Convertir un sueño en realidad nunca resulta sencillo, pues en el empeño siempre coexisten muchos más tropiezos que vicisitudes. Sin embargo, una vez alcanzada la meta, la alegría compensa cualquier obstáculo o frustración pasada.
Ese es el caso de Bernardo Samuel Reyes Torres, un consolareño que sin pensarlo dos veces se lanzó a la aventura de labrar un pedazo de tierra olvidado entre montes y escombros con sus propias manos.
COMIENZOS
De origen campesino, se interesó en las labores asociadas a la agricultura gracias a su tío, quien de forma hábil le enseñó todo lo relativo a la tierra y sus cultivos.
Aunque confiesa que durante gran parte de su vida se dedicó a la albañilería de forma profesional, hoy las extensas jornadas en su campo lo gratifican constantemente.
“Durante los meses más complicados de la COVID-19 me quedé sin trabajo, pues en dicho periodo de confinamiento y distanciamiento social me era muy complicado trabajar, y las personas tenían miedo, al igual que yo, de contagiarse con la enfermedad.
“Entonces me di a la tarea de rescatar estas tierras que estaban en desuso. Esto era un vertedero y estaba infestado de malezas. Pero rápidamente hice mías las palabras de nuestro presidente Miguel Díaz-Canel cuando dijo que cada cubano debía interesarse por sembrar un palmo de tierra para ayudar con la economía nacional”, expresó.
Según sus propias palabras, la primera alegría le llegó cuando comenzó a desbrozar el terreno y lo sorprendió una visita de la Agricultura Urbana para brindarle todo el apoyo que necesitara.
“Siempre recordaré las palabras de aquel entonces: ´Mientras más produzcamos, más tendremos´; y hoy me doy cuenta del valor de esa frase, tanto para mí como para mis vecinos, familia y pueblo en general”.
PRODUCCIONES Y DESTINOS
Para Bernardo es bien sabido que hay instituciones, como los círculos infantiles y las casas de abuelos, entre otros, que necesitan del apoyo de la Agricultura Urbana para sus gestiones y logísticas diarias.
Por tanto, gran parte de sus cosechas llegan hacia estos destinos como forma de colaborar con la economía municipal.
“Aquí tengo tomate, plátano, acelga, lechuga, cebollino, ajo porro, calabaza y yuca, y sigo sembrando. Solo espero la llegada de alrededor de cinco metros de materia orgánica para plantar zanahoria y rábano. Ya tengo los canteros listos y el optimismo al ciento por ciento.
“Mis producciones tienen como destino final la comunidad donde resido, así como los comedores del sistema de atención a la familia 28 de Enero y al círculo infantil Clodomira Acosta. Me es sumamente grato saber que mi labor se convierte en calidad de vida para terceros”.
¿SATISFACCIÓN?
“En esta labor siempre hay algo que hacer y que aprender, quien se sienta satisfecho y confiado es porque todavía no conoce que hay muchos secretos escondidos en la tierra que pisamos.
“Somos un país netamente agrícola que debemos producir los 12 meses del año para abastecer a la población, y en mi caso también a la familia. Ahora con la situación económica que se nos presenta debido a la pandemia de la COVID-19, nos es más imperioso sacarle provecho al surco”.
Según Bernardo, hoy día es vital que cada persona localice un pedacito de suelo ocioso y le dé un poco de amor, pues la tierra es agradecida y paga con creces el esfuerzo y el tiempo que se le dedique.
Poco más de un año ha transcurrido desde que Bernardo comenzó a limpiar su parcela y ya muchos lo imitan en su comunidad, ya que alrededor de 10 vecinos han enrumbado esfuerzos para lograr cosechas propias.
“Lo más importante es que si yo lo estoy haciendo, muchos jóvenes y personas de no tan avanzada edad también lo pueden hacer. Creo que mi labor es un ejemplo de lo conseguido cuando existe una voluntad marcada y un poco de pasión por la tierra. “Me siento muy satisfecho con lo que tengo hasta ahora, porque toda persona revolucionaria debe sentirse plena cuando su trabajo ayuda a otros y apoya a su país”.