, aquello me tragó. No se veía nada, todo era turbio, hasta que choqué con la reja y empecé a buscar a la persona. Cuando di con él lo adosé a mi estructura, halé dos veces y me sacaron, pero ese proceso duró como media hora. Fue impactante ver a aquel hombre ya casi en estado de putrefacción. El jefe me dijo que después de aquello estaba listo para cualquier tarea”.
LA FORMACIÓN, EL TRABAJO
Jorge Luis se graduó como técnico medio en Prevención de Incendios en el Instituto Superior del Minint. Fueron dos años de estudio, de accidentes y de momentos difíciles debido a la caída del campo socialista. Solo visitaba a su familia cada cinco meses y medio. En cada vuelta al hogar veía en el rostro de su padre orgullo y preocupación a la vez.
“Me gradué con los grados de subteniente y me volvieron a enviar al Comando 16, pero quería dedicarme a la prevención y decidí regresar a mi tierra.
“En agosto de 1992 comencé en el Cuerpo de Pinar del Río como inspector. Atendía la zona sur, eran tiempos complicados, sin transporte. Había muchos incendios en esa zona. Tuve que coger una mochilita y prácticamente mudarme para los preuniversitarios y para la Empresa de Cítricos. Donde había una candelita ahí estaba yo, lo mismo ayudando en la extinción que monitoreando los procesos para que nada ocurriera”.
Transitó por varios municipios como oficial de Prevención: Candelaria, San Cristóbal, Viñales. Hasta que en el 2003, en medio de una situación compleja en la que el presidente Bush amenazó de guerra al país, le dieron la misión de apoyar en la preparación de las fuerzas del Minint.
“Aquello fue una preparación muy fuerte. Daba Sanidad Militar y luego todo lo que tenía que ver con la táctica. Allí estuve hasta el 2010 que me incorporé otra vez al Comando”.
Entre todas las misiones que ha tenido que cumplir, que incluyen lo mismo rescate, extinción de incendios o prevención, confiesa que sin dudas lo más difícil ha sido el enfrentamiento a la COVID-19.
“Desde marzo de 2020 me dieron la tarea de apoyar en los centros de aislamiento y estuve ahí, en la zona roja, hasta hace muy poco. Ha sido una misión riesgosa, no sé cómo no enfermé. Vi a muchos amigos y compañeros contagiarse, a otros quedar en el camino, vivir con secuelas, y es algo que te impacta mucho”.
Igualmente narra con orgullo momentos que lo han marcado para siempre, como haber tenido la oportunidad de darle la mano a Fidel en dos ocasiones, cuando visitaba la refinería y él era el soldado de guardia.
Después de conocer tantas anécdotas en las que su vida estuvo en riesgo más de una vez, surge la pregunta sobre el miedo:
“En esta profesión el miedo siempre está presente, pero cuando dominas tu trabajo, tienes el conocimiento y te centras en las indicaciones, lo vas controlando. Todo está en la preparación”.
SIEMPRE LA PREVENCIÓN
“La actividad de prevención es la antesala. Se rige por manuales, normas, procedimientos, indicaciones, lineamientos de trabajo. Es un ABC.
“Lo primero es la gestión de seguridad o administrativa: el centro o el directivo debe tener identificado lo relacionado con la protección contra incendios. Cuando están identificados los riesgos lo que queda es elevar la protección.
“El inspector tiene que estudiar constantemente, antes de ir a un lugar debe de estar preparado, no solo sobre el tema de los incendios, sino jurídicamente para poder aplicar y exigir las normas. Son muchos detalles”.
Los inspectores del Cuerpo de Bomberos están facultados para aplicar vías legales como multas, paralización de equipos y de obras en construcción, sanciones administrativas, clausuras parciales o totales de lugares, y según Jorge Luis esto muchas veces es complejo.
“La actividad de prevención tiene un factor de enfrentamiento y es complicado lidiar con las personas. Aprendí de mis padres que todo está en el diálogo. A la hora de poner una multa o aplicar una norma hay que conversar, ser muy comunicativo y tener mucho tacto, tratar a ese trabajador como debe ser y al mismo tiempo explicarle que está incumpliendo con las normas.
“Defiendo la prevención a capa y espada. Es la parte que nunca se ve y es la más importante, porque previenes y salvas, identificas riesgos y das soluciones”.
SER BOMBERO
Casi al finalizar el encuentro hablamos de la familia, del tiempo y la dedicación que implica su profesión. Y aunque confiesa que ha tenido que volverse un artista para estar presente, nunca ha perdido el vínculo con sus seres queridos.
“Soy padre de cuatro hijos, el más pequeño tiene cinco años. Ha sido difícil estar siempre con la familia, pero me apoyan incondicionalmente. Ya tengo 51 años y a veces mis hermanos me preguntan cuándo me jubilo porque estoy pasadísimo, pero parece que nací para esto. Es lo que he hecho toda mi vida desde muchacho. No fui como esos jóvenes que en los años ‘80 salían al ‘disco show’ o al Pista Rita. Sí, yo iba, pero a trabajar”.
¿Qué requisitos considera que debe tener un bombero?
“Primero vocación y sentido de pertenencia, sin eso y sin el amor por la profesión no puedes cumplir una misión con éxito. Lo otro es responsabilidad, disciplina y preparación constante.
“Generalmente los bomberos venimos del pueblo, de familias humildes, de campesinos y obreros. Somos gente sencilla, llenos de valores intrínsecos y sensibilidad. Un bombero es alguien con una luz que irradia, sobre todo, humanidad. Ser bombero es ser humano”.