Si yo fuera Cuba, quisiera un abrazo apretado, de esos en los que la ternura traspasa la piel y te cala el alma, con la certeza de que eres amada más allá de las palabras, insuficientes para describir la pasión que te embriaga.
Que mis hijos, todos, los que están cerca y lejos, entendieran que la libertad que enarbolan como bandera de combate es un estandarte bajo el cual ser únicos, que las diferencias no los vuelven enemigos; irrespetar la individualidad los hace invasivos, prepotentes…
Si yo fuera Cuba, elegiría cada noche dormir arropada por caricias de mano tibia, en las que el deseo late bajo un amor protector, sanador.
Sería feliz de reír con chistes de doble sentido, tontos e ingenuos y me cubriría el rostro, avergonzada de la mofa que hace blanco sobre los errores de cualquiera de los nacidos de mi vientre.
Si yo fuera Cuba, quisiera estar cubierta de sembradíos, en eterna cosecha, que me envolvieran de bonanza.
Desearía hacer una canción con risas sonoras, en las que la alegría genuina se escuche como cascabeles, y vestirme con la luz de miradas transparentes, límpidas, cargadas de esperanzas e ilusiones, que sirvieran de luz para llegar hasta cada escondrijo, donde las dudas se agazapen entre penumbras.
Si yo fuera Cuba, anhelaría amanecer rebosante de energías positivas, vibrar bajo el influjo de las buenas acciones de cada uno de mis habitantes, saberlos dichosos, exitosos, felices, con sus apetitos de cuerpo y alma saciados a plenitud.
Disfrutaría de cada avance logrado por la sapiencia y abriría sendas para su multiplicación, entronando el conocimiento, las capacidades y habilidades.
Si yo fuera Cuba, atraparía cada rayo de sol para que no nos falte la luz cuando la noche nos cubra con su manto.
Quisiera verme con pueblos y ciudades remozadas, preservando los quicios en que se acumula la historia, sin fachadas ruinosas ni interiores vergonzosos.
Si yo fuera Cuba, aspirara a que el esfuerzo bastara para deshacer la pobreza; la voluntad y las buenas intenciones para evitar desaciertos; borrar la tristeza y las distancias.
Instituiría como sistema de pago las sonrisas, los abrazos; haría cuentas de ahorro con cariño, ternura, memoria.
Si yo fuera Cuba, quisiera que cayeran en desuso los “no tengo”, “¿te acuerdas cuando antes…?”, y palabras como escasez, enemigo, insuficiente, vulnerables, déficit…
Me pondría a salvo de huracanes, tornados, sequías, desidia, apatía, mentira y arribismo; buscaría dónde esconderme de los que me llevan en los labios sin darme cobija en el alma, de los que me creen solo suya y no saben compartirme.
Si yo fuera Cuba, daría cuerpo a la fe que profesan mis habitantes, sin encajonamiento de religiones, porque a pesar de sus distintos nombres, bajo esas deidades se resguardan las ilusiones de tiempos mejores.
Borraría el odio, los rencores, la envidia; en su lugar pondría reconciliación, empatía, solidaridad…
Si yo fuera Cuba, quisiera acunar expectativas promisorias y verlas salir de mi regazo para crecer y ser más, mucho más que lo imaginado por quienes las engendraron.
Me haría feliz cada celebración o jolgorio en que estuvieran las familias íntegras, sin pendencias de videollamadas o mensajes, y que hasta olvidaran hacerse fotos, porque lo verdaderamente importante, es vivir ese momento de comunión y alegría.
Si yo fuera Cuba, haría de casamentera, para que Próspero y Esperanza procrearan un hijo llamado Futuro.
¿Y si tú fueras Cuba…?