A lo largo de la historia se ha asumido a la mujer como la persona encargada de las labores domésticas. Aunque los movimientos feministas y las campañas por la equidad de género han generado conquistas en la forma de pensar de la sociedad, todavía resta mucho para modificar sustancialmente esa mentalidad.
Así lo demuestran los datos de la última Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género, realizada durante 2016 en todas las provincias cubanas. En ella se muestra que las féminas dedican mayor tiempo a los trabajos caseros frente al realizado por sus pares masculinos: 35,2 horas semanales contra 21,04, respectivamente.
Ahora bien, ¿por qué solo la mujer debe estar al cuidado del niño, si fue concebido por dos? ¿Cuál es la razón por la que el hombre no puede preparar la cena mientras su esposa lava la ropa? ¿Cuánto se ha avanzado en la Isla para mitigar los efectos de este fenómeno? ¿Existen soluciones a largo plazo?
Resulta imposible desvincular estos hechos con la influencia de una cultura heteropatriarcal y machista, arraigada al ADN social de los latinoamericanos, capaz de ubicar a las féminas en una situación de inferioridad y subordinación respecto a los hombres.
El tiempo consumido por ellas en atender la casa, a los hijos o a algún familiar enfermo puede reducir, casi al mínimo, las oportunidades laborales, profesionales, así como de esparcimiento, entre ellas, leer libros, compartir con amistades o viajar, por solo citar unos ejemplos.
Otra de las aristas de esta realidad resulta la aceptación y acogimiento del fenómeno por parte de las mujeres, pues en algunos casos se mantienen inertes ante estos acontecimientos bajo el argumento retrógrado de que “siempre ha sido así y no vamos a cambiar al mundo”. Generalmente, son féminas que crecieron bajo los estándares machistas del siglo XX pasado.
Por otro lado, hay hombres con aptitudes y actitudes colaborativas con sus parejas y familias, pero no siempre toman la iniciativa por sí mismos, sino que esperan a hacerlo de forma ocasional tras una petición. Con esta manera de obrar se le atribuye al sexo femenino la función de dirigir la casa, lo que implica una preocupación más para ellas, pues deben decidir los pasos a tomar en el presente y futuro.
En el país, gracias a la labor desplegada por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), el papel de estas se ha hecho notar en todos los sectores de la vida sociopolítica de la nación. No obstante, para la mayoría de ellas, el desempeño de un cargo administrativo o el simple hecho de trabajar fuera del hogar representa un peso adicional en su vida, porque deben ser capaces de llevar a la par sus logros profesionales con sus “obligaciones” hogareñas.
No constituiría un problema si el tiempo empleado por las féminas en atender a los niños, la casa o algún enfermo en la familia fuera retribuido monetariamente, pero no funciona así, aun cuando ellas diariamente realizan una doble jornada laboral. He aquí una de las batallas del movimiento feminista.
Los medios de prensa cubanos y los centros educacionales, en su afán por lograr la concientización de la población sobre este fenómeno, deberían incrementar sus campañas para desmontar el mito y, de esta manera, ir quitándole un pedazo al problema.
Representa una lucha difícil de ganar, pues el sexismo y el machismo están aún impregnados en la idiosincrasia del pueblo cubano. No obstante, poco a poco debemos desterrar los estereotipos que, lejos de lograr una sociedad equitativa, nos alejan de la igualdad entre hombres y mujeres.
Por: Idael Valdés Martínez, estudiante de primer año de Periodismo