Si pagar una pipa de agua a 600 pesos parecía caro hace menos de un año, que ahora valga el doble es un harakiri al que muchos habitantes de Pinar del Río recurren con frecuencia.
Claro, sabemos que el precio del petróleo anda por las nubes, que si esto o aquello, pero una cosa es buscarse la vida y otra bien distinta es el abuso. “No la pagues”, dirían algunos, pero resulta que no es un lujo.
¿De cuántas cosas necesarias prescindimos cuando desembolsamos casi medio salario en llenar par de tanques? ¿Cómo no pagarla si después de 20 días ya no hay agua ni para tomar? No, no es un lujo.
La situación es crítica. Pinar del Río sigue siendo la cabecera provincial con los ciclos de distribución más largos del país. La instalación de nuevos equipos de bombeo en varios territorios no ha marcado diferencia alguna, y no precisamente porque no funcionen, sino porque aquellos que llevan más años de explotación se siguen remendando sin garantías de partes y piezas nuevas.
Por si fuera poco, de un parque de 46 carros cisternas con que cuenta la Empresa de Acueducto y Alcantarillado, 16 de ellas están paralizadas por diferentes motivos, y abastecen nada menos que a 51 comunidades de la provincia.
Así lo ha aclarado la entidad en varias ocasiones, como también explican que la infraestructura hidráulica de la provincia se mantiene intacta, añeja, mientras los asentamientos poblaciones crecen y se multiplican sobre las mismas redes.
¿Por qué si antes me llegaba sin problemas ahora es un hilito?, ¿por qué cada 15 días si siempre la había tenido una vez a la semana? Son algunas de las preguntas que se hacen los pobladores cuando pasan los días y empieza a escasear el líquido.
Y seamos honestos, es más fácil “caerle arriba” al Puesto de Mando para quejarse que hacer algo con la cantidad de salideros que se incrementan por las acometidas ilegales.
¿Pero quién le dice a una persona que lleva casi un mes sin agua que no puede engancharse? Ninguna explicación técnica por muy detallada y verídica hará entender, y así se multiplican metros y metros de mangueras sobre una misma tubería, sin una llave que regule la distribución, porque al final, lo que todo el mundo quiere es resolver su problema.
Entonces llega la disyuntiva de las zonas altas y bajas, de la gravedad, la presión… a eso se suman las roturas frecuentes: los motores, el anillo, los sellos; las interrupciones del servicio eléctrico, el rebombeo, y la lista también crece.
Cambios de válvulas, incremento de pozos, construcción de los llamados “bypass”, incorporación de bombas de reserva, rehabilitación de entradas a repartos o establecimiento de metros contadores son algunas acciones que se acometen para reducir los ciclos, pero en la concreta, son solo paliativos.
La solución a nuestros males sería un ambicioso proyecto con financiamiento extranjero que permitiría garantizar el suministro de agua a más de 150 000 personas vinculadas al sistema. El crédito, según funcionarios del Instituto de Recursos Hidráulicos está aprobado, pero sería una inversión que abarca un periodo de cinco años.
Mientras se concreta el milagro, es cierto que se hacen esfuerzos para dentro de lo posible mejorar el servicio. Se remienda por aquí, se repara por allá, pero el factor humano también es vital.
La fuerza de trabajo para manipular las válvulas y otros equipos debe estar debidamente capacitada. El empirismo nunca ha dado resultados, entonces de nada valdría gastar grandes sumas en nuevos equipos, partes y piezas si no tenemos mano de obra calificada para que las operaciones se realicen con calidad. El tema del agua en Pinar del Río podría parecer un círculo vicioso en el que el consumidor es siempre el mayor perjudicado. En ese agujero entran a bailar, como el trompo en su casa, las mismas consecuencias que traen la inflación, el lento crecimiento de la economía, la indolencia, las ilegalidades y los precios abusivos. Parece que el agua sigue sin encontrar la luz al final del túnel.