A pocos días de haber celebrado el día de San Valentín, creo oportuno que nos demos un tiempo para pensar en el amor desde una arista, tal vez menos usual, pero sin dudas, muy significativa. Y no es por menospreciar los detalles que suman para esperar con euforia cada 14 de febrero, sino porque a veces dejamos de lado el pensamiento verdaderamente crítico y permitimos que le gane la temeridad o la impronta de nuestros planes.
Hablar y pensar en el amor no solo nos implica como pareja, también nos exige mirarnos y mirar en derredor, porque el círculo no se reduce a dos; en muchas ocasiones está mediado por quienes llegan y se convierten en los seres más importantes de nuestras vidas: los hijos.
En este punto de análisis, no podemos pasar por alto que los pequeños que llegan no solo demandan besos y pan; abrazos y abrigo, pues ellos requieren custodia y responsabilidad de ambos padres, quienes tienen el deber de cuidarlos y garantizarles bienestar, independientemente de la condición en que se mantengan las relaciones entre los progenitores.
Sabemos que el contexto funciona como las guardabarreras del tren que direccionan, por ende, los modos de actuación en la mayoría de los casos; sin embargo, no por eso podemos darnos el lujo de distorsionar el camino.
A mamá y papá les compete la “responsabilidad parental”, la cual, de acuerdo con el Código de las Familias vigente “incluye el conjunto de facultades, deberes y derechos que corresponden a las madres y a los padres para el cumplimiento de su función de asistencia, educación y cuidado de sus hijas e hijos menores de edad, que inciden sobre su ámbito personal y patrimonial, y que son ejercitados siempre en beneficio del interés superior de estos y de acuerdo con su capacidad, autonomía progresiva, el libre desarrollo de su personalidad y su grado de madurez”. (Artículo 136)
Las facultades a las que se aluden desde el punto de vista normativo en el referido Código dejan claro su contenido y en ninguna medida evidencian la errónea interpretación manejada por algunos de que “ya los hijos no son de los padres”.
Los que seguimos las intervenciones de la doctora Patricia Arés en espacios televisivos y en el sitio web Cubadebate, recordamos aún la claridad en la concepción explicada por esta prestigiosa especialista: “Los padres son los máximos responsables de sus hijos y el Estado o el ordenamiento jurídico interviene cuando estos padres atentan contra el normal desarrollo de los mismos o el interés superior del menor. Tenemos que pensar que familia no es solo unidad, armonía, unión… la familia es un espacio donde también hay relaciones de poder, que a veces se vuelven abusivas y es ahí donde hay que intervenir”.
“A buen entendedor con pocas palabras basta”, reza la sabiduría popular, solo que suele imponerse la conveniencia, de acuerdo con lo que más se ajusta a nuestros intereses personales y es justo en este punto, en el que el amor se tiñe de gris y nubla el entendimiento de algunos papás, sobre todo, en las circunstancias actuales, en el que parece crecer la proyección de salidas del país.
En este escenario, “hay de todo en la viña del señor”, pues bajo el pretexto de ganar la batalla por desestimar la decisión de uno de los dos padres, se intenta demostrar a ultranza la hipótesis de un padre o madre ausente, sin vínculo ni preocupación por su hijo y, por consiguiente, a juicio de los demandantes, no tiene “potestad”, para negarse a una posible migración del niño o de la niña.
Tengamos en cuenta que los argumentos se caen por su propio peso cuando hay una historia de vida que habla a la inversa y que tiene por testigos a los propios hijos, que sí saben apreciar las acciones afectivas y materiales por parte de sus padres, más allá de las desavenencias entre ellos.
Hay muchos detonantes para analizar antes de “poner el sello” a una afirmación que demerita al otro y es que, en muchas ocasiones, somos los responsables de que uno de los papás se aleje, esto sin que hagamos dúo con Bizarrap para lanzar una canción que, a lo Shakira, deja muy mal parado a quien, en algún San Valentín, nos robó un suspiro.
Invito a no perder el límite, seamos consecuentes con lo que nos demanda la integridad y los principios éticos y, de seguro, tendremos más like que los que recibió el ya manido tema SHAKIRA || BZRP Music Sessions #53.