Anileys Pérez Álvarez logró en su primera experiencia laboral que un alumno se apegara tanto a ella, que si no la veía en la guagua del recorrido de profesores, él no montaba.
«Para muchos sigo siendo su “maestra linda». Nos comentó con orgullo. Como si guardara, cual un galardón invaluable, el amor que supo sembrar y recoger en los pequeños estudiantes.
Esta vivencia, y otras, la marcaron en su vida profesional, y aún la guarda en sus recuerdos, a pesar de que ha pasado el tiempo, y que desde hace tres meses está lejos de su Cuba, cumpliendo una misión internacionalista en la Mancomunidad de Las Bahamas.
Anileys se dedica a la Educación Especial, una especialidad de la que se graduó en el 2004, en el instituto superior pedagógico Rafael María de Mendive, y la cual requiere del doble de dedicación y de mucha paciencia, pero sobre todo de un amor infinito.
Y la conversación por WhatsApp nos llevó a hablar de una pequeña niña autista, Natalia, que ahora atiende como su alumna.
“Cada vez que salimos a las actividades de la escuela va a mi lado para que la deje bailar. A todos en el aula nos dice Mami. Ella es muy inteligente, cuando toma sus medicamentos todo lo hace muy bien”.
Entonces la joven maestra nos contó cómo los profesionales cubanos, ella y su compañero, el logopeda pinareño Noel Alejandro Díaz Cordobés, educan a partir del cariño y el buen trato, y eso lo agradecen estos niños con necesidades educativas especiales.
Su primera experiencia laboral en este país la tuvo en una isla llamada Bimini, allí socializó con personas muy cariñosas, y ahora se encuentra en la capital en una escuela de Primaria, que tienen un bloque que es para la Educación Especial.
“Trabajo con siete alumnos, dos autistas y cinco con discapacidad intelectual. Son niños muy cariñosos, y siempre y cuando se les brinde el amor que ellos necesitan, así lo reflejan”.
DE LA RUTINA DIARIA Y DEL “GORRIÓN” POR LA FAMILIA
Bien temprano en la mañana Anileys se levanta para estar a tiempo en la escuela y poder preparar lo necesario para el trabajo con los alumnos.
Así se pasa el día, inmersa en la formación de habilidades a sus muchachos y en la impartición de asignaturas básicas, pero ya al caer la tarde llega la hora de ir a la casa, preparar la comida, estudiar el idioma, conversar con la familia y extrañar más…
“He pasado momentos felices en este país. Resulta gratificante cuando una alumna decide llamarte Mami cuando requiere tu atención, o cuando las asistentes te dicen que te extraña durante el fin de semana.
“También he tenido experiencias divertidas, recuerdo como una compañera y yo no logramos asistir a nuestro primer día de trabajo a la escuela, porque tomamos una guagua equivocada y perdimos el rumbo.
“Sí, le puedo decir que soy feliz de estar aquí, en este hermoso país, ayudando a estos niños que tanta falta les hace”.
DE CUANDO EMPEZÓ
Sus primeras experiencias laborales las tuvo Anileys en la escuela Antón Makarenko, allí aplicó todo lo aprendido en el aula universitaria, y supo que había acertado en la profesión escogida.
Proviene de una familia en la que abundan los maestros, por eso al terminar la enseñanza Media Superior su camino estaba bien definido, y de forma positiva enfrentó los retos que a su corta edad le puso la vida.
«Cuando comencé mis estudios en el preuniversitario Antonio Guiteras Holmes mantuve la firme idea de ser maestra, aun cuando la vida me sorprendiera en onceno grado con una grata sorpresa, una hija, que hoy tiene 25 años.
“No obstante, continué con mi objetivo, y siempre le doy gracias al apoyo y al cariño de mi querida madre. Fue entonces en el duodécimo grado que opté por ser maestra de Educación Especial, sublime profesión de amor”.
La carrera la dotó de conocimientos y procederes para la atención a niños con necesidades educativas especiales. Más tarde se hizo máster en Ciencias de la Educación.
“Mi primera experiencia laboral, y la más bonita, fue cuando comencé en la que era escuela especial Antón Makarenko, allí fui maestra y logopeda durante seis años.
“En esa escuela tuve experiencias inolvidables, pues conseguí transitar a alumnos con Retardo en el Desarrollo Psíquico a la enseñanza general con excelentes resultados”.
Después trabajó durante seis años en la escuela primaria Frank País García como maestra de quinto y sexto grados, y como jefa de ciclo. “Recuerdo que las clases que más disfrutaba eran las de Historia de Cuba. Una vez correspondía impartir cómo habían ocurrido los sucesos de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, ese día los alumnos estaban más atentos que nunca a mi relato, se metieron dentro de la historia, cuando de pronto un alumno me dijo: ‘Maestra, ya que usted estuvo en esos sucesos, yo quiero que me cuente que más ocurrió’. Simplemente me reí y le respondí: ‘Solo relato un hecho ocurrido en 1953, yo nací en 1981”’.
LA JOVEN SE CRECIÓ
Desde hace siete años, esta profesional de 42 años se desempeña como metodóloga integral de Primaria en la Dirección General de Educación.
“He ocupado los cargos de metodóloga de Historia de Cuba, Organización Escolar y Matemática. En mi etapa en esta responsabilidad he tenido experiencias inolvidables en mis recorridos a los diferentes municipios, en los que interactué con maestros, familias y la comunidad”.
Le tocó su tiempo de enseñar a otros lo aprendido, de orientar, revisar, proponer, evaluar y estimular el amor por el magisterio, un oficio que ama porque sí.
“Ser maestra significa mucho para mí, primero que todo representa continuar con el legado de mi familia, además, porque un maestro es el que inicia la revolución en cada pequeño ser humano, es el que ayuda a aprender.
“El maestro es único, ofrece las herramientas necesarias para que los estudiantes comprendan el mundo desde diversos lenguajes, aprendan a convivir con los demás y sean productivos.
“Elegí la profesión porque es sinónimo de contribuir al cambio y construir un mundo nuevo formando a los profesionales del futuro. Porque el maestro transmite conocimientos y construye valores”.
Mientras, aquí en casa, en su hogar pinareño, hay dos preciosas pequeñas que esperan por el regreso y el abrazo de la abuela.
“Tengo dos nietas preciosas a las que quiero con la vida: Zahyra Daniela y Tahyra Daniela, por ellas respiro”.