Ana se casó a los 24 años. Desde los 22 era novia de Jesús y después de dos años la familia insistió en que era el momento de unirse legalmente. Poco tiempo pasó y concibieron un niño hermoso que era la alegría del hogar, de los abuelos, de la familia.
En el municipio de San Juan y Martínez vivían todos relativamente cerca. Cuando el bebé cumplió el año, Ana se incorporó a trabajar mientras su madre cuidaba al pequeño. Jesús, como era tradición en la familia, se dedicaba al cultivo del tabaco.
“Vivíamos felices, pero yo siempre sentí que me faltaba algo. Desde que era adolescente me di cuenta que me atraían otras muchachas, pero en mi casa eso hubiera sido un escándalo, así que no me quedó otro remedio que hacer una ‘vida normal’.
“Cuando el niño cumplió cinco ya el matrimonio no iba bien y decidimos separarnos, me compré una casita en Pinar y nos mudamos. Fue entonces que conocí a Magalys y todo cambió. Hace ya tres años que vivimos en unión, ella también tiene un hijo y aunque hemos pasado por mucho, cada día construimos un hogar lleno de amor y de tranquilidad para los cuatro”.
El divorcio y la consiguiente “salida del closet” fue muy duro para Ana. Confiesa que sintió hasta el desprecio de familiares y amigos que llegaron a verla como una aberración.
“Por mucho tiempo tuve miedo de mostrarme como soy. Imagínate, una guajira del campo, hija de campesinos rellollos, de los que andan con el machete ‘enganchado’ al lado hasta pa’ dormir.
“Sufrimos mucho, el niño también. Es muy triste que te miren con malos ojos solo por tener una orientación sexual diferente. Créeme que hasta cierto punto lo entendía porque mi familia, como la mayor parte de la sociedad, ha tenido al patriarcado siempre como patrón, y eso es lo que ha decidido qué es correcto y qué no.
“El tiempo ha pasado y se han limado asperezas, creo que han aprendido a aceptarme, pero una siempre siente que no es suficiente, que la comunidad LGBTI merece respeto más que aceptación y eso lo trae este nuevo Código”.
¿Cómo crees que te beneficia?
“Mira, creo que lejos de quitar, da derechos a todos. En el caso de la comunidad gay es importante porque nos respalda de manera legal. Por ejemplo, Magalys y yo podemos hacer nuestra unión válida ante la ley y eso implica, aunque a veces no sea lo más significativo, que ambas tengamos derecho a bienes económicos por los que hemos luchado juntas.
“Sé que hay detractores, incluso he conversado con personas que utilizan la religión para construir argumentos en contra, y fíjate que los respeto, pero yo defiendo mis derechos y los de mi familia. Mi felicidad es lo más importante”.
Ana me pide que no le haga fotos, advierte que nunca le ha gustado sentirse en la mira de los demás, mucho menos romper con la visión de familia tradicional que aún mantienen sus padres en su natal San Juan y Martínez.
Por supuesto que tampoco es Ana su nombre real, me dice que lo más trascendental es que hay muchas mujeres que como ella han construido una familia basada en amor, valores y comprensión y que ese es el mensaje que realmente cuenta.
Amén de las inquietudes que pueda generar un cuerpo legal tan renovador, el nuevo Código de las Familias defiende la diversidad y el respeto, pues apuesta por una sociedad inclusiva para que nadie tema mostrarse tal cual es.
si es asi pues manana no se podra poner piedras de Moralidad en nadie por su orientacon sexual, ni dejar de proteger al ciudadano po ser lo que sea.