Hablar claro y sin tapujos, cuando se trata de las verdades “incómodas”, no es bien visto por muchos, para esos, las palabras son peores que los hechos, es como si al enunciar los problemas se les rompiera la puerta de entrada al mundo de espejismos y perfección.
Nuestra realidad no admite barniz, descarnada y brutal se resiste a las cortinas, exponerla no la agrava ni la mitiga, pero es necesario, porque solo al encararla podremos transformarla.
Sin hipercriticismo ilógico y pataletas infantiles, con análisis objetivo de cada situación que requiere solución, especialmente de asumir las responsabilidades en el deterioro de la economía y calidad de vida de los cubanos, que toda la culpa no está en un bloqueo sexagenario y medidas extraterritoriales que sí hacen daño, pero tal y como se presentan las cosas, en ocasiones pareciera que es lo único que incide sobre el país.
La independencia no solo se sustenta sobre soberanía política, requiere de autonomía, y en ese sentido hay mucho por conquistar, se precisan respuestas endógenas, oportunas y sostenibles.
El programa del cambio de matriz energética del país se concibió desde el 2013, poco se avanzó hasta la fecha, lo que se hace es con tecnología importada; sin embargo, una fábrica como Componentes Electrónicos, -ensalzada por años como la única que fabricaba paneles solares- ¿invertir en ella no hubiese allanado el camino y nos concedería mayor libertad y seguridad de cara al futuro?
Autoabastecernos de alimentos será cada vez más complejo sin modernizar la agricultura. Proyectos aislados y por tiempo determinado no son la fórmula, máxime cuando no se logra la generalización de buenas prácticas y los ejemplos positivos se quedan como botón de muestra, y hasta perecen sin llegar al potencial de esplendor que se les vaticina.
Los hombres y mujeres pueden marcar la diferencia, y hoy una manera de hacerlo es no renunciar al pensamiento, que sea una indicación del “organismo superior” no lo hace infalible, que quienes dirigen procesos en la base no solo son un brazo ejecutor, también han de ser una voz que se haga sentir en cuanto a valoraciones de factibilidad y realismo, porque si seguimos acumulando errores y taponando el último sangrado, continuaremos empobreciéndonos como nación.
Confiar no es un acto irracional, es algo que se construye desde la credibilidad, y en este caso también desempeña un rol importante el liderazgo. Los cubanos estamos cargados de escepticismo, y aunque es cierto que la naturaleza nos ha fustigado con fuerza, también es incuestionable que todavía nos apegamos a la receta de edulcorar el entorno, de minimizar yerros e impacto de los mismos, y al hacerlo estamos olvidando al hombre que nos marcó el camino.
Ese que expresó en versos que deseaba que la ley primera de la República fuera el culto “a la dignidad plena del hombre”, quien nos dijo que la Patria es “con todos y para el bien de todos” y dejó en claro que “para verdades trabajamos, y no para sueños …”, hoy necesitamos recordarlo con estas sentencias martianas como guía para el camino. Sin importar los contextos, las adversidades y vericuetos de la contemporaneidad que esbozan a esa Cuba inclusiva y respetuosa que también el apóstol definió en carta a Néstor Ponce de León, fechada 21 de octubre de 1889: “Miente como un zascandil/ El que diga que me oyó,/ Por no pensar como yo/ Llamar a un cubano, ‘vil’”.
Los humanos no somos infalibles, pero poco favor se hace quien coloca la responsabilidad de sus fracasos en hombros de otros, porque entonces ha sido muy escaso su obrar si no tiene parte en el resultado.
Está clarísimo que es más difícil ir a contracorriente, pero si ponemos fuerza en cada brazada, para ascender al manantial, sin espejismos y con la certeza de que allí el agua límpida y transparente nos saciará la sed, podremos llegar hasta ese hilillo fino pero propio, y que al alimentarse de arroyos se torne río y nos haga caudal.
Abandonemos la orilla y el murmullo, asumamos que con un morral a la espalda podemos llevar lo que queda por salvar, el resto, habrá que construirlo, sin más pausas ni espera, porque cada brazo envejecido dispondrá de menos pujanza. Entendamos, de una vez y por todas, que la verdad no es el enemigo.