Un hijo es una responsabilidad desde el mismo momento en el que se concibe. Educarlos, criarlos, hacerlos hombres y mujeres de bien, solo será posible si desde que son apenas un embrión se piensa en ellos y en su futuro.
Pinar del Río, una provincia que históricamente ha tenido tasas de mortalidad infantil de las más bajas del país, dista mucho ahora de mostrar indicadores favorables al respecto.
Se trata de ir más allá de una cifra. Detrás de ese número por cada mil nacidos vivos, hay una madre, un padre, una familia que sufre, hay ilusiones y esperanzas perdidas. Hay malos entendidos y muchas veces “una culpa” que no se sabe sobre quién va a caer.
El tema es, sobre todo, sensible. El Programa de Atención Materno Infantil ha sido desde su fundación una prioridad, y lo sigue siendo, a pesar de las limitaciones y estrecheces.
Sin embargo, hasta hace apenas una semana la tasa de mortalidad infantil en la provincia era de 7.3 por cada mil nacidos vivos y son muchos los análisis que ello conlleva, desde el seguimiento a la gestante por el área de Salud, hasta la responsabilidad de la familia en el desarrollo y cuidado del embarazo.
En diálogo con especialistas del departamento del PAMI en el territorio, quedaron expuestas las principales causas que conllevan a estos resultados, entre ellas los crecimientos intrauterinos retardados, la prematuridad y las patologías relacionadas con trastornos hipertensivos.
¿Qué hacer entonces para minimizar los riesgos asociados con el embarazo? Las consultas de planificación familiar no son solo para ayudarnos a escoger el mejor método anticonceptivo; en todo caso están para asesorarnos en la toma de decisiones.
Por un lado están los riesgos sociales, del otro los del tipo obstétricos, las patologías de las gestantes primero, luego puérperas, y también los de los padres. Si todo ello se obvia o no se tienen en cuenta en la medida que realmente importa, el saldo será siempre negativo.
Identificar el riesgo es el primer paso y en función de ello habrá que modificar hábitos, conductas, habrá que hacer un mejor trabajo de carácter intersectorial, readecuar las condiciones sociales y el entorno en el que se desarrolla la embarazada; si son mujeres con patologías crónicas deberán ir a consulta previa hasta estar compensadas para solo después buscar un bebé.
La gestación es un periodo de nueve meses para disfrutar, para aprender a ser disciplinado, a no ser egoísta, a no pensar solo en uno mismo y sí más en ese hijo que viene en camino.
Puede ser molesta la dieta, y más que molesta, compleja en el contexto actual, de escaseces, de precios elevados en los que las frutas cuestan casi tanto como la carne, y garantizar la nutrición de una embarazada es para muchos un dolor de cabeza, pero es algo que la pareja y la familia deben estar dispuestos a asumir, porque en ello va una parte importante del bienestar del bebé.
Cumplir con las indicaciones de los médicos es el otro punto. Por extremas que parezcan las orientaciones, solo persiguen que el embarazo llegue a feliz término, que tanto la madre como el pequeño estén bien. Quizás pueda parecer un extremismo una orden de ingreso, pero tras ella hay un análisis que valida que el mejor lugar para el cuidado de la gestante es una institución de Salud.
Sin ir de espaldas a la realidad, sin dejar de saber que puede en algunos casos faltar la información y la explicación oportuna a la familia, que en otros ha habido demoras y desaciertos, la experiencia demuestra que cuando en el proceso de gestación se cumplen con las indicaciones de los médicos, las probabilidades de que el bebé sea saludable son mucho mayores. Se trata de ser responsable, de no dejar todo en manos de la medicina y del azar. De ser consecuentes y previsores, de planificar el embarazo de forma adecuada, cuando lo permita la salud de los padres y también su economía. Se trata, en primera instancia, de ser capaces de responder por esa vida que hemos decidido traer al mundo; de ser verdaderos padres desde el principio.