“Ustedes trajeron confianza, trajeron ayuda, mucha positividad y sentimientos de hermandad a nuestra comunidad, sin la cual no hubiéramos podido superar la adversidad. Nos dieron coraje, energía (…) Los amamos, ¡Viva Cuba!”
Stefanía Bonaldi, Alcaldesa de Crema, Italia.
Arriesgar la vida por otro ser humano debe ser la condición más alta a la que puede aspirar un hombre. Si en esa labor marchan la voz y el corazón de un pueblo, entonces la carga emotiva y la responsabilidad se multiplican en ese sentimiento de solidaridad que aflora cuando se brinda la mano amiga.
Dentro de los 52 médicos cubanos integrantes de la brigada médica Henry Reeve que partieron de Pinar del Río a la ciudad de Crema, en Italia, bajo la incertidumbre del no regreso había padres, hermanos, hijos, esposos, amigos.
Miles de kilómetros los separarían de sus seres queridos, pero ni siquiera la idea del frío intenso del norte de Italia o el idioma desconocido pudieron retenerlos. Aun así esos Valientes decidieron marchar para hacer lo que mejor saben: salvar vidas.
Para el doctor consolareño Tomás Perdomo Silverio, especialista en Primer Grado de MGI, máster en atención integral al niño y médico de la familia, no fue diferente.
Este galeno de 53 años, residente en el Consejo Popular de Herradura, aseguró que no esperaba ser elegido, pero una vez dentro del contingente que debía partir el orgullo y la emoción hincharon su pecho.
LA NOTICIA DE LA PARTIDA, LA LLEGADA Y EL TRABAJO EN CREMA…
“Fue impactante que me confiaran esta noble labor entre tantos otros, pues aquí quedaron muchos buenos médicos y enfermeros que también tenían disposición de ayudar. Ellos como yo dieron el paso al frente, pero no pudieron asistir a ayudar a Italia”.
Ante la pregunta de lo incierto a su llegada a la localidad de Crema, comentó además que el trayecto fue también fatigoso, pues fueron dos escalas: Cuba-Roma, de ahí a Milano y por último hacia el destino final.
“Lo más impactante fue la atención que recibimos por parte de nuestras autoridades en suelo italiano, así como por la propia comunidad que aplaudía y gritaba frases de agradecimiento”.
La premura de la preparación, pues un solo día era todo lo que tenían para ello, no los hizo descuidar ni el más mínimo protocolo de seguridad. Tras instalarse en el hospital de campaña de inmediato comenzaron a trabajar sin descanso. Por supuesto, las condiciones, medicinas y equipamiento médico de tope tecnológico estaban garantizadas.
El escenario, según narra, era bastante difícil. La ciudad estaba desolada, no se sentía el bullicio que caracteriza a las urbes desarrolladas, sino el sonido del ir y venir de las ambulancias a su paso apurado por las calles.
Mientras, las televisoras locales mostraban noticias para nada alentadoras del panorama cremense.
Tomás aseguró que la misión era supeditarse al personal médico local, a seguir sus protocolos y a ayudar sobretodo; no obstante, como caracteriza al cubano, el criterio médico certero y la palmada en el hombro de cada enfermo se hicieron costumbre.
“Con la ayuda de muchos compañeros, la alcaldía, la embajada nuestra y los compañeros de la Defensa Civil nacional nos fuimos aclimatando. Nos ayudaron mucho”.
YA EN EL TERRENO, EL DESEMPEÑO, LOS TRATAMIENTOS…
El escenario no era prometedor, según narró. Las noticias lo comunicaban y a la llegada los médicos cubanos fueron testigos. Hospitales colapsados, cese de funciones por demasía de pacientes enfermos e infraestructuras sanitarias en cuarentena por el también ritmo espeluznante de personal médico infectado.
A Italia le era imposible asimilar tal escenario.
“Inicialmente la rutina fue complicada. El idioma nos ralentizaba, y también la parte del recelo profesional jugaba su papel. Sin embargo, en la medida que pasaron los días y comenzamos a interactuar con colegas y pacientes, ellos comenzaron a entender nuestra presencia allí.
“De nuestro lado, les explicamos de forma más pausada nuestra misión para con ellos, que no era otra que la de ayudar a su pueblo dejando atrás a nuestro país y a nuestra familia.
“La cotidianidad era arrasadora, con turnos de hasta 12 horas bajo trajes y protecciones necesarias para cumplir con los protocolos sanitarios para este tipo de enfermedad. Nos era imposible orinar, tomar agua, rascarnos la nariz siquiera”.
Aun así, la brigada médica no cejó en su empeño de una recuperación total para los enfermos provenientes de la ciudad y el personal médico infectado.
Tomás aseguró que en medio de tanto caos y adversidades también surgieron historias bellas.
“Algo muy bonito es que dos enfermeras cubanas residentes en suelo italiano, rápidamente se incorporaron a nuestra brigada y nos hicieron todo el desempeño y las transiciones mucho más fáciles.
“Otra de las historias que me llegaron al alma, es que, una de las pacientes que examinamos, con diversas patologías asociadas, comienza a llorar el día que la examinamos. Extrañados, le preguntamos qué sucedía, y nos conmovió su respuesta.
“Ella dijo que nunca un médico la había examinado como nosotros. Que en sus años ningún doctor se había preocupado tanto por su salud y la de su familia. Jamás había sentido ese calor humano al que estamos acostumbrados nosotros los cubanos, ese amor gratis que damos por sentado, y que también repartimos adonde quiera que vamos. Esa mano en el hombro fue la que la hizo estallar en llanto, esa amabilidad, ese roce. Nos conmovió sobremanera”.
¿Y LA OTRA CARA? LA DE FUERA DE HOSPITALES…
“Te digo. Ver la bandera cubana ondeando en los balcones y los carteles de Cuba salva y Gracias Cuba era muy bonito. De igual forma en nuestro tránsito diario, al momento de cruzar las calles, los carros paraban de inmediato y nos cedían el paso.
“Pitaban, aplaudían, nos vitoreaban, ponían sus manos en sus pechos en señal de respeto y admiración. Algunos bajaban y caminaban con nosotros pues querían conocernos, hablarnos, brindarnos su mano y su ayuda desinteresada. Querían colaborar y hacer nuestra estancia lo mejor posible en su país. Realmente no esperaba la solidaridad que allí encontramos.
“¡Qué hablar de las atenciones! Tanto en el hotel donde nos quedábamos, como en el restaurante a las horas de comida, en las calles, en establecimientos. Todos nos colmaban de atenciones y bendiciones”.
¿Un balance comparativo necesario entre tus otras misiones, como el ébola, por ejemplo, y este SARS-COV-2?
“Puedo decir que esta pandemia ha demostrado que el equipo médico cubano está preparado para enfrentar cualquier evento en cualquier rincón del mundo.
“Esta es una enfermedad altamente contagiosa, con un alto grado de letalidad. Creo que ha sido una de las misiones más difíciles que ha cumplido el país. En el caso del ébola era algo más estudiado y ya íbamos con bagaje. En este marchábamos hacia lo incierto. Salimos, pero no sabíamos si íbamos a regresar.
“Esta es una pandemia que ha logrado abrazar al mundo entero y una situación que ningún ser humano de los que estamos vivos haya experimentado.
“A mi criterio la enfermedad ha demostrado que es muy necesaria la atención primaria de salud. Cuba tiene mucho que enseñar en ese sentido. Italia es un país con equipamiento de primera, pero con carencias de métodos clínicos, lo cual demuestra mucho más la importancia del trato de tú a tú con el paciente”.
EL REGRESO…
Para este doctor, saberse a pocas horas de su Patria fue algo indescriptible de acuerdo con sus palabras, pues ya en el confort de los asientos del avión con destino Cuba, las lágrimas fueron imposibles de controlar. El deseo de retornar a los brazos de seres queridos era inmenso.
“Tanto la despedida en Crema como el recibimiento en La Habana fueron altamente impactantes. Quien diga que no lloró está mintiendo.
“La llegada al hogar fue contundente, pues la comunidad sabía del arribo. Siempre están todos, los que extrañas, los que te quieren, muchas personas agradecidas con ganas de abrazarte, con muchos gestos de cariño.
“Todo esto aumenta nuestro compromiso de trabajo pese al miedo. Es algo que te dice que siempre se puede, y que debemos ser capaces de aprovechar el momento para poner el nombre de Cuba bien alto”.