Villaclareño de cuna, pinareño por convición, el oftalmólogo Henry Pérez González, asegura que un médico tiene siempre que estudiar, que superarse, que investigar.
Su amor por la profesión lo han llevado a hacer esas cosas sin descuidar a la familia, la educación de los niños. Llevar todo a la par puede ser difícil, pero reconfortante, asiente, a la vez que explica su camino para llegar hasta aquí.
“Soy de Villa Clara y cada vez que puedo voy allá, para oxigenarme, para ver a mi familia, siempre es bueno volver a donde uno creció. Estudié en el aquel entonces Instituto Superior de Ciencias Médicas de Villa Clara, y tuve excelentes profesores; un claustro que no solo te enseñaba lo docente, lo que tenías que aprender de Medicina, sino que te aportaba desde lo investigativo, porque existía un incentivo para que los estudiantes llevaran a la par del estudio la investigación y participaran en las jornadas científicas estudiantiles que se realizaban a diferentes niveles”.
En 2006 Henry Pérez fue el mejor graduado de su año en Investigación y por la vía directa empieza la especialidad de Oftalmología:
“Había surgido la Misión Milagro hacía ya par de años; entonces aparece el incentivo de formar oftalmólogos para trabajar en la Misión dentro y fuera de Cuba y está la idea de hacer en La Habana una Facultad Cubana de Oftalmología, que fue como se le llamó. Escogen a un grupo de estudiantes de todas las provincias y entre ellos estaba yo.
“Siempre pensé que iba ser médico, me esforcé para ser médico, creo que para mí no existía otra profesión que no fuera la Medicina, eso lo tuve claro, y fiel a la Medicina me gustaban todas las especialidades, no sabía cuál iba a escoger en un momento determinado.
“Como parte del movimiento de vanguardia Mario Muñoz Monroy, y ante la necesidad de formar oftalmólogos, se nos propone ingresar a esta especialidad y creo que por cumplir con la tarea accedí. Hoy no me arrepiento.
“Respetando cada una de las especialidades, debo decir que es una de las más lindas que tiene la Medicina e implica la clínica y la cirugía. Es una especialidad quirúrgica, pero que tiene una parte clínica muy florida, muy amplia, lo cual te obliga a dedicarte a ella con mucha profundidad. Eso me gusta.
“Me encanta conversar con el paciente y pienso que no se desliga de la investigación, porque el médico tiene entre otras la función también de investigar; sobre todo nosotros, que trabajamos diariamente con pacientes y las investigaciones pueden salir a partir de las propias necesidades sociales que pueda tener esa población a la que estás atendiendo”.
¿Es por ello que se mantiene investigando después de graduado?
“Cada vez que veo a un paciente no lo hago solo desde el punto de vista clínico, sino también desde el investigativo, porque uno utiliza un método para poder llegar a un diagnóstico, para poder decidir conducta y de alguna manera tiene que haber un razonamiento, no solo clínico, también investigativo.
“Y el otro aspecto decisivo, al menos en mi caso, fue el desarrollo científico técnico que tuvo la Oftalmología en el país en ese tiempo. Estamos hablando de alrededor de 2006, que es cuando surge la Facultad en La Habana, pero se crean además los centros oftalmológicos que fueron todos dotados de un equipamiento de primera.
“Por eso mantener la investigación desde la Oftalmología no debía ser un problema porque tenía el equipamiento y me acompañaba el desarrollo científico-técnico. Eso facilitó que uno fuera desarrollando esta línea desde la propia clínica y la cirugía. A ello se le suma la motivación que uno posea y el querer hacerlo lo mejor posible”.
¿Cómo llega a Pinar del Río?
“Cuando fui a La Habana conocí a mi esposa, que es también oftalmóloga. Ella iba por Pinar, yo por Villa Clara. Al terminar y después de cumplir misión, por cuestiones familiares decidimos venir a vivir para acá y para mí ha sido una bendición. Aquí he alcanzado un desarrollo profesional muy bueno y ha sido gracias también al colectivo que me rodea, que así lo ha propiciado.
“En esta provincia ya tengo mi vida, mi esposa, mis hijos, mis compañeros de trabajo que nos comportamos como familia, nos llevamos muy bien”.
Pero también tiene un rol docente…
“Una de las funciones que tengo como médico es la docente y entonces uno desarrolla el arte de enseñar. Es imposible que no logres transmitir todo eso. Me encanta transmitirles lo que sé y de ellos aprendo muchas cosas igualmente. No se trata de enseñar solo la clínica o la cirugía, sino a ver al paciente de una forma integral, porque atendemos a una persona que es un ser bio-psico-social y que necesita atenciones en todas las aristas.
“Eso ayuda a que el médico piense y actúe no solo desde su posición como profesional, sino como ser humano. Y hay que mantener la exigencia que lleva la docencia, porque es la forma en la que los residentes aprenden valores y el amor por la carrera”.
¿En qué momento se decide a presentar su investigación para optar por el Premio de la Academia?
“Terminé el proceso de formación doctoral en el 2021. Fue una etapa muy compleja porque estábamos en medio de la pandemia, pero que de alguna manera me ayudó a dedicar parte de mi tiempo, por la propia cuarentena, a poder sentarme, a escribir, a culminar una idea que había comenzado hacía algunos años y que al final no es más que el resultado de mi trabajo tras un largo periodo de tiempo.
“Estaba decidido a desarrollar mi tema doctoral desde hacía muchos años, pero a veces el mismo ritmo de trabajo entre la docencia, la asistencia, los temas administrativos, te llevan a que no dediques las horas que desearías a cerrar ese tema de investigación.
“Por ello ese tiempo fue muy valioso. Pude sentarme y terminar de escribir esa idea que venía desarrollando. Me hice doctor en Ciencias Médicas en el 2021 y viene la convocatoria de la Academia de Ciencias de Cuba. Pensé que era el mejor momento para presentar mi investigación y desarrollé mi expediente”.
Su investigación responde también a una problemática, por supuesto.
“Por nombre la investigación lleva Extracción precoz del cristalino para el control de la presión intraocular en cierre angular primario. Estamos hablando de algo muy técnico, que consiste en utilizar una técnica quirúrgica de forma precoz para controlar la presión intraocular en un grupo de pacientes que tienen una característica determinada desde el punto de vista anatómico, y que pueden desarrollar un glaucoma en un momento determinado.
“Actuando de forma precoz, evitamos que esa presión se descompense y pueda llevar al paciente a ese daño glaucomatoso, ya que el glaucoma en su fisiopatología lleva implícito que en un momento determinado la visión del paciente pueda perderse de forma irreversible.
“Y ahí está el valor fundamental, porque el cierre angular primario es una enfermedad muy frecuente, sobre todo en mujeres de mediana edad y que tienen defectos refractivos o condiciones anatómicas oculares que predisponen a hacer una hipertensión ocular y un daño por glaucoma.
“Las alternativas de tratamiento que se llevaban en primera línea, no detenían esta progresión en todos los casos. Actuar de la forma que propongo evitaría que el paciente desarrolle ese daño glaucomatoso y estaríamos actuando de forma preventiva, lo cual creo que es una de las funciones de la Medicina hoy, actuar de forma preventiva independientemente de que podamos en un momento determinado curar o rehabilitar, pero lo fundamental es prevenir”.
Así llega al premio. ¿Difícil tenerlo con una investigación desde provincia?
“Al final fui merecedor del premio, lo cual fue una satisfacción y una sorpresa. No es común tampoco obtenerlo en las Ciencias Médicas, sobre todo en la provincia y fue muy bueno para mí y para nuestra colega Odalys Orraca, también agasajada.
“¿Por qué tan complejo? Quizás no existen investigaciones a profundidad, porque deben ser proyectos que tengan un peso muy fuerte. Compiten todas las áreas de las Ciencias Médicas y hay institutos muy prestigiosos en el país que por sus resultados pueden ser merecedores del premio, por su tecnología, por el alcance de las investigaciones a ese nivel”.
Una etapa de mucha dedicación y en la que contaste con el apoyo de muchas personas.
“El apoyo del servicio es fundamental, para poder investigar necesitas de un equipo, que el más allegado es ese que te acompaña en el día a día, tus compañeros de trabajo oftalmólogos, los licenciados en optometría, sin los cuales no fuera posible, al menos para este caso, porque necesitas de pruebas cuya precisión es muy importante, los residentes y el personal del salón de operaciones.
“Y por supuesto, está el apoyo del hospital y de la Universidad de Ciencias Médicas, instituciones que ponen todo su empeño para fomentar la investigación desde cada una de las áreas y el plan de formación doctoral para los profesionales de la Salud”.
¿Cuándo concluye una investigación?
“En las Ciencias Médicas no ocurre tanto que las investigaciones se engaveten, porque es un requisito que respondan a una necesidad de la institución y está aprobada por el consejo científico del área y por el consejo científico provincial, que en ese caso funciona en la Universidad de Ciencias Médicas.
“La culminación de un resultado científico está en la publicación y su aplicación, y es interés y a la vez una responsabilidad del autor o investigador y de la institución ponerla en práctica. Lo más importante no es buscar un título, sino resolver un problema para esa población”.
¿Qué consulta lleva en el hospital y cómo la vincula con la investigación científica?
“Me dedico al estudio del glaucoma. Llevo esa consulta junto a otros colegas y siempre mis proyectos de investigación han estado alrededor del estudio del glaucoma. Incluso alrededor de esta enfermedad que he trabajado, es sobre la que me mantengo haciendo otras líneas de investigación, porque te permite sobre la base de lo que ya tienes alcanzar otros resultados.
“Ahora tengo un residente, además, que lleva parte de una línea de investigación sobre este tema, que en dependencia de los resultados que obtenga, lo estamos incentivando a que pueda continuarla desde el punto de vista docente, investigativo, de camino hacia maestrías y doctorado. Creo que es un deber también propiciar eso”.
¿Qué condiciones tiene hoy la consulta de Oftalmología?
“A pesar de todas las limitaciones se ha mantenido, sobre todo, el servicio de consulta externa. La parte quirúrgica sí depende de un grupo de recursos que son imprescindibles para toda la cirugía de forma general.
“Actualmente continuamos con los mismos equipos. Aquí en Pinar por la cantidad de pacientes que acuden a las consultas ha habido una sobrexplotación de esa tecnología, pero estamos cerca de La Habana y eso tiene sus ventajas, no solo para la atención al paciente, sino para establecer convenios de trabajo y relaciones con electromédicos que nos ayudan en la reparación de los equipos. Hay algunos equipos con los que ya no podemos contar, pero no se ha perjudicado la buena atención a los pacientes”.
En sus resultados está también el apoyo y sacrificio de la familia, ¿verdad?
“Sería injusto no reconocer el apoyo de la familia. Son muchos roles para una misma persona, pero se trata de planificarse bien y creo que a eso uno ha aprendido también.
“He tratado de lograr un equilibrio en todos los aspectos. Al final creo que la familia no se lo ha sentido mucho, aunque hay periodos en los que sí, pero se trata de tener mucha organización y escoger los mejores momentos para cada cosa. Por suerte, no enfermamos de COVID-19, no hubo situaciones críticas.
“Vivimos solos con los dos niños, y eso hace que les demos responsabilidades, para que desde pequeños aprendan a hacer otras cosas que no sea solo jugar, independientemente de que es su actividad fundamental y lo cual compartimos.
“Fueron tiempos difíciles, las mañanas eran para las teleclases y después de almuerzo me dedicaba a la investigación y a cuestiones del hogar. Si estaba en el hospital, cuando llegaba a la casa primero había que estudiar con Ernesto, que ya tiene nueve años.
“Hay una anécdota que recuerdo. Yo estaba listo para entregar para la predefensa del doctorado y es una etapa en la que sí necesitas de un sobresfuerzo. La investigación en Medicina no es cosa de un tiempo determinado, el médico tiene que estudiar y superarse todos los días, investigar desde el diario.
“El caso es que ese día había estado todo el tiempo frente a la computadora y a las cinco de la tarde, que es un horario en el que siempre acostumbro a jugar un rato con él y con Elisa, que ya tiene cinco años, me dijo: ¿Papá, tú no piensas hacer algo con tu vida?
“Yo no sabía qué hacer, si reírme o llorar. Entonces traté de explicarle que sí, que estaba haciendo algo para mi vida y también para las suyas, y de que comprendiera, desde su estatura, la importancia de lo que estaba haciendo”.