Sandra Haideé Hernández García siempre supo iba a ser pediatra: “A mí me gustaban todas las especialidades. Cuando di Dermatología me gustó, cuando di Oftalmología me fascinó, la Medicina Interna también me encantó, pero cuando estudié Pediatría, entonces supe que iba a ser pediatra toda la vida”.
Y con esa certeza comienza este diálogo con una doctora que ha encontrado en la investigación sobre temas de Pediatría desde la Medicina Natural y Tradicional (MNT), una parte importante de su crecimiento personal y profesional.
¿Ha trabajado diferentes temas de investigación?
“Me gradué de especialista en el año 1981 y de médico en el ´74. El primer tema de investigación que tuve fue el tratamiento de la estomatitis herpética que hizo un hito en el hospital, porque a partir de ese momento si usted llega al Pediátrico con ese padecimiento, le van a poner un tratamiento de MNT. Pero cuando ya tenía bastantes pacientes estudiados hubo problemas porque debía hacer un estudio virológico y realmente no disponía de las condiciones para ello.
“Después mi esposo, el doctor Miguel Ángel Rodríguez Rodríguez Arencibia, que es cirujano en el hospital León Cuervo Rubio, y yo, escribimos un libro sobre el tratamiento de las enfermedades pediátricas con MNT y fue publicado. Entonces decidí hacer una tesis con ese libro, pero ya no se aprobaba eso para esa fecha.
“Seguí insistiendo y decidí escribir un libro sobre cómo enseñar la MNT, lo cual aprecié que era una dificultad. Trabajé sobre una metodología para enseñar a los residentes de Pediatría cómo aplicarla a los niños”.
Le apasiona investigar entonces…
“Me gusta mucho. Cualquier cosa que me llegue nueva la investigo. Llevo la consulta de MNT en el Pediátrico y siempre me gusta investigar con pacientes, no con cosas ficticias.
“Hice una que me gustó con niños con lesiones estáticas del sistema nervioso central. Me conmovió porque vi los trabajos que pasaban las mamás con esos pequeños. Y fue muy útil porque no les iba a devolver toda la capacidad intelectual, pero los ayudaba mucho. Algunos empezaron a mejorar, mejoraron la alimentación, el sueño… Hice una tesis con un residente sobre ese tema y de verdad que de las investigaciones que he hecho esa me marcó.
“Recientemente hice una sobre la parálisis braquial y he notado los resultados; de igual forma he tratado la obesidad, la enfermedad de Sever, la anorexia. Y todas mis investigaciones han sido con pacientes, de manera que lo estudio y aplico en la consulta y voy actualizando una base de datos al respecto.
“El investigador debe centrarse en un solo tema, pero como a mí todo lo de la Pediatría me gusta, en lo que veo que puedo investigar y determinar cuál es el tratamiento más apropiado siempre desde la MNT, lo hago, eso sin obviar la medicina convencional que nosotros hacemos.
“Quise llevar esos conocimientos a los residentes y a los médicos para que tuvieran una herramienta más para el tratamiento, sobre todo, en estos momentos que tenemos tantas dificultades en cuanto a los recursos médicos. El cubano está acostumbrado a irse de la consulta al menos con una receta en la mano, y el tratamiento de MNT ayuda también a darle una conformidad a ese paciente y a mejorar la sintomatología que presenta”.
Más allá de su marcado interés por investigar, ¿ha pasado trabajo para hacerlo?
“He tenido muchas dificultades, porque las horas del Nauta Hogar no te alcanzan, lleva tiempo y dinero, pues tienes que comprar paquetes, bajar bibliografía, hay páginas que no abren y entonces debes auxiliarte de otra persona.
“Investigo y estudio cuando llego del trabajo, de madrugada. Suerte que mi esposo me ayuda. Todos los logros que tengo se los debo a él, además, él también investiga y entonces hacemos las cosas en común.
“Hemos tenido problemas familiares y la investigación siempre me ha ayudado a superarlo, a alejarme de ellos un poco”.
¿Muy reacios en el hospital a emplear MNT en los tratamientos o hay una educación sobre ello?
“Los pediatras nunca han aceptado mucho a la MNT. Para lograr que usen la MNT el reto no ha sido solamente enamorar a los residentes, primero tienes que enamorar al propio profesor para que este indique lo que entonces tú vas a usar después.
“La Pediatría es una especialidad que lleva mucho de asistencia y eso hace que los muchachos se alejen un poco de la investigación propiamente, pero siempre tengo tesis, residentes y alumnos, entonces uno no para de investigar”.
¿Son los niños pacientes difíciles de tratar?
“El niño es el mejor paciente que puede haber: él no miente, al niño de mirarlo puedes saber si sus signos están normales, sabes si está enfermo, si se siente mal. Desde luego, cuando un niño se enferma de gravedad uno como pediatra se siente mal y si acaso muere, el sufrimiento lo tienes grabado para toda la vida.
“A veces me regañan en la casa porque a mí me gusta saber cómo sigue el niño, entonces si por casualidad la mamá no me llama y me dice cómo está, yo me preocupo y uno se pregunta si lo habrán llevado a otro lugar, lo habrán ingresado.
“Estoy muy pendiente de mis pacientes. Me gusta mantener esa retroalimentación y comunicación. No soy muy ´ingresadora`. Si el paciente lleva un ingreso lo hago, pero realmente prefiero darle un seguimiento.
“Y en el caso de los niños uno tiene que tratarlos, pero está en la obligación de atender a la mamá y al papá, y a los abuelos, que muchas veces vienen con ellos.
“No obstante, lo más importante es ganarse la confianza de todas esas personas para que crean en ti y tengan fe en que lo que tú estás haciendo es lo correcto, que para eso has estudiado y te has preparado”.
¿Siempre has tenido el apoyo del hospital pediátrico Pepe Portilla?
“Siempre he recibido el apoyo del Pediátrico como institución para poder investigar y he investigado mucho, he trabajado, he publicado bastante.
Estuve 20 años en el Cuerpo de Guardia de ese centro. Y veo que la gente dice ´tengo mucho trabajo, no me alcanza el tiempo`. Esos 20 años te comento que fue la etapa más florida de mi vida.
“Los compañeros que laboraron conmigo engrosaron su currículo, investigaron. En esa época no era como ahora, no había computadoras, se pasaba mucho más trabajo para acceder a la bibliografía; incluso se pasaba cantidad de trabajo para buscar dónde publicar. En el propio Guerrillero publicamos varias veces. Así logramos hacer una inmensidad de cosas. Todas las personas que trabajamos juntos en esa época hicimos maestrías, se dieron cursos y fue realmente un periodo muy bonito. Todavía la gente recuerda ese Cuerpo de Guardia.
“Estoy valorando volver a él, aunque sea un día a la semana, porque hay cosas nuevas y uno no puede dejar de verlas, no se puede quedar detrás.
“Reitero, a mí me gusta investigar con el paciente cosas que veo ahí en la práctica, cómo va evolucionando, si va mejorando… Creo que en ocasiones el tratamiento de un niño depende primero de cómo lo aplicas y segundo, de si lo haces con amor, si ese paciente tiene fe, si tiene confianza en lo que tú estás haciendo, y para ganar esa confianza el paciente se tiene que dar cuenta, tiene que entender y confiar en lo que el médico está haciendo, porque te has preparado, porque estudiaste, porque lo investigaste bien”.
En medio de una carrera tan fructífera que la hacen hoy investigadora auxiliar y profesora consultante, está la experiencia de las misiones internacionalistas…
“Estuve en Nicaragua siendo muy joven, en la década del ´80 y en Guinea Ecuatorial en el 2002. En Nicaragua, a pesar de que estaba recién graduada y no tenía experiencia como docente, hicimos un programa y logramos sacar los residentes que había allí pendientes.
“En el caso de Guinea fue igualmente una misión muy difícil. El presidente me nombró jefa del servicio de Pediatría. Ahí aprendí bastante, ya que hay enfermedades que uno nunca ve, son endémicas de esos países y me preparé para enfrentarlas, sobre todo para tratar el paludismo, la desnutrición…
“Recuerdo que tuvimos que dar capacitaciones a los enfermeros que no lo eran de profesión. Por suerte el equipo que me acompañaba era muy bueno y tenía una enfermera neonatóloga que estaba adaptada a atender a los niños bien pequeñitos. Allí no había con qué hacer ni siquiera un cateterismo y nosotros empezamos a inventar por aquí, por allá, a conseguir las cosas y realmente salvamos muchas vidas en aquellas condiciones.
“Trabajar antes en el Cuerpo de Guardia me había enseñado a ser muy rápida; entonces empleamos recursos normotécnicos para poder sacar las dosis y demás, para tenerlo todo a la mano y atender los casos que llegaban, fundamentalmente con paludismo.
“Los muchachos que estaban trabajando allá lo hacían para el sustento, pero eran estudiantes, entonces después vinieron a estudiar aquí y los ayudé a todos con las tesis. Eso me hizo muy feliz, algunos se hicieron cirujanos, otros pediatras y todavía me escriben”.
¿Siempre le ha interesado la docencia?
“Es muy importante porque te ayuda a retroalimentarte. Si uno no se retroalimenta, si no estudia, entonces uno se queda detrás. Y la docencia te obliga a estudiar, te ayuda a mantenerte activo. Un buen pase de visita, una clase preparada metodológicamente bien, te hace estar preparado”.
Un pensamiento sobre los residentes…
“Durante el tiempo de la Covid los muchachos se alejaron un poco de la docencia, pero ganaron muchísimo en responsabilidad. Realmente los estudiantes, los residentes se lucieron como especialistas. Yo creo que la batalla de la Covid en nuestra institución se ganó tanto gracias a los especialistas como a ellos. Hay que quitarse el sombrero con los residentes del Pediátrico”.
¿Siempre hay tiempo para investigar en Medicina?
“Uno aprende a organizarse, a planificarse. Siempre llevo una agenda y voy haciendo una base de datos de los temas que me interesan y entonces uno saca tiempo para estudiar, para la docencia, para la casa, para la familia, y estoy muy satisfecha, pues he logrado todo lo que me he propuesto.
“Y no, no pienso en la jubilación, porque todavía me siento fuerte, y, sobre todo, todavía me siento útil”.