Apenas entra en la cabina del helicóptero, el piloto Aniel Santiesteban Alberteris se coloca un chaleco salvavidas y establece comunicación con el Control Bahía, desde donde se dirige cada operación aérea en el lugar del siniestro.
–Control Bahía. H-141 despegando de la plataforma para la toma de agua.
A su lado, el copiloto Dairon González Espinosa le hace una seña al instructor de vuelo. Emerson Infante García ya ha chequeado los parámetros de trabajo de la aeronave, motores, temperatura, gases, aceite. Las aspas del MI-17 de la Fuerza Aérea empiezan a girar y provocan que el césped, desde donde se alza la máquina, se mueva incesantemente, levantando el polvo de la explanada, como un torbellino.
Debajo del helicóptero cuelga una bambi bucket, aditamento con una capacidad máxima de 2 500 litros de agua. Desde que se produjo el incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas, varias aeronaves de las Fuerzas Armadas Revolucionarias han sobrevolado la zona del siniestro. Mientras los bomberos atacan el fuego por varios puntos en tierra, los helicópteros cubanos lo hacen por aire, vertiendo agua. Van y vienen del incendio a la bahía, de la bahía al incendio.
Piloto Aniel Santiesteban. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
El teniente coronel Aniel Santiesteban nos explica cómo realizan cada una de las operaciones:
“En tierra hay un apuntador, quien dirige la aviación y es una labor vital. Te mandan a entrar o a salir. Aguanten. Cuidado por la izquierda. Precaución por la derecha. Un obstáculo. Tienen un tanque alante. Una antena. Y te van dando toda esa información.
“El pilotaje en este tipo de ejercicios es muy complejo. Nosotros nos acercamos a un metro del agua. La aeronave tiene una potencia de aire que crea un torbellino. Todos los cristales se empañan. Prácticamente la operación se realiza según las indicaciones que nos da el técnico de comenzar el ascenso o de descender un poquito más. La bambi bucket la opera y alista un ingeniero de armamento que también forma parte de este tipo de preparación.
“Esa cubeta tiene que llegar a la bahía, hacer contacto con el agua, virarse, llenarse y suspenderse verticalmente para poder comenzar el ascenso, y luego lanzar el agua sobre el incendio”.
Dentro de dos horas y treinta minutos, cuando aterricen en el Estado Mayor del Ejército, la tripulación habrá realizado 30 emisiones encima de las llamas, lo que equivale a 75 toneladas de agua en solo una mañana para sofocar el fuego.
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Mientras los bomberos atacan el fuego por varios puntos en tierra, los helicópteros cubanos lo hacen por aire, vertiendo agua. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
El viernes en la noche, Aniel, Dairon y Emerson recibieron una llamada de la jefatura con la misión de extinguir el incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas. Aniel celebraba ese día los 30 años de su boda con Rebeca y tuvo que alistarse para salir a primera hora del sábado.
Desde la Unidad Militar 3710 de la Fuerza Aérea del Ejército Oriental, en Holguín, despegó la tripulación en la madrugada, y los primeros claros del día los sorprendió mientras sobrevolaban Varadero. Pocos minutos después llegaban al Estado Mayor en Matanzas, habilitaban la aeronave y salían en el primer vuelo rumbo al incendio.
A sus 35 años, el mayor Dairon González Espinosa confiesa que la realidad siempre supera cualquier imagen:
“Cuando cumplimos esa primera misión nos dimos cuenta que la magnitud que nos imaginábamos se quedaba chiquita con respecto a las llamas. Había columnas de humo que llegaban a los 3 000 metros de altura. Y una envergadura alrededor de un kilómetro. Y las llamas altísimas. Una experiencia muy grande. Ver todos los carros de bomberos que quedaron allí sepultados, desechos sobre la llamas, eso es algo duro, inolvidable”.
Mayor Dairon González Espinosa. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
Una espesa columna de humo negro les dificultaba las maniobras en el aire y, por momentos, se reducía la visibilidad. Las sustancias químicas que emanaban de la combustión del crudo penetraban en la cabina. Ese mismo día, el Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) informó que existían aproximadamente 3 200 partículas en el aire. La nube de humo contenía dióxido de azufre, óxido de nitrógeno, monóxido de carbono, entre otras sustancias que se concentraban a cinco kilómetros de altura. Por allí atravesaban los helicópteros de la Fuerza Aérea de Cuba.
En la tarde, un mensaje de WhatsApp me conmueve: “Estoy al tanto de todo y espero que esto cese pronto. Mi papá también está por allá, es uno de los pilotos de helicópteros. Aniel se llama, como yo. Estoy con los cojones en la garganta, pero pa’lante. Si ellos están allí, jugándosela, hay que ser fuerte”.
En ese momento nadie lo sabe, pero cuando la tripulación de Holguín regrese a la base del Ejército Oriental, habrán realizado más de 135 misiones de vuelo sobre las llamas del reservorio de combustible más importante de toda Cuba.
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El teniente coronel Aniel Santiesteban señala que, para poder enfrentarse a un escenario tan complejo como el vivido en Matanzas los primeros días de agosto, la tripulación recibe una preparación previa: “Este es uno de los ejercicios que requiere mayor profesionalidad y experiencia, puesto que la toma de agua se realiza a alturas muy pequeñas sobre la superficie del mar y el lanzamiento es sobre zonas con situaciones muy complejas, de incendios y con presencia de sustancias químicas”.
Enseguida agrega que se trata de un equipo y que es injusto mencionar solamente a los pilotos o jefes de nave. “Emerson es el instructor de vuelo, quien nos dice ‘lanza, baja más, baja, baja’, con el agua ahí, a un metro. Si esta máquina vuela es gracias a un equipo que está en tierra, que son del aseguramiento técnico, ingenieros y de aviación, quienes nos prepara y nos alista la máquina con todos los líquidos y el combustible”, dice.
Tras llenar la bambi bucket que pende de la aeronave H-141, la máquina realiza el ascenso para aproximarse sobre las llamas.
Emerson Infante García es instructor de vuelo. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
El instructor Emerson Infante García indica dónde realizar el lanzamiento según los puntos que, desde tierra, precisa el apuntador. Hay más de cuatro helicópteros de la Fuerza Aérea Revolucionaria realizando la misma labor. Por momentos, las llamas sobrepasan los 100 metros de altura. Y hay que bajar, con el fuego casi rozando los patines de aterrizaje.
Varias aeronaves sobrevuelan de manera simultánea. Cada una de las tripulaciones observa el espacio aéreo constantemente. “El que va delante nos alerta, el que va atrás también y así nos vamos ayudando. Nos retroalimentamos”, dice Aniel.
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Los helicópteros desempeñaron una labor primordial para extinguir el incendio. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
El jueves en la tarde, 144 horas después de la explosión del primer tanque en la Base de Supertanqueros de Matanzas, la aeronave de Aniel, Dairon y Emerson aterriza en Holguín. En las redes veo una foto del mayor Dairon, besando a su esposa y a su niña de dos años. Horas antes de concluir su misión en Matanzas nos había hablado de sus tres hijos, del mayor que cumplió 12 años el lunes y que le preguntaba por el fuego y si se estaba poniendo la cámara antigás. Nos había hablado del otro varón, de cinco añitos, y de la más pequeña, de dos, a quien carga en una de las fotografías.
Veo también otra imagen, de los dos Aniel, padre e hijo.
–Vi que el viejo ya está en Holguín –le escribo.
–Acaba de aterrizar. Aquí estoy con él –responde y me manda otra foto de los dos, abrazados.
Los dos Aniel, padre e hijo. Foto: Juan Pablo Carreras/ ACN.
El Mayor Dairon González junto a su esposa e hija al regresar a Holguín con la misión cumplida. Foto: Juan Pablo Carreras/ ACN.
La tripulación de Holguín realizó más de 135 misiones de vuelo sobre las llamas del reservorio de combustible más importante de toda Cuba. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
En cada emisión se vertían 2 500 litros de agua sobre la zona incendiada. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
La zona del incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas quedó completamente destruida. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
Los bomberos aplican espuma. El área de los cuatro tanques está completamente destruida. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
Por momentos, las llamas sobrepasan los 100 metros de altura. Y hay que bajar, con el fuego casi rozando los patines de aterrizaje. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.