Tras el obligado rediseño de la sociedad a raíz de la aparición de la pandemia, que ahora parece ser más letal que tiempo atrás, algunos sectores han tenido que cambiar su objeto social y dedicarse a tareas emergentes.
Entre ellos, uno que ha tenido una meritoria labor ha sido el sector deportivo: organizar colas, mensajería con alimentos o medicamentos, limpieza de hospitales, permanencia en zonas rojas y hasta la realización de pesquisas para la detección a tiempo de sospechosos de COVID-19 figuran entre las actividades a las que han reorientado su empeño social.
El movimiento deportivo que ha estado sin su principal función no ha cesado su aporte a la sociedad y, al igual que el ejército de batas blancas, también está en la primera línea de combate.
Conozco casos como el de una madre, especialista en un combinado deportivo, que le dedica tanto tiempo a ‟sus vulnerables” como a su hijo y amor no le falta ante su descendencia, pero se ha volcado a la tarea que le ha dado el país y la ha cumplido a cabalidad.
El Inder es paradigma de hidalguía, de compromiso con el país. Esto que se evidencia hoy tiene ya raíces históricas, pues nuestro personal deportivo es también un ejército para salvar vidas, ya no solo desde el ejercicio y la práctica sistemática del deporte, sino desde el exponer la suya propia para minimizar daños y ayudar a paliar la situación higiénico epidemiológica de la provincia.
A la vez es representación de los valores más lindos y nobles del pueblo cubano, eso no se debe dudar: así como son tan buenos en las canchas, terrenos de béisbol o fútbol o en los cuadriláteros lo son también en nuestras calles, llevando con rapidez la comida a casa de un anciano o exigiendo disciplina en una larga cola, al sol y ante las inclemencias del tiempo.
Y aunque nuestros profesionales de la cultura física y el deporte han tenido un largo y duro bregar durante esta etapa pandémica, también he oído de detractores, porque como cualquier obra humana tiene adeptos y críticos, claro la gran mayoría admira el papel de ellos en la contención de la COVID-19.
Glorias deportivas hemos visto en estas funciones, con jaba en manos para atender a los más vulnerables o en las afueras de cualquier establecimiento para exigir el orden o haciendo nasobucos para obsequiar. Ejemplos sobran y una buena parte de ellos nuestros medios de comunicación los han publicado. Ellos, como medallistas, han sabido hacer su panamericano, su olimpiada en esta lucha abierta y frontal contra la pandemia. Lo mejor es que se han llevado el agradecimiento del pueblo.
Mientras se avecina Tokio 2021 no descansan por el bien de la nación. Ser imprescindible para nuestros ciudadanos es la mejor manera de hacer el bien.
El deporte cubano, término que engloba no solo a los atletas sino además a profesores, técnicos y personal de logística de esta área, también merece el aplauso del pueblo cubano. Sencillamente, ellos también salvan vidas.