La honradez debía ser como el aire y como el sol, tan natural que no se tuviera que hablar de ella
José Martí
¿Recuerdan aquellas caracterizaciones de la primaria en las que todos eran buenos, humildes, honestos y valientes? Pues bien, crecimos y la vida se ha encargado de enseñarnos que la bondad no viene en un recipiente sellado libre de contaminación; tampoco la humildad implica honestidad y en cuanto a la valentía, ella no se sustenta solo de palabras y depende de la magnitud del miedo que la acompaña.
Esos arquetipos de perfección dejémoslos para personajes ficticios, faltos de matices, en la realidad los humanos somos seres imperfectos, que en determinadas circunstancias podemos obrar de modo totalmente diferente al habitual, hacer daño, perjudicar a otros, e incluso a nosotros mismos, que seremos azuzados por la vergüenza y consecuencia de esos actos.
Claro, también hay a quienes la maldad se les anida en alma y cerebro, hacen de ella la guía cotidiana, generalmente al amparo de la envidia y otras pasiones mezquinas, lo que no implica que sean incapaces de amar algo o a alguien con intensidad y que ese sentimiento los lleve a muestras de generosidad.
Nadie es completamente bueno o malo, porque en la vida hay colores, con distintas gradaciones, conocer esas gamas, distinguirlas y tasarlas nos acerca a la comprensión de nuestros semejantes, y como sociedad hemos de asimilar que somos una suma de individualidades, peculiares, únicas e irrepetibles.
Entender que la diversidad es parte esencial de cualquier conglomerado humano resulta indispensable en aras de una convivencia armoniosa, sustentada en tolerancia, empatía, respeto…
Usted no ha de fingir lo que no es solo para complacer a quienes le rodean; no hablo de anarquía; cada grupo forma sus propias leyes, explícitas e implícitas, que regulan conductas por un bien mayor, sin coartar la realización plena de los sujetos, siempre y cuando no sean lesivas a segundos y terceros.
La Cuba de hoy nos demanda entender que disentir no significa rivalidad; en esa discrepancia de criterios puede anidarse crecimiento, solución, oportunidad, porvenir; es el saldo de 60 años de acceso a la instrucción, de entrenarnos en el arte de pensar y estimular la creatividad; diferente no significa malo, ni mejor o peor, solo distinto.
Pernicioso es aferrarse a un deseo frenético de tener siempre la razón y dejar a un lado la naturaleza de la especie que no nos pone a salvo de yerros; pero hay quienes temen ser la “oveja negra”. Lamentablemente sobran ejemplos de buenas voluntades incomprendidas, dejadas de plano en el ostracismo.
Ser disímil muchas veces no es más que decir en voz alta los que otros piensan y callan por temor, inseguridad, comodidad…; faltando a uno de los preceptos morales básicos: la honestidad. La peor versión, a mi juicio, son los que en público adoptan un discurso complaciente para el entorno, ajeno a sus verdaderas intenciones y buscan solapadamente cómo hacerlas prevalecer desde el anonimato, esas veletas no son de fiar.
“Amigo no es el que te hace reír con mentiras, sino el que te hace llorar con verdades”, reza un refrán, pues necesitamos de esas lágrimas; librémonos de palabras engañosas que nos atan a los mismos errores.
Dentro de una misma familia puede resultar engorroso llegar a un consenso sobre temas triviales, ¿cómo no va a serlo a nivel social? Y cuando hablo de desacordar, me refiero a los que, en línea general, con respecto a Cuba, confluyen, porque con aquellos que piden bombas, ataques y muerte para los habitantes de esta isla, no hay posible entendimiento.
La pluralidad de criterios nos enriquece, no se precisa de unanimidad para que se junten voluntades en un fin común, asentir sin convicción nos debilita y coloca en posición de vulnerabilidad, quizás no seamos lo suficientemente buenos y puros para aspirar a una beatificación, pero podemos ser honestos, cultores de la verdad.
Esa madre común, que nos une a los nacidos en ella: Patria, no merece engaños; es más, necesita de la trasparencia, para que cada gesto de amor hecho en su nombre esté ungido de decoro, hablemos claro de lo que hoy nos preocupa y ocupa como nación en los escenarios creados para hacerlo y no alimentemos rumores en pasillos que corroan los cimientos de la casa.
Excelente reflexión. La honestidad debía ser «la oraxon» de cada mañana de todo ser humano; pero sobretodo de los revolucionarios: Honestidad y Critica (en ambas formas) Y la Acción como resultado.