Es frecuente que en espacios de análisis de la sociedad cubana se llame al cambio de mentalidad y a nivel de país se realizan diversas adecuaciones de normas y estrategias para eliminar trabas que frenan el desarrollo de la economía, pero es evidente que resulta más fácil plasmar dichas modificaciones en un papel que materializarlas.
No es sencillo transformar la manera de analizar las cosas, deshacerse de viejos hábitos y métodos aprehendidos, pero quienes hoy no sean capaces de asumir esta conversión de su conducta y se desempeñen en puestos de dirección deberían ceder sus responsabilidades.
Es ajena a estas líneas la voluntad de estigmatizar a cuadros y dirigentes, porque por solo tomar como muestra el periodo de enfrentamiento a la pandemia, unos cuantos han visto menguar sus cabelleras o encanecerse y hasta volvérsele esquiva la sonrisa ante el agobio de estos tiempos por las extendidas jornadas de trabajo y el cansancio acumulado; pero seamos francos, todavía faltan muchos por arrimar el hombro y empujar con igual fuerza, ya sea para detener la propagación del virus o mitigar carencias materiales, incluso, solo para no deshacer ni lastrar el obrar de otros.
Hecha tal aclaración, hablemos de la flexibilidad cognitiva: “Capacidad que tiene nuestro cerebro para adaptar nuestra conducta y pensamiento a situaciones novedosas, cambiantes o inesperadas”.
Para ello son un lastre los prejuicios, porque si, por ejemplo, a los ojos de un directivo está mal visto no trabajar para el Estado, seguramente le será imposible lograr que la entidad que conduce se encadene productivamente con un pequeño empresario, e inclusive, beneficiarse de cualquier prestación que haya en ese sector y que redunde en favor de la actividad que realiza.
Tampoco encontrará maneras de asociar el colectivo a provechosos sistemas de pago si sobre su mente gravita el “miedo” a que la bonanza les acomode, como si la prosperidad no fuese un anhelo justo.
Las muestras podrían ser interminables y duele que persistan prácticas de dirección exclusivas para el cumplimiento de indicaciones, despojadas de iniciativas y prontitud en la búsqueda de soluciones.
Llevamos mucho tiempo anclados en las excusas, por lo que es preciso que quienes tienen en sus manos la toma de decisiones sean capaces de adaptarse con urgencia a los cambios, tolerarlos y analizar cada situación desde varias aristas para encontrar múltiples soluciones. Esas son destrezas asociadas a la flexibilidad cognitiva, la cual a juicio de expertos es “crucial para el éxito y desarrollo”, algo que necesitamos celebrar en Cuba con mayor frecuencia.
Carecer de esta habilidad, significa ser incapaz de “cambiar de conducta o creencias, cuando están siendo ineficaces para alcanzar nuestros objetivos”. Ante una dificultad habría que preguntarles ¿y por qué no has hecho esto? ¿algo te lo impide? Y no tiene otra respuesta que su propia falta de visión para vislumbrar cuál era el camino a seguir.
No es fácil, lo sabemos, pero se supone que quienes asumen funciones administrativas deben estar dotados de un conjunto de virtudes, que les conviertan en vigías y en medio de marejadas como bloqueo y pandemia avizoren tierra; no se trata de milagros ni superpoderes, porque algunos triunfan donde otros solo acumulan fracasos y están en las mismas aguas.
A lo que se les convoca puede ser muy diverso: producir alimentos, exportar, ahorrar, sustituir importaciones, prestar servicios con calidad… lo necesitamos ya y una vez más en cualquiera de estos ámbitos hay buenos ejemplos que merecen generalizarse.
Como dice el refrán “es mejor aguantar a un loco que empujar a un bobo”, y nos hace falta un toque de irracionalidad para romper esquemas, encontrar las brechas al cerco económico y por esas fisuras dejar que entre a esta isla la ansiada prosperidad. Quien no tenga fuerzas, capacidad ni habilidad, póngase al fondo y deje sitio para los que con bríos marcan el camino a seguir. Se trata, de una vez por todas, de que si la mentalidad no cambia se sustituyan a los incapaces de hacerlo.
Eso es pensar como país, en el bien mayor de la nación, del pueblo; que se formará en la medida que haya menos pichones en el nido, siempre dispuestos a piar, pero temerosos de levantar vuelo.
La remora en materia politica, sin cambios hacia el desarrollo, se observa aqui donde vivo, en Estados Unidos, debido a que los cargos politicos, no tecnicos, con poder de decision y sus apoyadores en el Congreso, lo ocupan mayoritariamente personas mayores de 65 anos, edad tras la cual neurologicamente dirigen con el piloto automatico de los patrones de reconocimiento.y baja capacidad de atencion debido a la disminucion de la capa gris del cerebro.. Para que haya un cambio en Cuba, todo el que arribe a la edad de 65 anos debe cesar por completo en la membresia del Partido gobernante y en los cargos politicos que ocupen, salvo si la persona desempena un cargo de especialista profesional.